Por María Santos-Sainz, Université Bordeaux Montaigne
Con tan solo nueve años, Virginia Wolf redacta sus primeros artículos para el periódico que ha creado en 1891 con su hermana mayor, Vanessa. El título de la cabecera del diario es Hyde Park Gate News, inspirado en el nombre de la calle donde viven, situada en el elegante barrio londinense de Kensington.
En él escriben breves crónicas a mano de la vida cotidiana, historias de la familia y amigos. En el primer número presentan caricaturas de los hermanos y anécdotas que les suceden, cargadas a veces de tintes satíricos. Esta aventura periodística dura cuatro años. El hogar de los Stephen cuenta con otro diario rival: The Talland Gazette, redactado por su hermano Adrian.
La prensa forma parte del entorno familiar propicio al periodismo. El padre, Sir Leslie Stephen, es periodista y escritor. La pequeña Virginia, tras los pasos de la tradición paterna, manifiesta ya desde su infancia una precoz inclinación por la escritura. Más tarde, el periodismo se convierte en su primera profesión.
Virginia Woolf posee el arte de transformar toda experiencia en palabras. Autodidacta, nunca fue al colegio ni a la universidad. Lectora voraz, es en la fabulosa biblioteca familiar donde descubre a los clásicos y la literatura con mayúsculas. Sus primeros pasos en la escritura profesional los da precisamente gracias al periodismo. Debuta en este oficio en 1904, antes de convertirse en novelista y editar su primera novela Fin de viaje (1915), con 33 años.
Su actividad periodística la ejerce como crítica literaria y articulista a lo largo de toda su vida. Publica numerosos artículos en diversos medios de comunicación –tanto en Inglaterra como en Estados Unidos–, principalmente en The Guardian, Times Literary Supplement, Nation & Athenaeum, Criterion, Academy and Literature, Atlantic Monthly, Saturday Review of Literature, New York Evening Post, New Republic y la prensa popular femenina como Good Housekeeping y Vogue, entre otros.
Dinero y una habitación propia
Su ansia de emancipación la empuja a dedicarse al periodismo, un territorio propicio para ejercer la escritura. El periodismo literario es su principal fuente de ingresos, un espacio donde forja su pluma, experimenta y explaya sus pensamientos. En su célebre ensayo Una habitación propia (1929), sostiene que “una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción“. Y el oficio de periodista le permite adquirir esa independencia económica que siempre anheló y preconizó para ser una mujer libre.
En una conferencia sobre “Profesiones para las mujeres” en la National Society for Women’s, el 21 de enero de 1931 en Londres, la escritora reivindica a partir de su propia experiencia como periodista la importancia de la emancipación de la mujer:
“Contar mi historia es simple. Sólo tienen que imaginarse a una chica en un dormitorio con un lápiz en la mano. Sólo tenía que mover ese lápiz de izquierda a derecha de las diez en punto a la una. Entonces se le ocurre hacer lo que es lo suficientemente simple y barato después de todo, meter algunas de esas páginas en un sobre, fijar un sello de centavo en la esquina y dejar caer el sobre en el buzón de correos de la esquina. Fue así como me convertí en periodista; y mi esfuerzo fue recompensado el primer día del mes siguiente –un día muy glorioso para mí– por una carta del director que contenía un cheque de una libra y una decena de peniques”.
Un oficio olvidado para los biógrafos de Woolf
Resulta interesante este texto ya que Virginia Woolf asume, incluso publicita, su trabajo como periodista, un oficio olvidado en la mayoría de las biografías que la han consagrado. Si el periodismo le permite ganarse la vida, a él se dedica plenamente antes de lanzarse como escritora. Una profesión que compagina incluso cuando ya es una novelista reconocida, dándole la misma importancia que a su obra narrativa.
La prueba: la novelista publica una selección de sus artículos ensayísticos en 1925 bajo el título de The Common Reader, que le otorga un gran reconocimiento como crítica literaria. La gran mayoría de sus artículos han sido reunidos en varios volúmenes por Andrew McNellie.
Su dimensión periodística apenas ha despertado el interés que merece, salvo el libro de Lelia Brosman Reading Virginia Woolf Essais and Journalism, donde reivindica el estudio de los ensayos de Woolf desde un punto de vista periodístico.
Así, los estudios académicos literarios la han presentado únicamente como ensayista –siempre bajo la etiqueta de “Los ensayos de Virginia Woolf”– y no como periodista o articulista, quizás por considerar el periodismo como un género menor.
Hay que tener en cuenta que sus artículos fueron realizados en un contexto de producción periodística con lo que ello conlleva de periodismo literario y de actualidad en la esfera pública comercial.
Primer artículo sobre las hermanas Brontë
A los 22 años, Virginia Woolf publica su primer artículo en The Guardian. Una edad en la que muchos de los jóvenes periodistas de hoy están aún haciendo prácticas. Su amiga Violet Dickinson le presenta a la redactora jefe del suplemento femenino –la única puerta de entrada para una mujer que aspira al periodismo en aquella época– y Virginia le propone colaborar. Primero publica una reseña sobre el novelista americano W.D. Howells y luego el artículo, titulado “Peregrinaje a Haworth”, aparece sin firma en el mes de diciembre de 1904. En él, Virginia relata su visita al presbítero Haworth Parsonage, donde vivieron las hermanas Brontë. Así inicia su carrera como periodista.
