Este fin de semana los brasileños echan su suerte. Tienen ante sí la posibilidad de un regreso al pasado, pero también se puede plantear como alternativa un “regreso al futuro”.
Frente a frente se encuentran el ex diputado Jair Bolsonaro, un antiguo capitán del Ejército partidario de lo más retrogrado que haya en la vida, incluyendo su añoranza por la dictadura castrense que apabulló a los brasileños casi 20 años y que durante 30 años ha sido diputado por el Partido Social Liberal; y el ex ministro de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) Fernando Haddad, de origen libanés y formado en economía y filosofía, quien intenta dar una vuelta de página a los escándalos de corrupción que embargaron la política brasileña en los últimos lustros.
¿Un abismo por delante?
Son dos posiciones tan opuestas, que Brasil se encuentra al borde de un abismo. (Durante la dictadura militar los brasileños se rieron a pierna suelta con aquella frase del dictador de turno, Costa y Silva, cuando para justificar el golpe de Estado afirmó que “hoy Brasil está al borde del abismo, mañana dará un paso al frente”).
A Bolsonaro lo acusan de fascista por sus posturas de extrema derecha, las amenazas de encarcelar a sus opositores, ejecutar a los delincuentes, perseguir a los homosexuales, defenestrar a la prensa y, por encima de todo, regresar el Brasil a sus “orígenes” que, para él, no son más que un Brasil blanco donde los demás sobran.
A Haddad le atribuyen la complicidad en la dilapidación de los fondos públicos, de querer adoctrinar a los niños y adolescentes con preceptos “comunistas”, entregar el país a “la izquierda mundial” y, sobre todo, participar en “la mayor red de corrupción” de siempre en la vida del país.
El PT, de Luis Inácio Lula da Silva y Dilma Russeff protagonizaron sonados escándalos de corrupción financiera que estremecieron sus cimientos, al punto de que hasta los estudiantes, sin gran conciencia política o de clase, fueron los primeros en salir a las calles protestando en marchas multitudinarias que, según la izquierda, fueron manipuladas por la derecha y los grandes intereses económicos. Las manifestaciones en sí no tuvieron en ese momento –hace unos cinco años– gran impacto social pero fueron el desencadenante de un deterioro económico paulatino que dura hasta hoy. Brasil no es ya, como a inicios de la presente década, la sexta economía del mundo.
Las amenazas
Bolsonaro ganó la primera vuelta de las elecciones pero no llegó a la presidencia de inmediato. Sin embargo, obtuvo 10 puntos más que su retador. Inicialmente los observadores atribuyeron la cifra al hecho de que la imagen de Haddad todavía se encontraba bastante pegada a la de Lula da Silva, quien se encuentra en prisión actualmente. De hecho, Bolsonaro ha prometido que si llega al Palacio de Planalto, el ex ministro le va a hacer compañía.
“Lula, te quedarás preso para siempre, para la eternidad. Y Haddad te va a hacer compañía pronto”, dijo Bolsonaro en un discurso televisado el miércoles pasado.
Esta es una amenaza muy seria que da la idea de cómo la recta final de estas presidenciales se ha calentado. Incluso la prensa local, que en la gran mayoría se puso al lado del ex militar, en los últimos días ha comenzado a colocarle algunas reticencias, preocupada por el futuro.
“El candidato tiene que garantizar que los principales pilares de la democracia brasileña no serán destruidos”, dijo el viernes un comentarista de la cadena Globo, uno de los bastiones mediáticos de la derecha brasileña. Se refería en primer lugar, claro está, a la libertad de prensa que miran amenazada. Es que, además, “cuando gane las elecciones se acabará la publicidad institucional en los medios que me han combatido”, prometió Bolsonaro durante la campaña.
La campaña de las redes sociales
Amenazas aparte, lo cierto es que esta ha sido la campaña más violenta de siempre. “Ha estado fuera de los medios tradicionales, por primera vez ha sido una pura campaña de redes sociales”, recuerda a OnCuba la analista franco-marroquí, Lamia Oualalou, quien acaba de publicar el libro Jesús Te Ama, un estudio sobre la influencia de las comunidades evangélicas en la sociedad brasileña.
