Por Daniel Romera Mejías, Universidad de Sevilla y Waldimeiry Correa da Silva, Universidad de Sevilla
La invasión rusa de Ucrania en 2022 marcó un punto de inflexión en la geopolítica europea y global, desafiando los cimientos del orden de seguridad establecido tras la Guerra Fría. Lo cierto es que, habiéndose cumplido tres años desde el inicio del conflicto, la Unión Europea (UE) se enfrenta hoy a una diversidad de escenarios que podrían redefinir no solo el futuro de Ucrania, sino también el papel y la influencia de Bruselas en el escenario internacional.
El conflicto ha evidenciado las limitaciones de su política exterior y de seguridad, subrayando la dependencia de Europa respecto a alianzas transatlánticas y sus vulnerabilidades ante la crisis en su vecindario más inmediato.
En este contexto, es crucial analizar los posibles desenlaces del conflicto y comprender cómo podrían afectar a la UE, centrándonos en los tres escenarios más plausibles en este momento.
Primer escenario: negociación Rusia-EE. UU.
La reciente reelección de Donald Trump añade una capa de complejidad al dilema de seguridad comunitario, amén del reto comercial.
Washington ha intensificado sus contactos con Moscú para explorar posibles acuerdos sin contar con la UE o Ucrania. Aunque el secretario de Estado, Marco Rubio, ha asegurado que Bruselas y Kiev serán incluidas cuando las negociaciones sean serias, esta afirmación deja en evidencia un hecho fundamental: sigue siendo Estados Unidos quien decide cuándo y cómo puede intervenir Europa en la resolución de un conflicto que afecta directamente a su territorio.
Esta exclusión de las negociaciones entre Rusia y EE. UU. en Arabia Saudí debilita la influencia europea y podría resultar en acuerdos contrarios a sus intereses. Además, la posible exigencia estadounidense de concesiones económicas, como el acceso a tierras raras ucranianas, agrava las tensiones al comprometer la seguridad industrial y tecnológica europea.
Esta situación refleja patrones de la Guerra Fría, cuando Washington definía la seguridad europea sin una participación real del Viejo Continente. Aunque los líderes europeos han convocado reuniones de emergencia para reforzar su posición, sus esfuerzos parecen más una reacción que una estrategia de autonomía real, dejando en duda su capacidad para influir en el desenlace del conflicto.
Segundo escenario: adhesión a la UE sin integración a la OTAN
El segundo escenario plantea una serie de desafíos complejos para Bruselas. Tradicionalmente, la membresía en la OTAN ha sido vista como una suerte de complemento a la adhesión a la UE, que no ha desarrollado sus capacidades defensivas al considerar que la alianza trasatlántica proporciona un marco de seguridad colectiva que refuerza la estabilidad regional, lo que deja a una Ucrania dentro de la UE en una suerte de zona gris.
De la misma manera, la reconstrucción del país representaría un enorme reto económico para un continente ya amenazado por la recesión. Aunque existen fondos fiduciarios, es altamente probable que Bruselas asuma gran parte de la carga financiera, como lo ha hecho hasta ahora con la movilización de 134 mil millones de euros.
El dilema para la UE es claro: si acepta la adhesión de Ucrania sin un marco de seguridad sólido corre el riesgo de asumir una enorme responsabilidad económica y política sin garantías de estabilidad en la región.
Si, por el contrario, trata de vincular esta adhesión a compromisos de seguridad más firmes como una mayor presencia militar europea en territorio ucraniano, podría enfrentarse a un choque directo con Moscú.
En cualquier caso, el proceso de adhesión será largo y complejo, lo que daría a Bruselas algo de oxígeno para plantear un papel más proactivo en defensa y seguridad.
Tercer escenario: prolongación del conflicto
La prolongación de la guerra en Ucrania sigue siendo un escenario realista, lo que amenaza la estabilidad de la UE, exacerbando la inflación y el descontento social, lo que dificulta la unidad en torno a las sanciones contra Rusia y el apoyo a Kiev.
Además, el ya manifiesto cambio en la política estadounidense bajo la administración Trump, con la reducción o condicionamiento del respaldo a Ucrania, obligaría a Bruselas a asumir un papel más activo en la asistencia militar y económica, una carga que hasta ahora compartía, aunque de forma desigual, con Washington.
La propuesta del Reino Unido de enviar tropas a Ucrania introduce una variable que podría redefinir el papel de Europa en el conflicto. Aunque esta iniciativa no cuenta con el respaldo explícito de Bruselas (a expensas de lo que se decida en la cumbre de líderes europeos en París), sí refleja la creciente presión sobre la Unión Europea para asumir una mayor responsabilidad en la estabilidad regional. Esto abriría la puerta a un nuevo escenario, nunca explorado por la organización europea, que a día de hoy no parece probable.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirmaba que Europa ya no puede externalizar su seguridad, pero sigue en duda si está preparada para asumirla, dada la reticencia de los Estados a ceder control sobre sus fuerzas armadas.
En un contexto de reconfiguración geopolítica, la UE debe liderar la construcción de un nuevo orden de seguridad basado en una defensa comunitaria que garantice autonomía estratégica y estabilidad. Aunque desconocemos cuántas reuniones, cumbres o foros serán necesarios hasta que los líderes europeos alcancen esta conclusión, la advertencia de Zelenski en Davos es clara: “Putin no teme a Europa”, por lo que esta debe aprender a defenderse por sí misma.
Daniel Romera Mejías, Investigador en el departamento de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, Universidad de Sevilla y Waldimeiry Correa da Silva, Investigadora Distinguida EMERGIA – Departamento de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, Universidad de Sevilla
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.