A Minam Lim me lo presentó el algoritmo de Instagram en mayo. Yo en ese momento no sabía que seríamos muy buenos amigos. Al inicio, intercambiamos tímidos mensajes por privado.
Su perfil llama la atención: tiene más de 3 mil seguidores, unas fotos espectaculares en las que exhibe tatuajes por todo el cuerpo. Recuerdo que le comenté una en específico, por el contraste visual que proponía.
En la instantánea permanecía en posición de lucha frente a su contrincante, el popular personaje cubano conocido como Marlon, “el Guapo”. Compartí la foto en mis historias y así comenzamos a comunicarnos.
Minam, como lo bautizaran sus profesores de idioma coreano, o Carlos Ernesto Olivera Lim, es descendiente de coreanos que se establecieron en Cuba huyendo de la ocupación japonesa de inicios del siglo XX.
Su familia, sin embargo, no emigró hacia La Habana ni se quedó en Oriente, a donde fueron llevados a inicios del siglo XX los primeros asiáticos de Corea, contratados desde México para trabajar en campos de henequén. Los ancestros de Minam comenzaron su nueva vida en Cárdenas, Matanzas, donde se encuentra el mayor número de descendientes de coreanos en Cuba.
Para nuestra conversación, Minam y yo nos citamos en La Cocó Café, un sitio del barrio Delicias, donde vivimos, decorado con objetos vintage y fundado por la primera mujer motorista de Zaragoza. La señora, de unos sesenta y tantos años, nos interrumpe al entrar para elogiar nuestros tatuajes. Ella también lleva muchos desde su juventud, nos cuenta.
El camino hacia la moda
Minam Lim es un hombre muy comprometido con su imagen. Desde la adolescencia descubrió que le fascinaba el universo de la moda. Sabía que no podría aspirar a las pasarelas por su estatura (175 centímetros), pero sí deseaba posar para el lente. Y así lo ha conseguido. Poco a poco fue abriéndose camino en la fotografía y en el audiovisual. En los inicios no contó con el apoyo de la familia, quienes quizá por su condición humilde, y también por prejuicios, tenían otras aspiraciones para el niño Carlos Ernesto.
Con un poco más de 20 años pudo inscribirse en una academia de modelaje y hacer sus primeros trabajos. Ese primer impulso le sirvió para participar como modelo en varios videoclips, sobre todo de música urbana, y para darse cuenta de que también le apasionaba la actuación.
Pudo trabajar entonces con directores muy aplaudidos en la isla en ese género audiovisual, como Freddy Looms y Asiel Babastro. Esta época la recuerda como una etapa intensa de aprendizaje de la mano de magníficos maestros.
Pedimos un café. También está en la mesa Rocío, la matancera novia de Minam, quien lo introdujo en el mundo de la fotografía y la edición de imágenes. Con ella decidió emigrar hace un año y unos meses.
La pareja llegó a Zaragoza a través de los Países Bajos. Desde entonces solicitaron asilo político y aún esperan por respuesta, hecho que no frena su sueño de lograr hacer una carrera en el cine en este lado del mundo.
Y, en efecto, Minam ha encontrado apoyo de artistas españoles que lo van motivando y guiando en cuestiones de audiciones y agencias. Así fue como logró ser protagonista del reciente videoclip (“Esta noche”) de la talentosa cantante madrileña Liss Da Silva, y posar para la cámara del fotógrafo español Julio Embun.
Además de la pasión por el cine, Minam ama la coctelería. Es el sector en el que se ha especializado. En Zaragoza ha logrado hacer labores de camarero, ayudante de cocina y barman. Saber mezclar licores, usar las medidas justas, crear un sabor agradable al paladar, innovar en una copa, también es un arte, me dice en el mismo momento en que nos traen los cafés a la mesa.
Me cuenta que gracias al vínculo con la gastronomía, tuvo la oportunidad de hacer una residencia en Corea del Sur para estudiar repostería. Allí pudo visitar la tumba de su bisabuelo, en el Cementerio Nacional de Patriotas Coreanos, y cononcer al presidente del país en un encuentro de intercambio cultural.
En su perfil de Instagram también destaca su estilo de vida saludable, su afición por el deporte y la buena alimentación. Indago sobre esto. Me sorprende saber que, más allá de su trabajo como modelo y actor y de las normativas que plantean la mayoría de las industrias, Minam ha adoptado estos hábitos como el camino a seguir para cuidar su salud y lograr cierto equilibrio entre el cuerpo y la mente. Le interesa muchísimo su paz mental.
Me habla desde el conocimiento sobre recetas hipocalóricas y ejercicios en casa. Menciona la palabra clave: disciplina. Lo cierto es que Minam no aparenta tener 33 años y, aunque él lo achaca a la genética, sus hábitos deben influir muchísimo.
Me atrevo a soltar las preguntas que me surgieron desde que lo vi en la pantalla de mi teléfono celular por primera vez: ¿Qué se siente ser cubano y no parecerlo por tener rasgos asiáticos tan marcados? ¿Cuánto hay de Carlos y cuánto de Minam en ti? También le pido que me hable un poco más sobre su familia y cómo han conservado las raíces de sus ancestros.
Comienza hablándome con mucho orgullo de su tía abuela, hermana de su abuelo materno. Martha Lim Kim ha sido un pilar fundamental en la transmisión de la historia de la comunidad a las nuevas generaciones y recuerda que fue ella quien le contó la historia de sus antepasados.
Filósofa y profesora, formó parte de la constitución de la Asociación Coreana de Cuba (ACN) y posteriormente fue su directora. Además, junto a su esposo, se dio a la tarea de escribir la historia de los migrantes coreanos llegados a la isla caribeña en condiciones precarias: Coreanos en Cuba, publicado por la Fundación Fernando Ortiz en el año 2000.
Fue ella quien le contó que su tatarabuelo había llegado a Cuba en un barco, huyendo de la invasión japonesa. Una vez en suelo cubano, se dedicó a cultivar henequén, y a fabricar sogas y otros productos textiles.
En 1959 intentó regresar, junto a otros coterráneos, a su país natal, pero el Gobierno cubano les negó la salida porque se habían nacionalizado. No les quedó otra opción que anclar sus vidas en otra tierra, ya para entonces en medio de un panorama totalmente diferente.
Ser emigrante no ha sido nada fácil para Minam, sobre todo porque también es padre. Vida, de 10 años, es el motor impulsor de sus días. Al tocar el tema, sus ojos rasgados se humedecen.
Separarse de su hija ha significado un duro golpe y un gran sacrificio para él. En Matanzas eran inseparables, me dice, y aun desde aquí trata de ser un padre presente en todo momento a través de videollamadas. Le resulta casi imposible hablar sobre esto. Cambio de tema al darme cuenta.
Para terminar, conversamos sobre las tradiciones coreanas que aún mantienen en su hogar. Me habla de canciones infantiles que aprendió de niño en idioma coreano y de recetas de cocina elaboradas “con lo que se pueda”, que no faltan en su mesa.
En relación con esta pregunta le pido que me diga tres características de su carácter que crea pertenezcan a su vertiente coreana, y tres de su mitad cubana. La disciplina, el cuidado estético y la educación, por un lado, y la diversión, la valentía y la manera de luchar ante la vida por otro. “Me siento más cubano”, son sus últimas palabras.
Rocío, la primera mujer motorista, nos pide que posemos para ella. Nos levantamos para hacernos una foto y aprovechar la decoración de aquel lugar. En una esquina de la pared del fondo hay una instantánea autografiada de Jack Nicholson en el Floridita de la Calle Obispo.
“El destino”, decimos casi al unísono.