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En un análisis publicado en Foreign Policy, los analistas William M. LeoGrande y Peter Kornbluh advierten sobre el mayor despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe desde la crisis de los misiles de 1962. Con diez buques de guerra y unos 10 mil soldados posicionados frente a las costas de Venezuela, los autores sostienen que la Casa Blanca —bajo un segundo mandato de Donald Trump— estaría preparando una ofensiva contra el gobierno de Nicolás Maduro, bajo el pretexto de la lucha contra las drogas.
“Pero el verdadero objetivo es derrocar al presidente venezolano Nicolás Maduro y, al cortar el flujo de petróleo venezolano hacia Cuba, hacer realidad el sueño de décadas de la derecha republicana de provocar el colapso del gobierno cubano”.
Según LeoGrande y Kornbluh, la operación también se sostiene en la esperanza de provocar el colapso del sistema político de la isla, cuya economía viene padeciendo la agudización de una prolongada crisis energética. En menos de un año, entre los meses finales de 2024 y lo que va de 2025, Cuba ha sufrido cinco desconexiones totales del Sistema Eléctrico Nacional (SEN).
El texto de LeoGrande y Kornbluh recuerda que esa misma estrategia de asfixia ya fue intentada sin éxito por John Bolton en 2019, y que hoy vuelve, impulsada por el actual secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional, Marco Rubio.
Los autores subrayan que Cuba, aunque menos dependiente hoy del crudo venezolano que hace una década, sigue vulnerable a un eventual corte total de suministros:
“Si Washington logra derrocar a Maduro, su sucesor probablemente pondría fin a los envíos de petróleo hacia La Habana, asestando otro golpe a una economía cubana ya tambaleante. El éxito de Estados Unidos en Venezuela también podría amenazar la seguridad nacional de Cuba si la administración Trump, embriagada por la victoria, decidiera expandir su agresivo intervencionismo militar. Sin embargo, La Habana ya no depende de Venezuela tanto como hace una década”.
Desde 2016, la producción petrolera venezolana comenzó a disminuir debido a la mala gestión y la falta de mantenimiento. Para mediados de 2018 ya se había reducido a la mitad, y durante esos mismos años el precio internacional del crudo cayó también en torno al 50 %, recortando drásticamente los ingresos del país.
En consecuencia, los envíos de petróleo a Cuba fueron decreciendo a medida que Caracas destinaba una mayor parte de su producción a cubrir sus propias necesidades. “Para 2024, esos envíos se habían reducido a 32 mil barriles diarios, y han sido aún menores este año”, resaltan los autores.
Más allá de los efectos económicos, la advertencia lanzada por LeoGrande y Kornbluh sostiene que la política de fuerza de Washington podría reforzar la imagen histórica de Estados Unidos como potencia intervencionista y acelerar el desplazamiento de América Latina hacia nuevas alianzas con China.
“Los aranceles de Trump ya han demostrado que Estados Unidos ha dejado de ser un socio económico confiable. Si ahora también se está convirtiendo en una amenaza militar, entonces es momento de buscar socios —y alianzas de seguridad— en otros lugares”.

Esta jugada también tendría implicaciones humanitarias y geopolíticas: la acción militar podría desestabilizar aún más a Venezuela, poner en riesgo la vida de profesionales cubanos que trabajan en ese país e intensificar la tensión regional.

Manifestantes sostienen una bandera de Venezuela durante una marcha en Caracas contra el despliegue militar de Estados Unidos en el mar Caribe, que Maduro considera una amenaza a su gobierno. 30 de octubre de 2025. Foto: EFE/Ronald Peña.
“Los ataques aéreos contra Venezuela no detendrán el flujo de drogas hacia Estados Unidos. Donde hay grandes ganancias en juego, la demanda siempre genera la oferta. La acción militar y la amenaza de una escalada podrían conducir a la salida de Maduro, pero las fuerzas armadas venezolanas se benefician del statu quo. Si permanecen intactas, entonces no cambiará mucho en Caracas, salvo una ocupación militar estadounidense.
“Tampoco es probable que un corte del suministro de petróleo venezolano derroque al gobierno cubano, que ha sobrevivido a golpes económicos mucho peores.
“La consigna de la política exterior de Trump es hablar en voz alta y blandir un gran garrote. Nadie puede impedirle golpear a Venezuela con él y, una vez que lo haga, sin duda proclamará la victoria, por magros que sean los resultados. Pero los destrozos que dejará tras de sí —para los intereses regionales de Estados Unidos y para Venezuela— no se repararán ni se olvidarán fácilmente”.












