En el habanero barrio del Vedado, con el toque del silbato, comienza un partido del deporte más nuevo y más chévere en Cuba. Puede parecer como una especie de locura cubana: dar a una pequeña pelota con un mazo mientras pedaleas a toda velocidad hacia el gol, la defensa lista para parar tus tiros. Pero el bici polo, es una versión del deporte que se juega montado a caballo, fue inventado por un guapo irlandés en el año 1891.
Después de una década, se había puesto de moda y se jugaba a bici polo en Inglaterra, Francia y los Estados Unidos. Se formaron ligas y se celebraron campeonatos que fueron ganados, perdidos y recuperados, e incluso se estrenó como deporte de exhibición en los Juegos Olímpicos de Londres en 1908. Pero este auge fue interrumpido con las crisis económicas y la guerra, y el bici polo cayó en un estado de inactividad de la cual no salió de verdad hasta la década de 1990.
Hoy en día, el bici polo es un fenómeno global, con 403 clubes en 47 países que compiten con regularidad. Siempre están surgiendo nuevos clubes, y el 29 de enero del 2012, se estrenó el Club de Bici Polo Habana. Introducido en Cuba por unos canadienses intrépidos, el bici polo fue un éxito instantáneo, y los cubanos se lanzaron a este deporte como si fuera un bufet libre. “El bici polo le viene bien a Cuba,” dice la cofundadora del Club, Christina Mills. “Es un reto, y a los cubanos les gustan los retos. También son muy buenos deportistas y se destacan en cualquier deporte particularmente los deportes de equipo como el bici polo”.
Las reglas del juego son parecidas a las de futbol, las contiendas se baten en equipos de tres sin límite de tiempo; gana el primer equipo que anota cinco puntos. Pero, como en la mayoría de las aficiones apasionantes, los aspectos más difíciles son los detalles: es una falta tocar el asfalto con el pie, y el culpable tiene que “tap out”, o pedalear a un lugar designado del terreno y tocar el piso con el mazo antes de regresar al juego. Y se cuentan los goles hechos con la cabeza del mazo. Esto hace que todo se vuelva complicado (y abarrotado) cuando hay seis bicicletas rodando en la cancha; las caídas y los choques son frecuentes. “Aprender bici polo tiene su tiempo, requiere agilidad, equilibrio y más que un poco de estrategia. Pero ya cuando logras dominarlo, el bici polo es increíblemente divertido” —dice el presidente del Bici Polo Habana, Otto Álvarez.
“Divertido” le queda corto. En los partidos semanales en La Habana, el chucho y los chistes vuelan por la cancha tan rápidamente como las bicis Schwinn de la década de 1950 montadas por algunos de los miembros del club. El vicepresidente del club, Henry Cabrera, indica su Schwinn rosada de 1952 y alardea: “¿Pero mi bicicleta de exhibición de 1955? Olvídate de eso, ¡no voy a traer ese chivo para acá!”
Cabrera explica que la técnica que se usa para jugar con estas bicicletas anticuadas —y sus frenos de pedal— no es fácil, porque cuando se para, se pierde todo el impulso. Eso es un problema para Rodney Ramos también. Como el único del Club que monta una BMX, Ramos dice que su ciclo más pequeño le ofrece “más maniobrabilidad y estabilidad, pero, ¡es de madre arrancar de nuevo cuando paro!” Si toca el suelo con el pie para arrancar con impulso, se provoca un silbatazo del árbitro, acompañado de gritos de “¡a la pared!” y eso le da al otro equipo una ventaja de 3 contra 2.
Una de las características del bici polo es el fundamento democrático del juego. Mills explica: “Empezó en la calle, entre los mensajeros montados en bicicleta, y refleja esa subcultura urbana y de bricolaje. Además es súper inclusivo, para todas las edades”. Pero, ¿y con respecto a género? Menos de 10% de los miembros del Club son hembras, y eso lo lamenta el presidente, Álvarez: “Desafortunadamente, esta sociedad es machista, todavía. Pero estamos intentando lograr más balance de género con publicidad dirigida; además, nuestro logo es el único en el mundo, que yo sepa, en que aparece una mujer”.
Un miembro del Club, Vladimir Pozo, está en favor de eso, y ha introducido en el deporte a su hija de 12 años, Laura —quien, como su papá, juega montada en un Schwinn de los años 50—. “La primera vez que jugué me quedé fascinado”, dice Pozo. “El entusiasmo para el deporte aquí es increíble, y esperamos que más personas de otros países y otros clubes se sumen a jugar aquí en La Habana”.
Tomando en cuenta que montar bicicleta en Cuba está estrechamente asociado con los tiempos difíciles, la rapidez con que el deporte se ha hecho popular es muy alentador. “Pasamos tantos años montando bicicleta, y aunque perviven los prejuicios del Periodo Especial, el 90% de los cubanos montamos muy bien…Ya cuando uno se da cuenta de lo entretenido que es este deporte, se engancha” —dice Álvarez—. Leonardo Roque es una prueba de eso: “No sabía nada sobre este deporte, pero es divertido y fácil de aprender”, dice, después de anotar su primer gol de bici polo.
Mills pronostica que el bici polo ganará popularidad, augura un futuro bueno para la cultura de ciclismo en Cuba. De hecho, hace unos meses, pasaron varios domingos sin que hubiera un número de bicicletas suficiente para jugar con dos equipos, pero ahora, los jugadores vienen con sus bicicletas de lugares tan lejos como Habana del Este y Boyeros. El Club es un grupo de gente sociable y práctica; los miembros comparten las piezas y el “know-how” para las bicis entre los partidos, y varios de ellos son mecánicos de bicicleta profesionales que aprovechan sus conocimientos en los juegos cuando hay choques y caídas.
Para ver de qué se trata todo el alboroto (y diversión), pase por los partidos, que se celebran todos los domingos a la 4 p.m. en la cancha de la esquina de 23 y 2. Si no tienes tu propio ciclo, no te preocupes —los miembros del Club prestan las suyas con gusto—. Pero recuerda: una de las reglas oficiales de bici polo es: ¡los perdedores compran las cervezas!