Estaba convencida de que en 2020 nos tomaríamos un café en algún rinconcito de Roma. Planificamos continuar en esa ciudad —que yo visitaría en el verano— la entrevista que iniciamos en noviembre de 2019 en La Habana. En el ínterin se me reveló un sutil vínculo Calvino-Marziota-Barroso y empecé a fantasear con el siguiente inicio para mi texto.
Fue en 1985: Monica Marziota, de ascendencia italiana, había nacido en enero en La Habana Vieja. Aún no daba sus primeros pasos cuando Italo Calvino moría repentinamente en septiembre, en Siena, al centro de Italia. Solo unos días antes de su muerte, yo comenzaba la universidad, sin sospechar que alguien como Calvino había existido —y nacido como yo en Santiago de las Vegas— y sin saber, por supuesto, que Monica se convertiría en la artista que hoy es. A los dos los conocería en el transcurso de los siguientes 5 años, gracias a la Universidad de La Habana. A Calvino a través de las clases de Literatura; a Monica, a través de su mamá, mi profesora de ruso.
De ahí en adelante, para hablar con y de esta soprano cubano-italiana de 35 años, usaría la estructura de Seis propuestas para el nuevo milenio, el libro que recoge las conferencias que el escritor italiano impartiría en la Universidad de Harvard en el curso académico 1985-1986 y que no llegó a realizar, pues la muerte lo sorprendió antes.
A nosotras, como a toda la humanidad, nos sorprendió la pandemia de COVID-19 y yo engaveté las notas sobre Monica, esperando tiempos mejores. Pero hace poco ella citó a Calvino en su perfil de Facebook: “El ojo no ve cosas, sino figuras de cosas que significan otras cosas”. Eso me convenció de no renunciar a este diálogo tripartito, que tiene por objetivo destacar la figura de la joven, bajo la advocación de un escritor que ambas admiramos.
Levedad
En sus Seis propuestas para el nuevo milenio, Calvino defiende un conjunto de valores de la Literatura que debían perdurar, convencido de que se aproximaba una desafiante era tecnológica. Le parecía que el mundo se iba volviendo de piedra y que, por eso, se esmeraba en quitar peso a la estructura del relato y al lenguaje. Para él, existía una levedad del pensar, muy útil incluso para combatir otra levedad que casi todos conocemos, la de lo frívolo.
Lejos de la frivolidad, estaba Carmen Oria Valdés el día que llevó a su niña, de cuatro años, a un concierto de una soprano rusa en el Museo de la Música de La Habana. “Aquella intérprete daba unos tremendos agudos —cuenta Carmen— y Monica dijo: mamá, por favor, dile a esa mujer que no grite más”. “Ahora soy yo la que grita”, sentenció Monica en una tarde habanera.
La niña habló muy temprano y cantó poco después. Un día Carmen llegó a buscarla al Círculo Infantil y le dijeron: “Traiga una autorización de la madre para llevársela”. “Yo soy la madre”, contestó Carmen. “Es que con mi tipo… casi nadie creía que aquella niñita rubita fuera mi hija”. Carmen es mulata. Además, habanera, hija de uno de los músicos de la generación de oro del Buena Vista Social Club y la mayor de cinco hermanos que estudiaron música por vocación, deseo del padre, y también de la madre, una soprano natural sin estudios profesionales.
Para continuar esa tradición, a inicios de los 90, durante el periodo especial, Carmen y Monica viajaban cada día unos 15 kilómetros desde La Habana Vieja hasta el Conservatorio de Música Alejandro García Caturla, y más tarde al Manuel Saumell, menudo esfuerzo en aquellos años de carencias. “Yo no sufrí el periodo especial, era muy pequeña y no tenía conciencia de lo que pasaba. Tampoco creo que en mi casa repercutiera mucho, aquí no había ni apagones, porque la electricidad en La Habana Vieja es soterrada. Tampoco tenía interés en las cosas materiales. Mi mamá en cada cumple-mes me regalaba un poema, un libro o una canción, eso era lo que tenía importancia para mí”.
A los tres años parecía volar para llegar a su apartamento en un tercer piso de puntal alto, en la calle Sol, de donde poco después se mudaron a una casona construida en 1788 en la calle Cuba. Ahora esa casa parece estar en periodo especial. En septiembre de 2020 la edificación colindante se desplomó. Desde Roma, Carmen y Monica lloraron la muerte de su vecina Rosa.
