¿Quiere enviar dinero rápidamente a una provincia en Cuba? ¿Mandar bultos a la isla pagados por kilo? ¿Contratar a la distancia un taxi particular en La Habana? ¿Un menú a domicilio de arroz congrí, pierna asada y plátano frito? ¿Cigarros Populares? ¿Unos Cohiba?
Bienvenido a Mérida, la capital del estado de Yucatán, en el sureste mexicano, asiento de una comunidad cubana que mantiene una fluida relación con su país de origen, en buena medida gracias a la distancia de apenas una hora de vuelo.
Igual que para otros extranjeros y muchos mexicanos, Yucatán es atractivo por ser el estado más seguro de México, un dato decisivo cuando se compara con la violencia de otras entidades.
La comida y las costumbres tienen fuertes puntos de contacto con las de Cuba: el cerdo en la mesa, el culto a la guayabera, la pasión por el beisbol o la tertulia en torno al café fuerte. El clima es de lo más parecido al cubano, aunque en Mérida el calor es mayor.
Pero quizás haya un hecho más importante: cubanas y cubanos son muy bien acogidos por la sociedad meridana. En contraste, esa sociedad, celosa de su vida apacible, se incomoda con la creciente llegada de extranjeros y mexicanos, que buscan en la capital yucateca un destino amigable para la jubilación o para la migración digital y el home office.
En los últimos cinco años casi se duplicó la población extranjera residente en Yucatán, según un análisis de la Unidad de Política Migratoria, Registro e Identidad de Personas de la Secretaría de Gobernación, basado en el Censo de Población y Vivienda de 2020.
Los principales países de origen de los extranjeros residentes en Yucatán son Estados Unidos (28.9 %), Cuba (13.6) y Venezuela (11.7), de acuerdo con la misma fuente. El 78.6 % de esa población vive en Mérida.
En realidad los lazos de Yucatán con Cuba son muy antiguos. En la época colonial los conquistadores llevaron indígenas mayas a la isla como esclavos y otras grandes migraciones ocurrieron en los siglos XIX y XX.
En sentido contrario, aunque ha habido a lo largo del tiempo un constante flujo de migración cubana a México, no había surgido una presencia masiva en Yucatán como ahora.
A la capital yucateca han llegado para radicarse cubanas y cubanos de las más diversas ocupaciones: artistas, músicos, profesionales, comerciantes, jóvenes que buscan continuar sus estudios o jubilados.
Son residentes temporales o permanentes, emparentados con mexicanos o no. Hay, igualmente, una población flotante de migrantes que buscan radicarse en Mérida o sólo pasar un corto tiempo en la ciudad, antes de emprender el viaje hacia el norte. Hay quienes frecuentan un céntrico restaurante de comida típica, animado con música cubana.
La comunidad se distingue por su ánimo solidario. Cualquiera ayuda al recién llegado a ubicarse, a navegar en el escenario desconocido. Ya ha habido casos de exitosas colectas para cubrir los gastos de algún cubano que tuvo una emergencia de salud, fue a parar a un hospital privado y se enfrenta a una factura impagable.
Ese conglomerado demanda bienes y servicios muy peculiares. Es la clientela cautiva de un mercado informal, que existe en redes sociales, mensajería o el infalible boca a boca.
Ahí se puede, por ejemplo, conseguir de urgencia un medicamento que debe estar en cuestión de días en algún punto de Cuba. Hay forma de hacer llegar paquetes de comida a la isla, pagaderos desde Mérida en pesos mexicanos.
Hay ofertas —y abundante demanda— para tramitar citas en el consulado de México en La Habana mediante canales particulares, una práctica irregular que involucra a personas de ambos países y que ninguno de los dos gobiernos ha logrado contener.
Y por último, aunque no menos importante, este mercado virtual tiene disponibles productos que sólo apreciará quien conozca la isla: malta Bucanero, una popularísima bebida extremadamente dulce; los cigarros fuertes H. Upmann, keratina brasileña, una solución para alaciar el pelo o café La Llave, fabricado en Estados Unidos pero de vieja tradición cubana.
Hay viajeros que llegan a Mérida con esos bienes, a sabiendas de que pronto les darán alguna ganancia.
En el último extremo, hay quien transporta y vende hasta “colcha para trapear”, el trozo de tela que se usa para lustrar los pisos y que, según la tradición oral, no tiene comparación con ninguna otra en el mundo…
*Este texto fue publicado originalmente en el blog Las dos aceras. Se reproduce con la autorización expresa del editor.