Reutilio Hurtado, uno de los iconos del béisbol de Santiago de Cuba en las últimas décadas, podría vestir el uniforme de los Sabuesos de Holguín en la próxima Serie Nacional.
A estas alturas de la pelota en la Isla, con jugadores que pasan de un equipo a otro sin muchos remordimientos –ya sea como refuerzos temporales o mudados oficialmente–, la noticia, puesta a rodar hace unos días por el periódico holguinero ¡Ahora!, no debería sorprender. Pero sorprende.
En primer lugar porque –repito–, Hurtado es una figura icónica en el deporte santiaguero, un hombre que defendió los colores rojinegros durante dos décadas y dejó una huella en la afición por su carisma, rendimiento y liderazgo silencioso.
No era un jugador de muchas palabras, pero sí de hechos, de resultados. Y el público de Santiago, tan dado a la algarabía y el desborde, aprendió a respetar su contención de samurái.
Un momento era esperado como pocos en las gradas del Guillermón Moncada: cuando el swing de Reutilio llevaba la pelota más allá de las cercas. Entonces el nacido en Los Reynaldo (municipio Songo La Maya) abría los brazos y planeaba entre las bases, en una celebración personalísima que le ganó el sobrenombre de “la avioneta”.
En ese instante, su aparente ascetismo se trocaba en convite y el público santiaguero celebraba la comunión con su ídolo a ritmo de conga.
Sorprende también porque Reutilio ya había salido de los terrenos. Después de una prolongada carrera, llegó incluso a dirigir a las Avispas de Santiago en la serie pasada y parecía que seguiría en esta, aunque finalmente fue sustituido –infructuosamente– por otro grande: el “Tambor Mayor” Orestes Kindelán.
Sería, según Jit –sitio web del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación de Cuba– una “notoriedad estadística”: el primer pelotero en regresar a las Series Nacionales como jugador tras haber sido manager en estos torneos.
Otros habían dejado de jugar en las series cubanas y regresaron con éxito, como el pinareño Orestes “el bombero” González, el incombustible pitcher capitalino Lázaro de la Torre, o Luis Ignacio González, integrante de la otrora poderosa alineación del Habana. Pero nadie lo hizo antes luego de haber sido director.
Ese podría ser un nuevo récord en su trayectoria, que sumaría a sus 21 jonrones con bases llenas, marca absoluta para Cuba.
Reutilio, a pesar de los pesares
La carrera de Reutilio Hurtado estuvo marcada por la constancia. Sin ser el pelotero más mediático, se labró un prestigio por su disciplina y entrega dentro del terreno.
Sus números no necesitan comentarios: 289 de average ofensivo en 21 series nacionales, con 252 para la calle, 338 dobles, 1697 jits, 1085 impulsadas y un total de bases de 2881. Defensivamente fue uno de los mejores centers de la Isla por muchos años, con una seguridad y un desplazamiento envidiables.
Mereció vestir muchas veces la camiseta del equipo Cuba, pero fue repetidamente marginado. Al menos para los eventos más importantes. El salto al profesionalismo de su hermano, el boxeador Diosbelys Hurtado, en momentos en que hacerlo era condenarse al ostracismo en la Isla, fue una cruz en los hombros para el número 52 de Santiago.
Muchos pensaron que esta subestimación terminaría mellando su espíritu, pero –amén algunos premios de consuelo– Reutilio siguió adelante por puro amor al deporte. Y a Santiago.
De su currículo nadie podrá borrar el tricampeonato conquistado con la temible “aplanadora” de Pacheco, Kindelán, Pierre, Vera y compañía entre 1999 y 2001. Tampoco los otros tres títulos levantados en la primera década del siglo XXI, bajo la dirección de Antonio Pacheco, ni los dos gallardetes en Copas Revolución. En aquellos equipos, su protagonismo fue creciendo hasta convertirlo en una figura infaltable, decisiva.
Cuando las Avispas cayeron en horas bajas –un bache del que todavía no se recuperan en el torneo mayor–, no tuvo reparos para vestir otro uniforme como refuerzo. Precisamente Holguín, su presumible nuevo equipo, lo acogió en la segunda fase de las Series 54 y 55. En la ciudad cubana de los parques también se granjeó la admiración de los aficionados y, aunque no logró trofeos, tejió lazos a los que parece apelar ahora.
