Fotos: Cortesía de Roberto Carcassés
“A mí no me cuadraba mucho esta historia de ser músico, no tenía que ver con mi carácter, yo tenía que ver más con la cosa militar. Quería ser Camilito, pero imagínate, me convencieron de que no. Influyó también mi tía Farah María, que podrás imaginarte lo que era tener una tía como ella en los momentos que estaba pegada fuertemente”.
Así ha expresado en entrevista de prensa, Descemer Bueno, alguien que se ha vuelto recurrente en la escena de la Música Cubana Alternativa. Él es una figura imprescindible a la hora de referirse al nacimiento de una sonoridad en el medio artístico nacional, que comienza a ser objeto de interés tanto para algunas disqueras independientes como para una que otra de las grandes transnacionales discográficas.
A Descemer se le conoció de inicio como integrante de Estado de Ánimo, banda fundamental en el momento de rastrear los elementos iniciáticos de la movida transnacional que hoy se produce entre una zona de jóvenes instrumentistas cubanos, con sólida formación académica y variopintos intereses musicales. La agrupación nace por una iniciativa de X Alfonso y por ella pasaron, entre otros, gente tan importante en los días que corren como el teclista Roberto Carcassés, el trompeta Julito Padrón, los saxofonistas Yosvany Terry y Alexander Batista, los guitarristas Ahmesito Barroso y Élmer Ferrer.
Entre 1991 y 1997, Estado de Ánimo mantiene un fructífero período de colaboración con el cantautor Santiago Feliú, quien marcó decisivamente a Bueno, sobre todo en su espiritualidad. A la par, el grupo desarrollaba su propio repertorio, en el que se incluían temas de Descemer. Aunque el ensamble no dejó grabado ningún disco, su huella es tal que Bueno afirma que esa fue una de las bandas con la que mejor se ha sentido en su carrera.
Tras la disolución de Estado de Ánimo, él se involucra en otro proyecto muy importante en el jazz cubano de los años 90, el grupo Columna B, que tuvo como rasgo distintivo el no encasillarse en un patrón o estilo específico. En una gira por Nueva York, además de compartir escenario con músicos de la talla del saxofonista Steve Coleman, recibió elogiosos comentarios de figuras como el trompetista Winton Marsalis. Esta formación graba un par de fonogramas, de los cuales todavía uno aguarda por ser editado.
Después de aquello, Descemer idea uno de los trabajos más significativos hasta el presente en su trayectoria, el disco Sé feliz, un compendio de boleros de su inspiración, cantados por Fernando Álvarez y con orquestaciones a cargo de Yosvany Terry y Roberto Carcassés. El antecedente directo de esa obra es la intervención del bajista y compositor con un tema en la banda sonora de la película titulada Violeta.
El álbum no únicamente es memorable por constituir la última grabación que realizara Fernando Álvarez, sino porque puso de manifiesto que el hecho de que dos generaciones —alejadas en la edad— poseyeran enfoques diferentes al concebir la música cubana, no significaba un factor excluyente para emprender de conjunto un determinado proyecto y que, si hay talento de ambas partes, la colaboración da como resultado un producto armónico y de tremenda valía.
A partir de radicarse en Estados Unidos en el 2000, Bueno ha sido noticia por su intervención en el afamado CD President Alien, de Yerba Buena, o por su quehacer al frente de los grupos Siete Rayo y Cubiche. Asimismo, como productor o colaborador con piezas suyas se ha puesto al servicio de figuras como Haydée Milanés, Yusa, Kelvis Ochoa, Gema y Pavel, William Vivanco, Diana Fuentes, Luz Casals, Enrique Iglesias y Juan Luis Guerra.
Exponente de una sonoridad urbana de fuerte vibración contemporánea, Descemer Bueno es un músico llamado a hacer y ser historia, como lo prueba el hecho de haber sido reconocido con lauros como el Goya, cuatro veces con el ASCAP, número 1 de la revista Billboard en más de una ocasión y con reiteradas nominaciones a los premios Grammy y Grammy Latino. Pero por encima de tales galardones, que le dan nombre y prestigio a escala internacional, en entrevistas como una concedida a Ariel Fernández Díaz, él ha reiterado:
“…quiero que se entienda bien claro el por qué yo sigo viniendo aquí y sigo trabajando con los músicos cubanos que viven todavía aquí. O sea, yo tengo un compromiso con la cultura cubana que va más allá de la política. (…) Todo este tiempo ha sido muy duro, el frío, nunca pensé estar diseñado para 33 grados bajo cero, la distancia y la lejanía de la gente que uno quiere. La Habana es un corazón que bombea mi sangre de una manera descomunal. Sueño con La Habana a toda hora”.