A falta de mejores argumentos, los partidarios de Bolsonaro han recurrido a todo tipo de mensajes falsos sobre Haddad y los suyos, sobrepasando todo tipo de decencia con mentiras abiertas, sin pudor o recato. WhatsApp es su plataforma preferida. Según un estudio del diario español El País, seis de cada 10 brasileños usan la plataforma. En otras cifras: en un país con 147 millones de electores, más de 120 millones utilizan esa red social. Y leen cosas como que “el candidato del PT ha escrito un libro que defiende las relaciones sexuales entre padres e hijos”. O que “hipocresía es rezar por los hijos y votar por quien defiende la ideología de género, el aborto y la liberalización de las drogas”. También han amenazado con que un gobierno Haddad retiraría a los padres la custodia de sus hijos, un rumor similar al que esparcieron en Cuba a inicios de los años 60 del siglo pasado y que dio origen a la llamada “Operación Peter Pan”. Todo esto condimentado con fotografías trucadas, memes absurdos y mentiras fácilmente detectables… que han funcionado.
Los evangélicos
Detrás de toda esta campaña se encuentra el empresariado afín a la extrema derecha, el mismo que apoyó y financió la represión durante la dictadura militar, y que ha contratado empresas informáticas y grupos de trabajo para llevar a cabo ese engaño del electorado, según un larga investigación del diario Folha de Sao Paulo divulgada a mediados de mes. Cálculos conservadores arrojan que esta campaña ha sobrepasado los 3 millones de dólares.
Un factor importante en su divulgación han sido las Iglesias evangelistas. 7 de cada 10 miembros han dicho ya que irán a las urnas a favor del ex militar, como apunta Oualalou.
“Una semana antes [de la primera vuelta a inicios de octubre] tras el lanzamiento de la campaña #elenão (“él no”, en referencia a Bolsonaro), los pastores subieron a los púlpitos, insultaron el manifiesto de esa campaña y al día siguiente el apoyo a Bolsonaro subió 6 por ciento entre ellos”, afirmó Oualalou.
Uno de los pastores más activos es Edir Macedo, el “capo” de la multinacional evangélica Iglesia Universal del Reino de Dios, y que divide su vida entre Brasil y su mansión de Key Biscayne en Miami.
Macedo ha colocado al servicio de Bolsonaro toda su red de medios de comunicación, al frente de los cuales se encuentra la televisora TV Record, de su propiedad, y que ejercen una influencia enorme sobre el electorado evangélico.
“Toda esa gente vive en su mundo cerrado. Miran la TV evangélica, escuchan las radios evangélicas y solo leen las cuentas de WhatsApp evangélicas. Y no salen de ese círculo. No quieren saber de nada más. Solo lo que les dicen”, dijo la periodista franco-marroquí a OnCuba.
Pero los sondeos se mueven.
Tras la primera vuelta, que dio 46 por ciento a Bolsonaro, mientras que Haddad tuvo de contentarse con 29 por ciento, el candidato del PT ha hecho un esfuerzo enorme por desprenderse de la imagen de Lula da Silva, que dicen analistas le ha perjudicado, acudiendo a mítines gigantescos por todo el país en un intento por atraer el electorado indeciso o no y así alcanzar el Palacio de Planalto.
Es una tarea titánica pero que parece asustar a Bolsonaro, quien ha rehusado debatir públicamente y se dirige a sus seguidores a través de enormes pantallas de televisión instaladas en recintos al aire libre, algo así como describe George Orwell en su novela 1984.
Según un sondeo divulgado el jueves por la encuestadora Datafolha, Bolsonaro arrastra ahora el 55 por ciento del electorado, pero Haddad ya controla el 44 por ciento.
“Es muy difícil predecir si va a haber una migración continuada de votos [de Bolsonaro a Haddad] hasta el día de las elecciones el domingo”, ha dicho el director de la encuestadora, Mauro Paulino. Sin embargo, ha precisado, estos resultados indican que el candidato del PT está ampliando su momentum.
En un tuit, un animado Haddad ha dicho a sus seguidores: “Tengo noticias para ustedes. Bolsonero dijo el domingo que va arrasar con la oposición. Bueno, él no va a tener una oposición porque no va a gobernar. Nosotros vamos a ganar esto”.
Los partidarios de Bolsonaro han quedado tan furiosos con el sondeo de Paulino, que lo han amenazado de muerte a través de las redes sociales a punto de que el director de Datafolha ha pedido protección a la Policía Federal.
De todos modos, el futuro brasileño es incierto. No da para hacer apuestas. Ya lo dijo Tom Jobim: “Brasil no es para principiantes”.