“Cuando nos mudamos en 1988, la casa estaba recién restaurada. Me gustaba la luz del apartamento, aún sueño con él, pero nuestra casa es especial, aunque urge repararla. A mi mamá le ofrecieron una apetitosa cifra en dólares por ella y rechazó la oferta. Creo que nunca nos iremos”.
Luego de graduarse en el Conservatorio Amadeo Roldán, a los 17 años, Monica saltó hasta Toronto para estudiar canto de jazz en el Royal Conservatory. Dos años después, hasta Roma, donde se graduó de Canto Lírico en 2013, en el nivel superior del Conservatorio Santa Cecilia.
“Irme al extranjero a estudiar no fue una decisión para toda la vida, ni en aquel momento, ni ahora. Estudiar en Canadá fue una experiencia diferente a Cuba. Me dio una visión de cómo se hace música en otro lugar y me ayudó en la disciplina. Tienen mentalidad anglosajona y eso impone rigor. Estaba muy interesada en aprender teatro musical, que estudié después en Roma”.
En Cuba, Monica debutó en 2008, como invitada en un concierto del trompetista Yasek Manzano, en el Teatro del Museo de Bellas Artes. De entonces para acá no han llovido sus presentaciones en la Isla, pero las de noviembre de 2019 fueron especiales.
Durante el Festival de Música Contemporánea de La Habana, por fin estuve frente a la soprano, en un salón del Museo de Arte Colonial, en la Plaza de la Catedral. Custodiados por el sonido de martillos neumáticos —típico del centro histórico, en eterna restauración— escuchamos Dos poemas de Lorca, musicalizados por Guido López Gavilán y Cinco canciones negras, de Xavier Montsalvatge. Junto a la exquisita y potente voz, un histrionismo contenido y el vuelo de sus largos y expresivos brazos.
“El desempeño escénico forma parte de mis estudios, pero la idea de usar los brazos nació natural. No estoy pensando qué voy a hacer con ellos, solo dibujo lo que canto. Una profesora me dijo: ‘Tienes que encontrar un centro, donde te sientas cómoda’. Mi centro es sentir que estoy flotando en el escenario y que la voz flota conmigo y ahí necesito mover los brazos. Siempre he sido una persona muy física. Tú me conociste de niña: yo tengo que moverme, tocar, no puedo cantar tiesa. No me desplazo mucho, pero me muevo con los brazos”.
Justo lo que escribió Calvino: “La búsqueda de la levedad como reacción al peso de vivir”.
Rapidez
Italo Calvino fue muy insistente en que los valores que había elegido ponderar en sus conferencias no excluían en lo absoluto el valor contrario. Para el italiano, “un razonamiento veloz no es necesariamente mejor que uno ponderado, todo lo contrario; pero comunica algo especial que reside justamente en su rapidez”.
La carrera musical de Monica no ha sido vertiginosa. Siento que ha dedicado mucho tiempo a su formación y a delinear sus objetivos. También se lo tomó para meditar sobre los temas que siguen.
“He dedicado tiempo al estudio y siempre me parecerá poco. Me he tomado tiempo para descubrir, conocer, estudiar, y a la vez, descubrirme, conocerme, estudiarme. Para mí son fundamentales la reflexión y la búsqueda. No vivo el tiempo como un enemigo. He disfrutado, con altas y bajas, tomarme el tiempo necesario para ser quien soy hoy, y seguiré respetando el tiempo que me tomará en convertirme en la persona y artista que quisiera abrazar mañana. Festina lente sigue siendo mi modo de vida —diría hasta natural, pues no me lo he impuesto—. Me doy prisa lentamente: lo que para la mayor parte de la sociedad de hoy es una utopía, en cambio, funciona para mí. Crea un equilibrio en el frágil mundo que muchos artistas llevamos dentro. Mi lujo es tomar conciencia antes de proceder; es pensar antes de cantar”.
Me hubiera gustado ver con mis propios ojos en Italia cómo Monica administra sus tiempos de vida y de creación. No ha sido posible, pero hemos seguido la pauta de Calvino en el sentido del valor que él le daba a la rapidez de estilo y de pensamiento, en contraposición a esa otra idea suya: “No se trata de llegar antes a una meta establecida”. Entonces, las aspiraciones profesionales y los afectos de esta joven, lejos de competir, se acomodan en un mismo tiempo.