Sus primeras reseñas en The Guardian son anónimas. Más tarde, colabora en otras publicaciones prestigiosas como el Times Literary Supplement y la revista Nation &Athenaeum, de cuyas páginas literarias es responsable su marido, Leonard Woolf, con quien funda la editorial Hogarth Press.
Conviene lamentar que la actividad periodística de Virginia Woolf haya sido relegada a un segundo plano. La novelista estuvo volcada fundamentalmente en la crítica literaria pero también deja otros escritos periodísticos más políticos ligados a la actualidad en los que defiende la causa feminista, el pacifismo o su apoyo a la República durante la guerra civil española, donde su sobrino pierde la vida como miembro de las Brigadas internacionales. Ferviente pacifista, en su ensayo sociopolítico Tres Guineas aborda la cuestión de “¿Como podemos evitar la guerra?”, en donde denuncia el fascismo y la discriminación femenina en la sociedad patriarcal inglesa.
El arte del ensayo periodístico
Su producción periodística, que representa un corpus de más de 500 artículos, demuestra el compromiso de Virginia Woolf con el periodismo. Destacan dos tipologías de textos: por una parte, aquellos apegados a la actualidad literaria con reseñas de libros. Por otra parte, se encuentran artículos de fondo, que responden al género del ensayo periodístico, donde la escritora da libre albedrío a su reflexión sobre la literatura y la creación.
El ensayo periodístico le permite establecer un diálogo directo con los lectores –donde abundan los guiños y a veces cierta ironía– y una confrontación entre la tradición literaria y la cultura.
También desvela a veces sus propias confesiones incluso se adentra en el territorio de la ficción con total libertad. En un artículo titulado “Decadencia del Ensayo” publicado en la revista Academy and Literature el 25 de febrero de 1905, Virginia Woolf sienta las bases de su concepción y renovación de este género periodístico que ella califica de “ensayo personal”:
“La más marcada innovación literaria es el ensayo personal. No podremos negar que remonta a Montaigne, pero podemos perfectamente situarle entre los modernos. (…) Alcanzar la cima del arte del ensayo, con la indecible facilidad con la que escribimos ensayos, como si esta forma fuese, mas que otra, nuestra manera natural de expresarnos. (…) Esta forma nos permite decir lo que de ninguna otra forma no nos permite decir con tanta precisión”.
Para la escritora el ensayo periodístico, como género de opinión, del comentario, es “ante todo una expresión de una opinión personal”.
Destacan igualmente en su producción periodística las biografías de las grandes figuras de la literatura, autores fetiches como Dostoievsky, pasando por Montaigne o Tolstoi, por citar algunos ejemplos, sin olvidar a Jane Austin, Kipling, Whitman o Henry James…. En un artículo publicado en el Times Litterary Supplement, el 31 de enero de 1924, rinde homenaje a Montaigne:
“Aquí tenemos a alguien que triunfó en la arriesgada empresa de vivir, que sirvió su país y vivió retirado; fue terrateniente, marido, padre; entretuvo a reyes, amó a mujeres y meditó durante horas a solas inclinado sobre libros antiguos. Mediante el perpetuo experimento y la observación de lo más sutil logró por fin un milagroso equilibrio de todas esas partes caprichosas que constituyen el alma humana”.
Un padre autoritario y controlador
Precisamente, sobre “El arte de la biografía” publica un artículo con este mismo título en la revista Atlantic Monthly en abril de 1939. Resulta curioso pensar que Virginia hereda este gusto particular por la biografía que tan bien cultivó su padre, Sir Leslie Stephen, redactor jefe del Dictionary of National Biographie. Un padre culto y refinado, que tras quedarse viudo, se vuelve autoritario y controlador de sus hijas. Más tarde, Virginia confiesa en su diario íntimo, el 28 de noviembre de 1928, a la edad de 46 años, cómo su muerte le libera para escribir:
“Cumpleaños de mi padre. Hoy hubiera cumplido noventa y seis años. Si, noventa y seis. Hoy hubiera tenido noventa y seis años, igual que otras personas que he conocido, pero afortunadamente no los tiene. Su vida hubiera acabado con la mía. ¿Qué hubiera ocurrido? No hubiera escrito. No habría publicado libros. Inconcebible”.
En sus artículos de crítica literaria, Virginia Woolf se entusiasma por los clásicos y la influencia que ejercieron sobre ella –en especial la literatura francesa y rusa–. En su selección abundan los autores ya desaparecidos más que sus contemporáneos. A Virginia Woolf le resulta difícil juzgar a sus coetáneos, un dilema eterno de los escritores que ejercen también como críticos literarios.
Algunos autores como E. M. Forster alaban su estilo personal, libre e inconfundible. En una conferencia tras la muerte de Virginia, Foster elogia sus cualidades de crítica literaria, su fineza de análisis y pertinencia. Sin embargo, le reprocha su dificultad para analizar a sus coetáneos. Este es el caso de James Joyce, al que califica tras la publicación de Ulises de “memorable catástrofe”.
