¿Importar por cuenta propia?

Dos propuestas: una tercera opción para la importación que pueden llevar a cabo las personas naturales en Cuba (incluye emprendimientos privados), y liberar de restricciones y aranceles aduanales la importación privada de cuatro elementos.

Foto: Randdy Fundora

De acuerdo con la lógica oficial en Cuba, todas las importaciones deben realizarse a través de instituciones estatales, o no se contaría con divisas para financiar la industria nacional y generar empleos. Sin embargo, el planteamiento es inexacto. El problema, al igual que otros tantos, se nos presenta como una elección de supervivencia dicotómica, pero no lo es. 

Lo interesante es que el mismo gobierno cubano ha venido desinflando durante los últimos años, aunque no libre de campales forcejeos, algunas de estas falsas dicotomías que, parapetadas en dogmas más que en principios socialistas, han sido responsables por toda la línea de falencias económicas que podrían saldarse a pesar del criminal bloqueo de los Estados Unidos. 

Ahora, ¿de qué modo la flexibilización en los mecanismos de importación desangraría las divisas del desarrollo, amenazando la generación de empleo? 

Oficialmente, una persona natural en Cuba, que además de los hogares también incluye a los emprendimientos privados, solo puede importar objetos siguiendo uno de estos dos canales:

1) utilizando equipaje correspondiente a un viajero, sea acompañado o no;

2) a través de alguna de las 40 empresas estatales autorizadas recientemente a importar encargos de este segmento. 

Y aquí se dio sin dudas un paso de avance. Las nuevas normas para las importaciones abrieron para el sector no estatal la posibilidad de acceder a canales formales del comercio exterior, y crearon vías para comenzar a reconocerles las erogaciones externas en su ficha tributaria. No obstante, les impusieron una intermediación que no siempre necesitan y que puede encarecerles la factura entre un 20-40 %, sin que el emprendimiento tenga prácticamente opciones para licitación. 

De esta manera, se debate sobre la necesidad de autorizar una tercera opción en este contexto:

3) que el sector no estatal (valdría, de paso, incluir también a todas las empresas estatales) pueda contratar directamente con el proveedor externo, a su cuenta y riesgo, sin la obligación de someterse a la intermediación de las importadoras designadas.

En cualquiera de las dos primeras opciones, que son las que existen actualmente, ya las divisas fluyen hacia el exterior a cambio de los bienes que se incorporan a la economía; sean de consumo personal, equipos estandarizados, medios de producción especializados, o insumos intermedios.

Permitir la contratación directa no modificaría la magnitud de este flujo, solo eliminaría las garantías de una renta extraordinaria a las empresas premiadas, cuya fuente no proviene necesariamente del valor que crean sino de un poder de mercado artificial, concedido administrativamente. Si los márgenes comerciales aplicados son los justos, no serán las utilidades de estas importadoras las que financien el desarrollo de la industria nacional. 

Esta intermediación de las empresas estatales de comercio exterior puede ser imprescindible para el éxito del proceso en muchos emprendimientos, pero también puede implicar un costo injustificado para otros que no la necesitan. 

Una conexión más eficiente del sector privado con las importaciones puede desplegar encadenamientos muy dinámicos, cuestión clave si se pretende que logren exportar, y provechosos también para las empresas estatales.

Análisis Económico: Las posibilidades del emprendimiento en Cuba son infinitas

Otra arista del asunto es que emprendimientos privados con capacidad importadora tendrían potencial para agujerear el cerco económico externo, en beneficio de toda la economía. 

Por otra parte, hay productos, los bienes estandarizados, para los cuales las empresas estatales cuentan con evidentes ventajas de escala. Para desbancar a esos “traficantes de equipajes”, que un reconocido economista llamó los fenicios del caribe, y captar esas divisas, existe un mecanismo en teoría muy efectivo, pero que se encuentra visiblemente atascado. Las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC) no están completando su ciclo a la velocidad que se requiere.

