Este martes 21 de agosto, en el Marlins Park de Miami, Aroldis Chapman no pudo hacer lo que mejor sabe: salvar juegos.
El “misil cubano” se paró en la lomita en el inning 12, buscando preservar la ventaja mínima de los Yanquis de New York y conquistar, de paso, su trigésimo segundo salvamento de la campaña. Pero un tirón en la rodilla izquierda se lo impidió.
Solo le alcanzó para regalar un boleto, lanzar una recta de “apenas” 96 mph y sentir la punzada que le hizo mirar al banco con angustia. Entonces hizo la fatídica señal pidiendo asistencia.
No era la primera vez que sentía el dolor. El malestar viene acompañando al taponero estrella de los Yanquis desde mayo; incluso le impidió pichear en el Juego de las Estrellas en Washington. Sin embargo, esta vez fue peor.
“Antes había podido lanzar con esto, soportarlo”, dijo Chapman tras abandonar el partido.
“El dolor no es diferente –comentó después–. Solo que en esta ocasión fue más intenso. Sentí que era una buena decisión dejar de lanzar porque la intensidad del dolor era mayor”.
Una resonancia magnética confirmó el miércoles el diagnóstico previo de los médicos: una tendinitis en la rodilla izquierda, que lo envió a lista de lesionados por 10 días.
Hasta ahora, el zurdo de 30 años había podido lidiar con el padecimiento. Había soportado este y otros dolores, en la espalda y en el hombro izquierdo –el de su brazo de lanzar–, y había seguido regularmente sobre la lomita, aunque se perdiera algunos juegos de la temporada.
De esta forma, logró construir un excelente performance: 2,11 de promedio de limpias, tres victorias sin derrota, 31 salvados, 84 ponches (16,09 por cada nueve entradas) y un fabuloso whip de 1,04, para justificar con creces los 86 millones de dólares que los Yanquis pagaron por sus servicios.
Además, en 47 episodios en el box, aun cuando ha regalado 27 bases por bolas (5,17 por juego completo), ha soportado apenas 22 jits y un solitario jonrón, y le batean para un anémico .137.
En total, Chapman ha participado en 34 de las 79 victorias que sumaban los del Bronx hasta este jueves, y milita entre los principales cerradores de la Liga Americana y toda la MLB, aunque ciertamente lejos de los 48 rescates del puertorriqueño Edwin Díaz, de los Marineros de Seatle.
Su velocidad sigue siendo endemoniada, con rectas supersónicas que superan las 100 mph, aunque tiene ahora la competencia del joven estadounidense Jordan Hicks, de los Cardenales de San Luis, que con envíos de 104 y 105 mph se ha convertido este año en el máximo lanzallamas de la MLB.
Pero eso, en realidad, poco importa. El misil cubano ha ganado en madurez, ha empezado a echar mano a la slider con más frecuencia –con la consecuente disminución de su velocidad promedio– y cuenta con toda la confianza del manager Aaron Boone.
Por demás, mantiene en los libros el fantástico récord de 106,9 mph, registrado en mayo de 2013 cuando vestía el uniforme de los Rojos de Cincinnati. Y tiene en su carrera logros indiscutibles, como el haber lanzado en cuatro Juegos de Estrellas –hubiesen sido cinco, de no ser por su rodilla en este 2018– y el anillo de campeón de la Serie Mundial con los Cubs de Chicago en 2016.
Este año, su arranque de campaña prometía una temporada cercana a los 50 salvamentos, lo que lo pondría en la órbita de esa leyenda de los Yanquis –y las Grandes Ligas en general– que es el panameño Mariano Rivera. Los problemas con la rodilla le pusieron, sin embargo, el listón muy alto.
En su trayectoria, la mayor cantidad que ha conseguido en una temporada regular son los 38 salvados en 2012 y 2013 para Cincinnati. En 2016 logró 36 entre los Yanquis y los Cubs, los que unidos a los 4 en la postemporada sumarían 40, su cifra más elevada en un año.
En 2017, en cambio, no alcanzó sus mejores dígitos y apenas salvó 22 en la campaña y otros 3 en los play off, 25 en total. Pero esos números ya son agua pasada.
El cubano ha lanzado en 50 partidos para los Yanquis este año y, aunque ya es imposible que se acerque los 53 rescates de Rivera en 2004 –o incluso a los 45 de 1999– de recuperarse de su lesión, como él mismo y la dirección del equipo esperan, podría ser muy útil para un conjunto que lucha hoy a brazo partido por incluirse en la postemporada.
Los de New York marchan por ahora a la cabeza entre los aspirantes al duelo de comodines en la Liga Americana –pues los Medias Rojas de Boston parecen inalcanzables en el primer lugar de su división– y necesitarán sin dudas de las aterradoras serpentinas del holguinero para confirmarse en ese puesto.
“Estoy seguro de que va a jugar un papel importante para nosotros en la recta final y con suerte en la postemporada”, opinó el manager Boone tras colocar a Chapman en la lista de lesionados. “Pienso que esto es algo que vamos a controlar, espero”.
El cerrador, por su parte, dijo estar concentrado en descansar y “ver cómo reacciona la rodilla”.
Faltando una treintena de juegos para el cierre de la campaña, el futuro inmediato del misil cubano parece no depender de su brazo sino de su pierna izquierda.
Con suerte, volverá pronto al montículo y recetará nuevos strikes a sus rivales. Con suerte podrá saltar la barrera de los 40 salvados y apuntalar una temporada que se recuerde no solo por sus rectas de humo. Con suerte, los Yanquis se apoyarán en sus lanzamientos para caminar lo más posible en los play off.
Con suerte, y también con voluntad y una esmerada atención médica.
Para Aroldis Chapman, el conteo regresivo ya comenzó.
El traidor,como lo llaman en el Inder