Justo en el momento clímax del Campeonato Mundial masculino de voleibol, Robertlandy Simón, una de las lujosas piezas extraviadas del deporte cubano en el presente siglo, se ha robado los titulares sin dar un solo salto en la cita del orbe que organizan Italia y Bulgaria.
El portentoso habanero, capitán de la selección cubana subcampeona universal en el 2010, aparece como objetivo prioritario de Bulgaria, que pretende incorporarlo a su escuadra nacional en algún momento del 2020.
Así lo hizo saber Lubo Ganev, vicepresidente de la Federación de Voleibol de esa nación europea, quien reconoció el interés por contar con los servicios del cubano. “Tenemos los documentos necesarios para la naturalización de Robertlandy Simón. Ahora estamos esperando.
“Una vez que se hayan emitido sus documentos, nos comunicaremos con la Federación Cubana de Voleibol y respetaremos el período de gracia de dos años durante el cual Simón tendrá que esperar para jugar por el equipo nacional de Bulgaria, según las reglas de la Federación Internacional (FIVB)”, apuntó Ganev a Sportal.bg.
Este es un proceso simple, cuya mayor dificultad es el tiempo de inactividad por el que deben atravesar los voleibolistas en torneos de selecciones. Dicho capítulo ya lo han sufrido, por ejemplo, otros cubanos como Osmany Juantorena (hoy representante de Italia), Wilfredo León y Yoandy Leal, quienes a partir del 2019 podrán jugar con Polonia y Brasil, respectivamente.
Para Simón, uno de los voleibolistas más espectaculares de los tres últimos lustros, este representa un nuevo paso en su carrera, el cual da a sus 31 años, quizás un poco tarde. Antes el cubano mantuvo su postura de regresar a jugar con la Isla y, por ende, rechazó múltiples ofertas de nacionalización.
“Si un día cambian las cosas, yo estoy dispuesto a jugar con Cuba. En miles de entrevistas me han preguntado si algún día jugaré por otro país y siempre respondo que soy cubano. Siempre seré cubano”, dijo al periodista Charly Morales en el 2013.
Pero desde aquel momento las cosas no han cambiado en el organismo rector del deporte en Cuba, por lo que ha sido el propio Simón quien ha determinado dar un giro brusco al volante y optar por competir con otra camiseta, teniendo en cuenta que, por su edad, es previsible que su pico de máximo rendimiento baje paulatinamente.
El caribeño, hijo del basquetbolista Roberto “la Piedra” Simón, estaría disponible para vestir el traje búlgaro a finales del 2020, ya con 33 abriles. El problema en este punto es que el permiso de la FIVB debe llegarle a finales de año, un par de meses después del cierre de los Juegos Olímpicos de Tokio, objetivo marcado del cubano y de la selección búlgara.
No existen demasiados precedentes positivos, pero seguramente la Federación del país balcánico presionará para obtener una concesión de la FIVB y que Simón pueda, entonces, participar en la cita estival japonesa, quizás su última oportunidad de competir bajo los cinco aros.
Bulgaria busca reverdecer laureles tras 11 temporadas sin obtener ningún resultado relevante a nivel global (fueron bronce en el Mundial del 2006 y plata en la Copa del Mundo del 2007). Además, pretenden regresar al escenario olímpico luego de no clasificar a la última edición de Río de Janeiro.
La pugna por Simón no es el único frente abierto de los búlgaros, que también desean convencer al experimentado Matey “el Emperador” Kazisky para que regrese al plantel, después de varios años de ausencia por diferencias con Dancho Lazarov, presidente de la Federación de la nación europea.
En este sentido, puede ayudar mucho la relación de amistad entre Kazisky, uno de los mejores atacadores de los últimos 15 años, y Plamen Konstantinov, actual técnico del conjunto búlgaro. Ellos compartieron equipo durante la pasada década y fueron líderes en los últimos triunfos internacionales de su país.
El retorno Kazisky, la recuperación de Georgi Bratoev y la permanencia de la actual estrella del conjunto nacional, Tsvetan Sokolov (compañero de Simón en el poderoso club italiano Lube Civitanova) sentaría las bases de una fuerte selección para afrontar el complejo camino clasificatorio rumbo a Tokio 2020.
En cuanto a Simón, su caso viene a confirmar el extraño momento que vive el voleibol cubano en la actualidad. Por una parte, la joven selección nacional naufraga con estrépito y nos hace saber que a la presente generación todavía le falta bastante para madurar y competir al más alto nivel, y por otra, los mejores jugadores antillanos de la historia triunfan en ligas profesionales y abren las puertas a defender los colores de otros países a nivel internacional.
Este panorama enfría el alma de los millones de seguidores del deporte de la malla alta en la Isla, desolados al ver como una de las mejores generaciones en la historia del movimiento atlético cubano, sin distinción de disciplinas, se dispersa por el mundo sin opciones de regresar a vestir el traje de las cuatro letras.
https://www.youtube.com/watch?v=8Im4unhw6Yk