“Nunca he estado obsesionada por la fama, de hecho, le temo un poco. Tal vez eso ha incentivado mi pudor artístico y personal y hasta ha acentuado mi sed por la luz, pero no por brillar. Tengo muchas metas a corto y largo plazo, infinidad de sueños por realizar, pero eso no quiere decir que voy a descuidar el viaje, al contrario. Mi intención es vivir cada día de este difícil y bello viaje que llamamos vida con ligereza calviniana, sin piedras en el corazón. Sigo y seguiré esforzándome para que las metas me tomen lista.
“La vida me ha demostrado que, cuando con atención y dedicación se siembra, los frutos nacen bien jugosos. Por ese motivo, también soy muy cuidadosa de quienes me rodean. Las personas que amo son mi fuerza motriz, mis árboles, incluyendo a mi perro Tango-Mambo. La cotidianidad junto a mis seres queridos cercanos y lejanos es algo esencial. Saber y, sobre todo, sentir que están es profundamente importante, aunque con algunos no comparto la misma ciudad, país o incluso continente.
“En estos últimos meses, ha sido muy difícil mantener una lucidez emocional con la delicada situación que estamos viviendo en el mundo entero. Especialmente durante los meses de completo aislamiento, la angustia y la incertidumbre fueron atroces. El distanciamiento —con el cual todavía estamos conviviendo— se sumó a la distancia que existe entre muchos de mis grandes afectos y yo, provocando una especie de limbo mudo y doloroso.
“Normalmente siento una gran necesidad espiritual y física de abrazar a las personas que quiero y de volver siempre que puedo a los lugares que me nutren y siento míos. Ahora mismo, ese sentir lo tengo más marcado que nunca. Necesito volver a La Habana, caminar por mis calles de La Habana Vieja, conversar con mis vecinos del Barrio Belén, que con tanta ternura me reciben y que, además, no se pierden un concierto mío. Necesito, deseo, volver a cantar en el Teatro Martí, compartir escenario con mis maravillosos colegas que también son familia. Siento la necesidad de ser bendecida nuevamente por todo esto y por nuestro sol”.
Exactitud
El cierre del Festival Habana clásica 2019 estuvo a cargo de Monica Marziota. En el Teatro Martí, ella junto a invitados de lujo, regaló al público cubano el concierto ¡Ida y vuelta… por La Habana! El crítico Pedro de la Hoz escribió: “Debe tomarse como ejemplo lo que sucedió en el Martí para sentir y saber de qué van los llamados a la sobriedad, la mesura y la exacta densidad cultural que muchas veces echamos de menos en los espectáculos. Nada sobró y poco faltó en el tejido de un concierto que honró a La Habana con canciones donde la poesía, la música y la voz se mostraron en plenitud equilibrada (…)”.
El programa de mano lo anunciaba: “Este concierto fluye a través de contradanzas, habaneras, danzones, tangos, mambo, flamenco, chanson francesa y canción napolitana”. Todo ello en diálogo con las sonoridades del jazz. Habría que añadir, trova, pues Monica cantó, junto a su autor, Polito Ibáñez, el tema Leal al tiempo, momento en que hizo pública su gratitud personal al historiador de La Habana, Eusebio Leal, fallecido ocho meses más tarde.
Polito me contó después: “Monica es esa clase de cantante que aun cuando tiene una técnica a la cual a veces apela para sostener cierto color en sus interpretaciones, lo que más me asombra de su proyección es como se desmarca de esas habilidades para, en la más pura y desfachatada actitud —en el sentido hermoso de esa palabra— irrumpir con total transparencia, al estilo de una cantante popular. Con mucho tino, va de lo operático a lo popular, sin sobresaltos, con delicadeza. Y hace fácil al oído lo que aquellas personas que nos dedicamos a este oficio sabemos que es de extrema complejidad. Ella para mí fue un hallazgo feliz”.
Cuando Italo Calvino escribió sobre exactitud, se refería a un diseño de la obra bien definido y calculado, a la evocación de imágenes nítidas, incisivas, memorables y a un lenguaje lo más preciso posible como léxico y como expresión de los matices del pensamiento y de la imaginación.
