Poco antes de las seis de la mañana del pasado viernes 15 de abril, ya Iván Escalona Sánchez estaba en pie, algo que no es raro para él, pues habitualmente debe madrugar, subirse al camión, cargar y devorar kilómetros en la carretera. Pero la rutina de ese día sería diferente…
En vez de subirse al camión, Iván tomó su auto para cubrir algo más de 250 millas entre Houston y Arlington, en Texas. Sin perder mucho tiempo, antes de que se asomara el sol, este holguinero de 30 años enfiló rumbo norte por la Interestatal 45, con el único objetivo de llegar sin prisas al pesaje previo a la pelea más importante que ha enfrentado un boxeador cubano en mucho tiempo.
Iván llegó a Estados Unidos en junio del 2015 y empezó a trabajar haciendo mudanzas, en la construcción o “en lo que apareciera”, hasta que en el 2017 se adentró en el negocio de los camiones. En Cuba, había estudiado informática, pero en realidad ninguno de esos menesteres le apasiona tanto como el deporte.
De niño, nos cuenta, practicaba taekwondo y era bueno, pero comenzó a padecer unos fuertes dolores de cabeza y su mamá no lo dejó pelear más. “Me puse entonces en la pelota y el fútbol, lo que soy malísimo. Yo nada más jugaba en el barrio porque tenía guante y pelota”, recuerda entre risas en una llamada este lunes en la mañana, 72 horas después de su travesía hasta Dallas.
Ya de vuelta en el camión y en la autopista, Iván no puede ocultar la emoción por lo que ha vivido el fin de semana. “Fue una experiencia única”, relata sobre el duelo entre Errol Spence Jr. y el cubano Yordenis Ugás, en el que el norteño logró la victoria y la unificación de los títulos de Federación Internacional de Boxeo (FIB), el Consejo Mundial (CMB) y la Asociación Mundial (AMB).
Nunca un cubano había peleado por tres coronas en una misma cartelera, por lo que Iván está consciente de que presenció un show histórico. “Fue un gran evento boxístico. En ese complejo deportivo donde impresionan el Globe Life Field, la casa de los Texas Rangers en MLB, y el AT&T Park, la casa de los Dallas Cowboys en el fútbol americano, vivimos tremendo ambiente entre aficiones de distintos lugares.
“Los cubanos llamamos mucho la atención, porque fuimos todos con pullovers y banderas de nuestro país, de manera que se viera reflejado que formamos parte del Team Ugás. La gente venía a pedirnos fotos y a felicitarnos por tener a una de las estrellas de la cartelera”, afirma Iván, quien estuvo en primera fila desde mucho antes del primer golpe.
“Nosotros estuvimos la mayor parte del tiempo del hotel donde se alojaban los principales protagonistas, los medios de comunicación y los magnates del boxeo en sentido general. Allí el movimiento era una locura y todo se multiplicaba cuando llegaba alguien de peso. Por ejemplo, se apareció en el salón David Morell, quien creo será la cara del boxeo profesional cubano en un futuro cercano. Cuando la prensa lo vio le fueron arriba enseguida para entrevistarlo y obtener sus declaraciones”, cuenta el joven holguinero, cuya posición fue tan privilegiada que llegó hasta la habitación del propio Ugás.
“Todos los cubanos que estábamos ahí firmamos una bandera para entregársela, y él dio luz verde para que subiéramos a su habitación. Ese gesto no tiene comparación, y más cuando faltaban solo unas horas de la pelea. En ese momento, los boxeadores habitualmente están de mal humor luego de los esfuerzos y la tensión por bajar libras y hacer el peso. A pesar de estas cuestiones, Ugás nos recibió, tomó la bandera, la firmó y nos las entregó de vuelta, porque no se había dado cuenta que era un regalo de nosotros para él”, precisa Iván.
“Después nos agradeció por el presente, por el apoyo y se tomó fotos con nosotros. Conmigo en lo personal tuvo otro gesto el día antes. Cuando salió del pesaje, me vio y fue a saludarme directamente en medio de la multitud. Yo no soy nadie, solo un seguidor del boxeo y los peleadores cubanos, así que él no tenía porque ir a darme la mano, pero lo hizo, demostrando el tipo de persona que es.”
La pelea
Iván Escalona Sánchez, cuando estaba en Cuba, se levantaba de madrugada a ver las Olimpiadas. Seguía el boxeo y tenía como referentes a Yan Barthelemy, Yuriorkis Gamboa, Guillermo Rigoundeaux, Robeisy Ramírez o Yasniel Toledo. “Tengo recuerdos muy buenos con todos ellos”, asegura.
Sin embargo, Iván no se transformó en un fanático confeso del deporte de los puños hasta que conoció en Estados Unidos a otro exponente de la escuela cubana, Erislandy Lara.
“Tres días después de llegar aquí, un Día de los Padres, unos familiares me invitaron a compartir y ahí estaba Erislandy Lara. Lo conocí y hubo una química tremenda entre nosotros. Busqué sus peleas, comencé a seguir su carrera y me convertí en un gran seguidor suyo y del boxeo en sentido general”, recuenta Iván, quien proyectó toda esa pasión y emoción en las redes sociales.
Poco a poco, comenzó a trabajar como divulgador de contenidos y moderador en diversas plataformas y páginas de Facebook especializadas en la cobertura del boxeo cubano. Después llevó todo al siguiente nivel y comenzó a asistir a varias carteleras para presenciar en vivo combates de alto calibre.
Siguiendo esa fórmula, Iván llegó a Dallas y al AT&T Park el sábado en la noche, donde Errol Spence Jr. y Yordenis Ugás cruzaron guantes. Según su visión, la pelea cumplió con las expectativas, sobre todo por el regreso estelar de Spence, quien demostró estar totalmente recuperado de las lesiones por su violento accidente de tránsito en el 2020 y la posterior operación ocular a la que se sometió el pasado año por un desprendimiento de retina antes de la pelea pactada con Manny Pacquiao.