Los diarios de Virginia Woolf hacen referencia a menudo a sus colaboraciones periodísticas en The Times. A veces se queja que le envíen libros que no le interesa reseñar, otras veces es ella quien propone un autor que le suscita un gran interés.
La escritora confiesa su desasosiego ante la presión de los lectores y teme que se la juzgue mal en su toma de posiciones, como confiesa en su diario el 15 de abril de 1920:
“Pretencioso, dicen ellos; y una mujer que escribe bien, y que además escribe en el Times, no hay más que hablar”.
Su incesante labor periodística a veces la abruma, pues a ella se entrega con mucho empeño, como reconoce en otra anotación de su diario, el 11 de abril de 1931:
“Estoy muy cansada de corregir mis propios escritos –esos ocho artículos– a pesar de que he aprendido a escribir deprisa, lo cual quiere decir prescindir de los remilgos. Quiero decir que el estilo es libre; pero corregir es un trabajo repelente, que me da náuseas. Y el condensar y el cortar. Y me piden artículos y más artículos. Tendría que escribir artículos eternamente”.
En sus reseñas elabora una teoría literaria basada en su propia práctica de escritora a partir de sus preferencias de lectora, como evoca en el artículo “Releer novelas”, publicado en Times Literary Supplement:
“Arrancar una emoción y embriagarse de ella y cansarse y arrojarla bien lejos es tan frecuente en la literatura como en la vida. Mas, si destilamos este placer a partir de Flaubert, el más austero de todos los escritores, no hay límite en cuanto a los efectos embriagadores de Meredith, Dickens y Dostoievski, de Scott y Charlotte Brontë”.
En otros artículos aborda no solo sus lecturas, sino también la noción de biblioteca, las fronteras de la ficción… todo ello aderezado con un lenguaje muy cuidado, fluido y directo. Su vanguardismo le lleva incluso a practicar una libertad estilística con las convenciones tipográficas y la puntuación. En las cualidades periodísticas de Virginia Woolf destaca la gran claridad y agilidad de pensamiento en su reflexión literaria, marcada por el omnipresente “yo”.
Feminismo y compromiso político
Entre sus artículos ligados a la actualidad subrayar aquellos de carácter más político como “Recuerdos de una cooperativa de obreras”, publicado en Yale Review en septiembre de 1930. Con un tono editorializante describe las ansias de emancipación de las mujeres obreras y reclama el derecho de las mujeres al voto:
“En este vasto público, entre todas estas mujeres que trabajan, estas mujeres que tienen hijos, estas mujeres que friegan y cocinan y regatean con todo y saben lo que pueden gastar, entre todas ellas ni una sola tiene el derecho al voto”.
En otros pasajes se extiende en la reivindicación del divorcio, la educación, la subida salarial de las mujeres trabajadoras y reclama reducir la jornada laboral. Este artículo que tiene mucho de editorial, se apoya en numerosos datos en su denuncia de las condiciones de explotación de las obreras:
“La mayoría de estas mujeres habían comenzado a trabajar a los siete u ocho años, limpiando las escaleras los domingos por un penique, o llevando la comida a los hombres de la fundición por dos peniques. Ellas habían entrado a la fabrica a los catorce años. Ellas trabajan de siete de la mañana a ocho o las nueve de la noche y ganan entre trece y quince shillings la semana”.
Comprometida con su tiempo, icono del feminismo –en su batalla por liberar a las mujeres de la tiranía del sistema patriarcal– Virginia Woolf se sirve del periodismo para expresar sus posiciones sobre los acontecimientos políticos e históricos que le tocan vivir. Un terreno donde vierte primero muchas de las reflexiones que desarrolla después en sus célebres ensayos : Una habitación propia (1929) y Tres guineas (1938).
Con el trasfondo de la tragedia de la segunda guerra mundial y los bombardeos incesantes que padece Londres, la periodista-escritora publica en 1940 el artículo “Consideraciones sobre la paz en tiempos de guerra” en la revista neoyorquina New Republic, el 21 de octubre de 1940, todo un alegato pacifista frente a la barbarie que nos interpela en los conflictos bélicos de hoy:
“Los alemanes pasaron por encima de esta casa anoche y la noche anterior. Aquí están de nuevo. Es una experiencia extraña estar tumbada en la oscuridad y oír el zumbido de un abejorro que puede mandarte al otro mundo en cualquier momento. Es un sonido que impide pensar fría y coherentemente acerca de la paz. Pero al mismo tiempo es un sonido –mucho más que oraciones e himnos– que nos debería obligar a pensar sobre la paz”.
La lectura de estos artículos de Virginia Woolf rezuma una gran actualidad en un mundo sacudido aún por el desastre de la guerra, pero también por la necesidad de proseguir el combate feminista por una plena igualdad. Artículos que tienen aún hoy una gran resonancia en nuestra conciencia contemporánea.
María Santos-Sainz, Maître de conférences (HDR), Institut de Journalisme Bordeaux Aquitaine, Université Bordeaux Montaigne
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.