Todavía con la emoción de aquel concierto a flor de piel, Monica me dijo: “Me pidieron un concierto de ese tipo y lo hice con gusto, pero ahora mismo se aleja de la estética de lo que estoy cantando. Estoy muy enfocada en la ópera contemporánea. Lo otro me gusta y forma parte de mi lenguaje, solo que ahora no estoy concentrada en eso”.
Incluso antes de conocer la obra del italiano nacido en Cuba, lo tuvo claro: “En mi país, tener un apellido italiano es algo inusual. Me llamaban por mi apellido porque era peculiar. Eso metió en mí el bichito de conocer quién soy, de dónde vengo, la cultura, el idioma. Eso ha sido hasta hoy la motivación principal. También aprender un tipo de arte que, para conocerlo bien, hay que ir al sitio original”.
Visibilidad
La visibilidad es uno de los temas que más preocupaba a Calvino en su expectativa con el próximo milenio, en el cual estamos ya instaladas nosotras hace 20 años. Dijo en su texto que, cuando comenzó a escribir relatos fantásticos, lo único de lo que estaba seguro era de que en el origen había una imagen visual. Cuando esta estaba nítida en su mente, creaba una historia. Le preocupaba cuál sería el futuro de la imaginación individual en lo que suele llamarse la civilización de la imagen.
Las presentaciones de Monica son de gran minimalismo en la puesta en escena. Esa economía de recursos en lo visual no parece casual.
“Siendo ¡Ida y vuelta… por La Habana! el concierto de clausura del Festival Habana Clásica por el aniversario 500 de la ciudad, Marcos Madrigal, su director artístico, siempre tuvo muy claro que la música cubana fuese el centro del evento. Desarrollamos juntos una idea de concierto con ese objetivo: la música cubana protagonista, tejiendo el programa alrededor de los géneros de ida y vuelta. La puesta en escena por Ernesto Doñas, director que admiro, creo que quiso respetar la estética artística de Madrigal, enmarcando, por una parte, la música como la verdadera prima donna de la noche, y por otra, creando un espacio mágico donde yo no tuviera límites de libertad expresiva.
“Agradezco a ambos la confianza. Fue un trabajo de equipo, donde cada cual honró la luz del otro. Los invitados especiales Emilio Martiní Trío, Yasek Manzano, Michel Taddei, Raúl Paz, Gerardo Alfonso, Polito Ibañez, Andrés Correa, Laura Brito, Cuarteto de Cuerdas Habana, Coro Diminuto, dirigido por la Maestra Carmen Rosa Lopez, y el mismo Marcos Madrigal inundaron el Teatro Martí de poesía, de sustancia. No hubo lugar para artefactos”.
En la escena teatral, y también en la fotográfica, yo percibo la construcción pensada de una imagen visual de la Monica artista. ¿Cuánto de ella misma y de su cubanía componen esa propuesta o aspira ella a transmitir? Es algo que aún no tengo claro.
“No sé si lo llamaría construcción de imagen. Creo que hay muchísimo de mí misma cuando estoy en el escenario. Me gusta pensar que soy siempre yo, solo que vestida por alguna casa de modas que potencia el aspecto glamour en ese momento.
“Quienes conocen mi cotidianidad piensan que pudiera resultar un poco rococó, hasta cuando voy al supermercado o cuando camino con mi perro por las callejuelas romanas o cuando estoy en casa. Normalmente me gusta hacerme peinados rebuscados, usar bufandas de seda, vestidos y sayas largas. Prefiero el estilo delicado y romántico, pero esto no quiere decir que en alguna ocasión no use una minifalda o un look más contemporáneo y fuerte.
“Me gusta jugar con los atuendos, pero vivo convencida de que el hábito no hace al monje. Las ropas que uso diariamente, como las del escenario, no me definen. Las uso con placer, para que contribuyan a mi mensaje, no para que lo remplace. Así como tampoco quisiera que se me definiera por mi aspecto y mi ser físico. Lo realmente importante para mí —y seguramente para cualquier artista— es lo que logre comunicar desde lo más profundo. Percibo mi proyección artística como una extensión de lo que llevo dentro, de mi ser interior: por momentos inquieta, por momentos frágil, por momentos luminosa, pero siempre yo. Espero que mi cubanía, de la cual presumo orgullosa, más allá de verse, se sienta, se escuche”.