“Desde el primer momento vi a Spence superior, confirmando que es el mejor peleador de las 147 libras. En los primeros rounds estuvo todo tranquilo, con Ugás separado y trabajando en la larga distancia, pero ya después se metió en la corta y cambió el curso del combate. Antes de la pelea yo había comentado en varios espacios que lo que le permitiría a Ugás aumentar sus posibilidades y ser competitivo toda la noche era el jab, ese golpe rápido para mantener o medir la distancia y atacar después, pero Ugás nunca utilizó su jab”, asegura Iván.
Realmente, el púgil cubano tuvo pocas oportunidades frente a Spence, quien conectó 78 golpes por asalto, muy por encima de la media (56) en los pesos welters. Ugás, por su parte, terminó con un promedio de 54 puñetazos por round, pero ese volumen fue insuficiente.
Solo a la altura de sexto asalto, castigó al estadounidense, aunque en realidad no habían posibilidades marcadas de rematarlo. “Cuando Spence perdió su protector bucal, Ugás aprovechó el momento y lo tiró contra las cuerdas, pero no creo que eso hubiera sido decisivo a su favor. De ahí no iba a pasar porque Errol estaba en perfectas condiciones”, apunta Iván.
Ya después el norteño salió más agresivo y consiguió un golpe en el ojo de Ugás que marcó los destinos de la pelea. “De ahí en adelante la cosa se complicó. Ugás se quedó peleando en la corta distancia innecesariamente, porque no tiraba nada, solo estaba haciendo más grande al rival. No trabajó con su jab ni al cuerpo, dos de sus mejores armas. Cada vez que Spence tiraba cruzado era directo al ojo de Ugás. Creo que debían haber parado las acciones desde el séptimo u octavo round, porque estaba poniendo en riesgo su salud.
“Lo que sí me queda claro después de esta demostración es que Errol Spence Jr. está listo para enfrentarse a Terence Crawford por el reinado absoluto de la división. Crawford es un animal, barrió en 135 y en 140 libras, pero en 147 ha tenido mejores resultados Spence y es bueno ver que está de regreso. Personalmente, si se enfrenta a Crawford iría a apoyarlo.”
La resaca
El domingo 17 de abril, cerca de las nueve de la mañana, Iván Escalona Sánchez empredió el viaje de vuelta a casa. Por la misma Interestatal 45, pero con rumbo sur, el holguinero dejó atrás Dallas casi sin dormir, pues estuvo toda la noche esperando el regreso al hotel de Yordenis Ugás, quien al final no apareció.
Tras la pelea, se confirmó una fractura orbital del pugilista santiaguero, quien estuvo muchas horas en el hospital. Incluso, casi a las cuatro de la madrugada ya le habían dado de alta, pero tuvo que ser internado nuevamente porque estaba vomitando.
“Nosotros esperamos en el hotel junto a sus familiares y amigos, incluso, estaba la esposa de Aroldis Chapman, uno de sus principales valedores. Todos sentíamos que debíamos quedarnos ahí y mostrarle nuestro apoyo en ese momento complicado, porque consideramos que hizo su parte en la pelea; merecía el reconocimiento”, asegura Iván, a quien la derrota no le ha quitado el sueño.
“Debo confesar que yo tenía miedo a que Ugás perdiera, por el simple hecho de que lo fueran a desacreditar debido a cuestiones extradeportivas como sus posturas políticas contra el gobierno cubano o cosas así, pero afortunadamente se ha mantenido el apoyo mayoritario y el respeto de su público, sin importar cómo piensen o qué posición defiendan. Más allá de la política, más allá de que ganó o perdió, yo valoro su progresión y determinación”, añade.
Ciertamente, no hay que pensar igual que Ugás, no hay que estar de acuerdo con sus ideas políticas para apoyarlo en una pelea determinada. Al final, él representa una motivación para los niños que quieren ser estrellas y campeones, porque no se ha cansado de demostrarnos que si nos ponemos metas y no nos rendimos, podemos conseguir grandes cosas.
“Hace algunos años, cuando él estuvo al borde del retiro tras las derrotas con Emmanuel Robles y Amir Imam, Aroldis Chapman lo ayudó y él le respondió que no podía prometer un campeonato, pero sí le podía prometer que iba a entrenar duro y ser competitivo. El tiempo ha pasado y Ugás ha cumplido con su palabra, hasta fue campeón superando a una leyenda como Pacquiao”, precisa Iván.
“Ahora ha perdido, pero así es el deporte, ganar y perder. Cayó frente al mejor peleador de las 147 libras y no fue humillado, como les ha pasado a otros. Yo te digo, estoy triste por la derrota, pero a la vez estoy contento por los frutos que le ha dado su sacrificio, por ver que se ha mantenido como un gran atleta y como un gran ser humano. Mira, hace solo unos días, en el Showtime, se atrevió a pedir un minuto de silencio por las víctimas del conflicto entre Rusia y Ucrania, algo que nadie había hecho.
“Ugás ha visto más allá del deporte. Ha entendido el negocio, ha crecido tanto por lo que hace en el ring como por lo que hace fuera, por su defensa de causas sociales, por su sensibilidad como padre de un niño autista, por el amor a su madre y por su capacidad para respetar los criterios de todas las personas, aunque tengan posturas diametralmente opuestas a las suyas.”
En boca de camionero lo que piensa el periodista sobre un boxeador inflado y bocero contra Cuba. Hubiese sido bueno conocer su opinión sobre el combate de Ugás y no tanta “crónica humana”, Oliverio