“Mi fin es ser senador de la República de Colombia”, dijo Jhon Jairo Velasquez, alias Popeye, al comienzo de un documental producido en 2017 por Netflix. El hombre que habla lleva el cabello corto, cano, viste pulóver negro; su voz es ligeramente aguda, destaca por su locuacidad.
“Tengo un arma muy poderosa, no es un fusil; tengo Twitter, Facebook, Instagram, YouTube”, dice.
El documental subraya la condición a la que se dedicó al salir de la prisión en agosto de 2014, tras 24 años de encierro por homicidio, robo, y secuestro. Desde entonces, sin importar la parte del mundo donde radicara, una persona cualquiera podía abrir la puerta y dejar entrar a su casa a uno de los mayores sicarios del Cartel de Medellín.
POPEYE_Arrepentido, su canal de YouTube, fue la tribuna para contar y mitificar su historia. Allí habló de todo y, de otro modo, subrayó los rasgos que le dieron fama: “El que me falte el respeto en la calle me quedo callado, pero vengo a mi canal y lo jodo”.
También es recurrente el tema del Cartel de Medellín y, en particular, el de su creador y líder, Pablo Escobar Gaviria. Como insistió Popeye hasta el último minuto: “Soy la memoria histórica del Cartel”.
https://www.youtube.com/watch?v=77S3DBGheq8
POPEYE_Arrepentido sobrepasa hoy el millón de suscriptores y aunque su impulsor no está ya para seguir animándolo, persisten allí sus primeras y últimas obsesiones.
El hijo de una ama de casa con fe religiosa y un pequeño ganadero de la región de Yarumal, localidad a 230 kilómetros de Medellín, llegó a ser “el asesino de confianza de Pablo Escobar”, como plasmara sobre un ejemplar del libro que la periodista colombiana Astrid Legarda escribió sobre su vida.
El libro empezó a forjarse en 1998, cuando Legarda lo entrevistó por primera vez. Entonces visitaba el centro penitenciario como reportera de R.C.N TELEVISIÓN. La curiosidad por la vida al interior del Cartel de Medellín le llevó hasta el prisionero.
Pasados los primeros encuentros, formada ya una opinión, dijo: “Estaba dotado de una genialidad increíble, no sólo para el crimen también para hacer reír a todo el mundo. Sus compañeros de reclusión ya estaban acostumbrados a sus bromas, para todo tenía una respuesta”.
A los 18 años Popeye estableció los primeros contactos con el Narco, cuando un tal Nandito lo llevó a la hacienda de Escobar a revisar un toro mecánico descompuesto. A partir de ese momento, viendo quedó encantado por la vida del capo. Pronto comenzaría a servirle en lo que fuera.
De Escobar recibió las órdenes de asesinatos que pronto sumarían miles. Según la historia conocida, Popeye, con 27 años, fue la cabeza en 1988 del secuestro y posterior asesinato del procurador Carlos Mauro Hoyos. Ese mismo año durante una semana secuestró a Andrés Pastrana, entonces director de un noticiero de televisión y posteriormente presidente de Colombia entre 1998 y 2002.
A su cuenta va también la explosión del vuelo 203 de Avianca, en 1989. El Cartel creía que allí volaba el entonces candidato presidencial César Gaviria, en el poder de 1990 a 1994.
El mismo Popeye solía contar que había asesinado a 257 personas, pero que era el autor intelectual de otras tres mil muertes.
La ambición del Cartel de Medellín, como la suya entonces, era infinita. Aspiraba incluso a tener un presidente de la República y contar con un dispositivo armado con misiles tierra-aire, aventura para la cual, dijo, Cuba entró en el mapa de la droga.
En el libro El verdadero Pablo. Sangre, traición y muerte…, relata Popeye cómo el Cartel de Medellín, con la ayuda de alguien llamado Jorge Avedaño, había contactado “con los Castro” iniciando un plan de tráfico de cocaína con destino Miami.
La comunicación se estableció también a través de Álvaro Fayade e Ivan Marino Ospina, nombres que, sin embargo, no aparecieron en el informe que Granma publicó aquel 22 de junio de 1989, cuando sorprendió al pueblo cubano con la Causa Número 1 de 1989, que derivó en el fusilamiento de los generales Arnaldo Ochoa y Antonio La Guardia, así como del mayor Amado Padrón.
De ese episodio, Granma explicaba que Ochoa había establecido contacto con Escobar mediante su ayudante, el capitán Jorge Martínez Valdés, encargado de negociar directamente; en tanto, La Guardia lo hacía por su lado y ”cada uno por su cuenta”.
“Cuando Ochoa, a mediados de 1988, acuerda a través de Martínez su primera operación con los narcotraficantes, 18 meses antes, aproximadamente, Tony La Guardia y su grupo había realizado la primera operación exitosa de narcotráfico”, se lee en el editorial. “Sabremos salvar de forma ejemplar ultrajes como este”.
Pero, Popeye fue aún más lejos respecto al tema cubano. También reveló una supuesta última misiva enviada por Pablo Escobar a Fidel Castro teniendo como emisario al Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, a quien dijo haber entregado en México un sobre sellado.
Semejantes confidencias entusiasmaron a unos y han dado qué pensar a otros. Cualquiera cosa que sea lo sucedido en verdad, algo que se sabrá lentamente y con el concurso de muchos testimonios. Debe tenerse en cuenta que Popeye también fue un “mitómano que convirtió en negocio el relato verboso de sus crímenes”, como lo describió ayer en un tuit el escritor colombiano Alberto Salcedo Ramos.
Popeye fue asesino, youtuber, cuentero, mitómano, agitador, incendiario, protagonista de una época en la que dormíamos y despertábamos con miedo a morir despedazados por una bomba. Mató aquí y allá por dinero, y luego convirtió en negocio el relato verboso de sus crímenes. (Hilo)
— Alberto Salcedo R (@SalcedoRamos) February 6, 2020
Toda esa historia sobre su vida en el narco la escribió desde una celda, a la que volvió el 25 de mayo de 2018, cuando fue recapturado por las fuerzas de Medellín, acusado de los delitos de concierto para delinquir y extorsión. La cárcel La Picota, al sur de Bogotá, fue su casa hasta pasar al hospital.
Un día escribió: “Hoy es 8 de enero de 2004. En ésta lóbrega y fría celda del penal de Cómbita, Boyacá, escribo las líneas finales de éste, mi testimonio.”
Pero el verdadero final no llegó hasta ayer, 6 de febrero, cuando Popeye, el alias de Jhon Jairo Velasquez, el sicario que fuera youtuber, murió a los 57 años.