Multiplicidad
Cuando Monica Marziota dejó claro que tiene un interés marcado en la música contemporánea y no admite digresiones de ese camino, parece entrar en contradicción con este valor planteado por Calvino: “La excesiva ambición de propósitos puede ser reprobable en muchos campos de actividad, no en la literatura. La literatura solo vive si se propone objetivos desmesurados, incluso más allá de toda posibilidad de realización”.
¿Válido para la música? Probablemente. ¿Y para Monica…?
“Actualmente estoy preparando mi debut en el Puccini Chamber Opera Festival, bajo la dirección artística del Maestro Girolamo Deraco. Este próximo diciembre, en el Teatro del Giglio de la ciudad de Lucca, en Toscana, haré el estreno mundial de Redención, ópera de cámara de la compositora puertorriqueña Johanny Navarro. Estoy muy concentrada y feliz por esa oportunidad, fruto también de mis estudios del repertorio clásico contemporáneo, junto a la profesora y soprano Alda Caiello. El Festival está organizado en colaboración con las prestigiosas Cluster Associazione di Compositori Lucca y Fondazione Puccini. Es uno de mis sueños que se realiza.
“Otro propósito importante es poder entrar en un estudio y grabar un proyecto que está pendiente desde hace algunos meses por la pandemia. En la grabación participarían varios artistas de diversas partes de Europa y eso ha complicado la organización, por las normas sanitarias de cada país.
“Para este proyecto discográfico, el maestro Leo Brouwer me dedicó dos canciones: ‘Poema’ y ‘Madrigalillo’ para voz y guitarra. ¡No veo la hora de grabarlas! De momento, la partitura no abandona el atril de mi piano y, si viajo a algún sitio por más de un día, me la llevo conmigo como amuleto. Siempre he estimado al maestro Leo; para mí es un verdadero honor leer mi nombre en una partitura suya.
“Continúo también alimentando mi lado puramente creativo: componiendo mi música y mis versos. Quien bien me conoce sabe cuánto amo la poesía. Los libros de poesía que prefiero son parte de mí, como el aire que respiro. Al mismo tiempo, son muy pocos los que saben que también me gusta escribirla o al menos intentarlo.
“Durante el lockdown me tropecé con una libreta donde dormían unas pequeñas poesías que una pequeña Monica había garabateado. Fue dulce reconocerme después de tantos años… casi terapéutico. No sé si algún día tendré el coraje de hacer públicos los versos que escribía desde muy joven y los que siguen naciendo. Tal vez algunos se convertirán en canciones y así sería menos difícil desprenderme de ellos.
“A propósito de poesía, el pasado abril, el Premio Internazionale di Arte Letteraria ‘La Città della Rosa’, junto al Ayuntamiento de Aulla y a la Región de Toscana, me otorgaron la distinción Eccellenza Donna International. Todavía siento gran conmoción y gratitud por tan hermoso gesto por parte de la presidenta del premio, la poetisa Marina Pratici y del Comité honorario, en incluirme en tan prestigioso galardón femenino. Puedo solo confirmar que mi canto es Mujer. La entrega del premio es en noviembre, de manera virtual.
“En este complicado periodo, donde los artistas estamos resistiendo con gran esfuerzo, se ha acentuado mi compromiso con la musicología. Así nace ECCE MUSICA Magazine – Música como Acto de Resistencia. Es una revista, por ahora online, que he fundado junto a un grupo de músicos, musicólogos, artistas visuales, filósofos y juristas, para reflexionar sobre el inmenso y complejo mundo de la música, su relación con las demás artes y con otras disciplinas. Los artículos se pueden leer en español, italiano e inglés, y abarcan desde la divulgación musical hasta la investigación científica musicológica.
“Contamos con la camaradería de FUIS (Federazione Unitaria Italiani Scrittori) y esperamos atraer pronto a otras instituciones y personas. Nuestra intención es crear, a través de la música y las artes, un espacio de encuentro, meditación y respeto entre diferentes culturas y sus infinitas formas expresivas”.
Consistencia
Italo Calvino nunca llegó a redactar su sexta propuesta. Según su viuda, la escribiría una vez que estuviera en Harvard impartiendo las conferencias donde defendería los conceptos antes mencionados. Pero me atrevo a afirmar que la consistencia de Monica Marziota radica en continuar su carrera musical navegando segura entre dos territorios propios, Cuba e Italia, y con la firme convicción de que tiene mucho que proponerle al mundo.