Pero siempre volvió a Santiago. Su retiro cayó como un cubo de agua fría en una afición que todavía esperaba muchos vuelos de “la avioneta”.
Cambio de destino
Cuando apenas retirado Reutilio fue nombrado director de los rojinegros para la Serie 56, casi nadie puso en duda la decisión. No tenía horas de vuelo en el banquillo pero sí en el campo –y muchas–, y su rigor como deportista fue visto como la solución para la crisis del béisbol santiaguero.
Los aficionados y las autoridades confiaban en él y él –que bien pudo escudarse en la inexperiencia– cambió el jardín central por la siempre ingrata silla del manager. Fue este otro acto estoico que aumentó la admiración de los fanáticos santiagueros y alimentó la esperanza de regresar al podio.
Sin embargo, el milagro no ocurrió y su sorpresiva sustitución como timonel torció el destino. La no clasificación de las Avispas para la segunda etapa de la Serie fue el prematuro tiro de gracia al proyecto al que Reutilio intentaba dar forma en Santiago de Cuba.
“Siento como si me hubiesen dado un golpe de estado”, comentó al periodista santiaguero Jorge Rafael Matos y atribuyó su salida a un problema personal con Kindelán.
Luego de ser sustituido, dijo a Matos, se sintió tan mal que pensó irse inmediatamente para Holguín, que “le abrió las puertas” para jugar allí, pero lo reconsideró porque las autoridades de Santiago le pidieron que no jugara contra sus antiguos compañeros.
No obstante, dejó clara su postura: mientras se mantuviera la dirección de la Comisión Provincial de Béisbol que lo destituyó, no volvería a vestir el uniforme de Santiago. Ni como manager ni como jugador.
Hace algunos meses se supo que Reutilio, ya con 42 años en las costillas, había decidido seguir adelante y entrenaba en el estadio Pepín Carrillo del distrito José Martí, en Santiago de Cuba, para jugar con otra provincia en la Serie 58. Holguín y los Industriales de La Habana fueron los equipos que sonaron entonces.
Finalmente, los Sabuesos holguineros resultaron la opción del estelar jugador.
“Todo dependería de la determinación de las autoridades de Holguín, además de la acogida del pueblo, mi mayor preocupación porque este es un valioso termómetro. A mí me hace falta ahora jugar. Ya tengo la carta de liberación [de Santiago] y otros documentos que se necesitan para trasladarme”, le dijo Reutilio al periodista holguinero Nelson Rodríguez.
La mudanza, al parecer, va en serio.
El director holguinero, Noelvis González, elogió al santiaguero y confirmó que “se evaluaría su propuesta”. No obstante, aclaró que para aspirar a estar en su equipo, Reutilio debería jugar en la serie provincial de Holguín, un requisito indispensable “que reglamenta la Dirección de Deportes”.
Este, sin embargo, no parece un obstáculo importante para un hombre voluntarioso y entregado. De ser así, el próximo agosto, cuando se dé la voz de “play ball” de la Serie Nacional 58, Reutilio podría volver a los estadios. Solo que ahora, en lugar de Avispa, estaría vestido de Sabueso.
Cargar con la losa enorme de ser el hermano de un deportista desertor sin duda alguna limitó sus posibilidades de integrar los equipos Cuba. En Santiago de Cuba se tomaron la molestia de exhibir en el antiguo video club de Plaza de Marte, actual Salón del Son, la pelea que su hermano perdió contra Forrest Whitaker. Estamos hablando de cuando el tema de los atletas desertores era tabú. También estuvo en medio Carlos Tabares. Cuando dos jugadores más o menos igual de talentosos para la misma posición compiten por un hueco en la Selección Nacional lo habitual siempre ha sido que proricen al jugador capitalino. Quizás la única vez que no haya ocurrido así fue con la combinación short stop- segunda base, la que conformaron Germán Mesa- Juan Padilla en Industriales y la que tenían Evenecer Godínez y Antonio Pacheco en Santiago de Cuba. La solución salomónica fue romper ambos dúos y armar otro mucho mejor, superior. El problema es que Juan Padilla si era integrado como segundo segunda base del Cuba, lo que no ocurría con Evenecer Godínez, con registros defensivos y ofensivos más o menos notables, incluso, durante años, el récord de triples del baseball nacional.