Con el comienzo del siglo xx La Habana se transformó en una ciudad trepidante: nuevos hoteles, teatros, museos, restaurantes y cabarets potenciaron su atractivo cultural hasta situarla al nivel de las más notables capitales del mundo. Los grandes animadores de la vida nocturna de entonces fueron los bares, entre ellos, el Sloppy Joe’s, que compartió popularidad con otros próximos como el del Floridita, el Habana del Sevilla Biltmore, la Bodeguita del Medio, el Café El Louvre, y los de las calles Monserrate y Del Obispo.
Por esos años –del 20 al 33–, en los Estados Unidos estaba vigente la conocida Ley seca, y los barman, turistas, hombres de negocios, acudían a La Habana buscando intimar con las delicatessen prohibidas.
Ubicado en la esquina de Zulueta y Ánimas, muy cerca del Parque Central y el Paseo del Prado, el Sloppy Joe’s se convirtió, entonces, en obligatoria parada de los visitantes. Su dueño, José Abeal y Otero, emigrante español que llegó a Cuba en 1904, fundó el bar en 1918, después de haber trabajado varios años en bares de Nueva Orleáns y en Miami, incluyendo un breve período en restaurantes de La Habana. La nombró de ese modo (Sloppy), por el estado de desorden y suciedad en que halló el local cuando lo adquirió (originalmente tienda de alimentos y bebidas), y Joe (apodo de José).
Considerado por Los Ángeles Times, “uno de los bares más famosos del mundo”, llegó a ser templo de celebridades de Hollywood en los años 40-50: Errol Flynn, Tyrone Power, Gregory Peck, Ernest Hemingway, Mario Moreno (Cantinflas), entre muchos, degustaron su espléndida carta de cocteles –más de 80. Luego el bar sería inmortalizado por el escritor inglés Graham Green en su novela Nuestro hombre en La Habana (llevada al cine con Alec Guiness).
En el Sloppy trabajó, por años, el mítico barman Fabio Delgado, referencia indispensable en su especialidad, creador de los conocidos cocteles Negroni especial, Sol y sombra, Cubanacán y Cuba bella.
Cerrado en los 60 por un voraz incendio, fue reabierto durante el mes de abril del presente año, luego de un minucioso estudio e intervención técnica de expertos de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, quienes rescataron los componentes del bar, su arquitectura, estructura funcional y ambiente.
En la actualidad, el bar es atendido por la compañía Habaguanex. El gerente Ernesto Iznaga nos detalla su diseño de operación: una barra de caoba –la más larga de Cuba–, con capacidad para 25 personas, un salón con mobiliario para 75, y nutridas cartas de cocteles, picadas y tapas, que refuerzan el magnetismo de su tradición con la oferta de las especialidades Sloppy (coctel y sándwich).
(por Fernando Fernández Milián)