Desde hace poco más de una década, el Instituto Cubano del Arte e Industrias Cinematográficos (ICAIC) dejó de administrar de forma absoluta los destinos del cine cubano. Casi de un día para otro, con la llegada a Cuba de las tecnologías digitales, pequeños grupos de producción independiente comenzaron a surgir en todo el país. Conformados en su mayoría por jóvenes egresados de la Facultad de los Medios de Comunicación Audiovisual del Instituto Superior de Arte y de sus filiales provinciales (algunos con entrenamiento posterior en la Escuela Internacional de Cine y Televisión), estos grupos sin recursos, sin respaldo legal y en condiciones de trabajo domésticas, comenzaron a producir pequeñas piezas audiovisuales, a improvisar ademanes creativos sin el control de la industria, a filmar bisoñas irreverencias en esquinas oscuras de la realidad cubana. Mirándose con recíproca hostilidad, el ICAIC vio con desconfianza el nacimiento de los independientes, mientras estos culpaban a la industria del estado crítico de la producción cinematográfica en Cuba.
Lo que distingue a los independientes es sobre todo identificable en sus estrategias informales y más flexibles de producción, en la búsqueda de mecanismos más eficaces de distribución y consumo, en la elección de temas incómodos, escabrosos, cuestionadores de la realidad. El cine independiente, no como pasatiempo individual, sino como vía alternativa de producción, surgió para satisfacer las necesidades creativas que durante décadas el Instituto no fue capaz de solventar.
Desde su fundación en 1959, el ICAIC ha diseñado, producido o apoyado la mayor parte del cine que se ha realizado en Cuba, que por su calidad artística y sus perspectivas éticas se convirtió en pocos años en un referente a nivel regional. Ha formado especialistas en todas las áreas de la realización cinematográfica y concebido numerosos espacios de intercambio y promoción para jóvenes talentos, no solo del cine, sino de otras artes, principalmente de la música, con la creación del Grupo de Experimentación Sonora, antecedente directo del movimiento de la Nueva Trova. En 1979, creó el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, desde donde extendió al resto del continente sus convicciones éticas para el desarrollo de un cine inconforme, irreverente, crítico con las injusticias sociales y rebelde contra las presiones del mercado. Su pecado original consistió en emprender este desarrollo ejerciendo dentro del país un control administrativo centralizado que desdeñaba iniciativas creadoras no ajustadas a sus criterios productivos; se atribuía el derecho de decidir qué tipo de cine era conveniente hacer y cuál no, y sacrificaba la valiosa circunstancia concreta (una película cualquiera) a una nebulosa aspiración abstracta.
Afortunadamente, el ICAIC de los últimos tiempos ha experimentado cambios sorprendentes. Gracias a una iniciativa de la Muestra, un grupo de productoras nacionales (entre ellas varias independientes) se reparten una vez al año el apoyo a cuatro o cinco proyectos de jóvenes realizadores. Después de haber esperado casi un año, el 3 de octubre se estrenó el filme independiente Melaza, realizado por Carlos Lechuga con Producciones de la 5ta. Avenida. Al parecer, pronto echará a andar el Festival de Cine Cubano, donde participarán películas nacionales de los más diversos orígenes productivos. Ya no se sienten como antes los recelos institucionales con las producciones alternativas. Hay un deseo de colaboración, de diálogo, de integración que, además, fue expresado recientemente en público por Roberto Smith, el nuevo presidente del ICAIC. Todo esto sentaría las bases para una inédita y feliz convivencia.
Nuevos tiempos para el cine cubano
Las mejores perspectivas actuales de nuestro cine surgieron como un temblor de tierra a finales de abril de este año, cuando Kiki Álvarez (director de La ola, Marina), inició un debate sobre los males que padecen en el país los dos ciclos vitales del cine (producción y distribución). Cerca de 60 creadores audiovisuales respondieron con una reunión donde conformaron un Comité de Cineastas que actuaría en representación del resto de los profesionales del país.
Poco después de su creación, el Comité anunció que se planteaba entre sus objetivos garantizar la participación activa de los cineastas cubanos en toda decisión que se tome en relación con nuestro cine, así como proteger y desarrollar su producción a nivel industrial o independiente. En este momento trabajan en conjunto con el ICAIC y el Ministerio de Cultura para que sea aprobado el Decreto Ley del Creador Audiovisual Autónomo, que legitimaría a los cineastas como figuras jurídicas con plenos derechos en el ejercicio de su especialidad. Sin embargo, el Decreto Ley –que fue concebido hace siete años y ratificado por el último Congreso de la UNEAC–, fue reelaborado por el Comité de Cineastas de manera que no se limite a reconocer la práctica audiovisual como labor individual, sino colectiva, y ampare legalmente a las productoras independientes.
Dicho Comité, junto con el llamado Grupo Temporal de Trabajo del Ministerio de Cultura para la Transformación del ICAIC, participa actualmente en la realización de un diagnóstico sobre los problemas del cine cubano, al que seguirá la elaboración de las políticas y acciones para resolverlos, paso que despejará el camino para el desarrollo a largo plazo de una Ley de Cine. Esta ley, que supondría la ampliación de la instituida en 1959 para la fundación del ICAIC, o la elaboración de una nueva, incluiría la creación de una comisión fílmica que viabilice y respalde la producción, un fondo de fomento regido por un consejo artístico al que puedan aspirar todos los creadores independientes e institucionales, incentivos fiscales que promuevan el apoyo de empresas o patrocinadores privados y estatales y, en general, un esquema legal que conciba el cine de manera sistémica, inspirado en las provechosas experiencias que han tenido lugar en otros países de la región como Colombia, Argentina, Guatemala o República Dominicana.
Algunas de las Productoras Independientes en Cuba son:
esto es un gran notición, ojalá que los marcos legales que amparen a los realizadores y productoras independientes en Cuba sean un hecho, eso llenaría de oxígeno el cine cubano… aplíquenlo y verán