A ver si entendemos el concepto: no puede haber colas en estas tiendas, no pueden agotarse artículos, no puede haber restricciones de ningún tipo para la compra de productos en ellas, y no puede haber oportunidades de beneficios para revendedores. Su operatoria debe estar restringida exclusivamente por la capacidad de la demanda. La demanda tiene que mandar aquí; de lo contrario, sería lo mismo que si estuviéramos restringiendo las exportaciones en frontera. Irracional. 

Es cierto que la situación financiera está extremadamente tensa por las razones ya conocidas, y las autoridades se han visto obligados a hacer magia para mantener consumos globales mínimos. Pero el reabastecimiento de estas tiendas tiene que ser la prioridad. Se puede utilizar el margen comercial que se obtiene de estas ventas, pero el capital para restituir inventarios tiene que ser sagrado. 

Las tiendas en MLC, con su enorme impacto sobre la percepción directa de las desigualdades, solo benefician al socialismo cubano si venden todo lo que pueda ser comprado y recaudan cuanto antes todo lo que la demanda esté dispuesta a pagar. Si no es posible superar este modelo de “economía restringida por la oferta” en este pequeño y sencillo mercado que opera sin restricciones aparentes de liquidez, no lo superaremos en ningún otro.

Ahora, independientemente de la gran estrategia, hay urgencias que reclaman acciones mínimamente creativas que demuestren verdadero sentido del momento histórico. 

Sin extender el argumento de lo insensatas que considero las regulaciones aduanales que norman actualmente las importaciones de los viajeros, destaco que la circunstancia exige desde hace tiempo una reacción proactiva, al menos para determinados bienes. Por ejemplo, ante la actual crisis, no hay una razón de peso para que no se libere completamente la entrada de alimentos y medicamentos al país. 

Otros ejemplos más estructurales saltan a la vista. Si el Ministerio de Energía y Minas (MINEM), junto a otros organismos, libra una enorme batalla por reducir ese escalofriante 95 % de la matriz energética nacional que se compone de combustibles fósiles, ¿cómo es posible que la norma de Aduana no estimule la importación privada de tecnologías de generación renovable? ¿Qué significa pensar como país? 

Las regulaciones aduanales constituyen un instrumento de la política comercial que debe estar al servicio de la política de desarrollo. En una economía tan abierta como la cubana, estas regulaciones tienen un formidable potencial como instrumentos indirectos de regulación. Ante las actuales circunstancias, a mi juicio, una política comercial correcta debería autorizar, libre de restricciones e impuestos, la importación privada de, al menos, cuatro elementos imprescindibles: alimentos, medicamentos, insumos agrícolas y tecnologías de energía renovable. 

Por último, las autoridades cubanas han reconocido que el reciente cambio de concepto, que promueve la actividad privada en una amplia estela de ámbitos de la vida económica, debe consolidarse.

Complementariedad, diversificación, dinamismo, innovación, y sobre todo, empleo, son algunos de los beneficios potenciales que el desarrollo de la actividad privada aportaría al desarrollo de la industria nacional. Quien aspire a que el sector estatal genere un volumen significativo de empleos durante los próximos dos años, en lugar de producir el ajuste necesario, es porque no ha comprendido el sentido de la “tarea ordenamiento”.

El sector estatal es responsable de producir cuanto antes un impacto global en la productividad. La responsabilidad de asumir la generación de empleo a corto plazo recae sobre el sector privado. Súmese a ello que, para evitar la tan temida espiral inflacionaria en medio de este proceso, es imprescindible garantizar una rápida respuesta de oferta, venga de donde venga.

Optar por determinado grado de proteccionismo como parte de una política comercial que necesita potenciar una industria nacional muy desmejorada, y en medio de un contexto externo tan hostil, es comprensible y necesario. Pero el concepto no se puede aplicar de forma dogmática porque el costo no debe ser ausencia de oferta, subconsumos, y restricciones al acceso de medios de producción que pudieran ser, en alguna medida, atenuados con un diseño más sensato.

Hay que continuar sacudiendo la herrumbre de un modelo económico diseñado para el control más que para el desarrollo. 

Salir de la versión móvil