Miami parece un equipo perdedor; con una rara tendencia a la victoria o al drama de la victoria. No los motiva el milagro, sino su reverso, sea esto lo que sea: en el sexto juego de las finales de la Conferencia Este de la NBA cayeron en casa de una manera que le hace muecas a la palabra “Improbable”, con una canasta sobre la bocina; pero este lunes arrasaron 103-84 a Boston en sus predios del TD Garden para avanzar a la disputa del trofeo Larry O’Brien contra Denver.
El Heat es primer octavo lugar de la temporada regular que consigue un salto de esta magnitud desde 1999. A Boston lo vencieron en los tres primeros choques y cayeron en los tres siguientes. Le dieron la esperanza de ser la primera franquicia que, en 151 posibilidades, remontaba un 3-0 en contra en la historia de los playoff. Pero remontar el calor implica quemarse, y Celtics reavivó un fuego que convirtió todo su traje verde en algo gris y quebradizo.
Es difícil generar fuego con las propias manos, y Derrick White pudo hacerlo para Boston en el sexto juego, apenas, con las yemas de sus dedos al palmear un balón. Palmearlo a falta de tres centésimas cuando tu equipo pierde un partido de todo o nada. Palmearlo cuando la jugada parte de un pase que le diste tu compañero para que ejecutara el tiro. Palmearlo cuando estás en la línea de banda y vas corriendo por que sí hasta el aro. Posiblemente el rebote ofensivo más voluntarioso de la historia. Una canasta que, de acuerdo con ESPN Stats & Info, convirtió a White en el segundo jugador de la NBA en anotar sobre la chicharra para ganar un juego cuando se enfrenta a la eliminación y su equipo va detrás en el marcador antes del disparo. Solo lo había podido hacer Michael Jordan en 1989 contra los Cavaliers.
Y si apunto todo esto es porque White siguió en el séptimo juego con una voluntad más verde que nunca, anotó 12 puntos en el tercer cuarto y pegó su equipo a 8, como nunca lo estuvo en todo el duelo decisivo. Fue agresivo, penetró, tomó triples cerrados y abiertos, pero no hay esfuerzo, ni voluntad, ni golpe psicológico que valga ante la astucia y la táctica bien ejecutada del rival. Se acabaron las emociones y llegó la racionalidad. Sí, Boston, como Milwaukee Bucks y New York Knicks tiene mejor quinteto inicial que el Heat, pero ningún jugador tan astuto como Jimmy Butler ni ningún coach como Erik Spoelstra.
Miami juega mejor que sus rivales. Con la zona defensiva tuvo siempre a Boston (literalmente) en tres y dos. En ataque mueve con mucha fluidez el balón, quizá por eso se potencian jugadores con intrascendencia ofensiva durante la campaña regular y que no vieran un minuto en el potente conjunto de Boston, como son Gabe Vincent y Caleb Martin.
Martin, 27 años, alero en sus 4 temporadas en la NBA, fue el techo del equipo con 11 de 16 de tiros de campos y 26 puntos. Anotó 135 en toda la serie: récord para un jugador no drafteado en finales de conferencia. El nacido en Carolina del Norte y ex Charlotte Hornets es un atleta tan desconocido que no le han dado el MVP de la serie, aunque muchos pensamos que lo merecía.
Por otra parte, Miami sintió la baja por una molestia del base Vincent en el cuarto juego, el momento en que Celtics comenzó a respirar. Y renqueante de un tobillo estuvo la estrella Jason Tatum desde el primer cuarto de este séptimo encuentro. Renqueante del triple estuvieron él y Jaylen Brown toda la serie. Tatum fue el que más perdió balones y falló tiros en ese 3-0 inicial del cotejo. La noche de anoche le tocó a Brown el amargo bolero: líder en balones entregados al rival con 8.
No murió Boston en la orilla. En este caos donde los equipos ganaron más de visitantes que de locales, no se sabe bien en qué punto han terminado. A pesar de los terribles porcentajes de Celtics, su escaza movilidad e imaginación al ataque, la baja ofensiva del pivot Bam Adebayo quizá llevó a Miami a estos extremos. Tendrá que recuperar el desempeño mostrado ante Bucks y Knicks si quieren darle pelea en la final a Denver Nuggets, quienes secaron a los Lakers de los Ángeles por 4-0.
Cuando se consumó la barrida, Nikola Jokic besó su puño y se tocó las medias a la altura de la pantorrilla. Si Butler resulta el más astuto, Jokic es el más determinante de todo el baloncesto: si lo cierran desde el fuera del perímetro se inventa una catapulta; con espacio penetra a su ritmo y corpulencia hasta que la pelota baje por la malla; en un descuido defensivo da un pase como el mejor point guard; y posee, en Jamal Murray, a un muy atlético escudero.
Denver parece un equipo campeón, pero Miami tiene una rara tendencia a quemarlo todo. Hasta a la derrota.