Kaloian Santos Cabrera ha acaparado titulares los últimos días. Por primera vez al unísono en numerosos medios de diverso signo político, y no por su quehacer, sino por haber sido blanco de un acto de censura del Gobierno de Javier Milei, provocado —este sí— por el trabajo del fotoperiodista cubano-argentino.
Kaloian vive en Buenos Aires desde hace 15 años, donde ha estudiado y trabajado como periodista con enfoque en el reporterismo gráfico. Ha cubierto acontecimientos históricos en el país y la región, sociales, políticos, artísticos. Sin duda, parte esencial de su trabajo ha sido la cobertura de movilizaciones sociales, una expresión popular muy arraigada en Argentina.
Con la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada, los vientos cambiaron de orientación, y de intensidad. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, iza la bandera de “mano dura” hacia la calle, con un polémico “protocolo anti-piquete”. No en un momento cualquiera, sino mientras la motosierra como síntesis del achicamiento del Estado en nombre de la eficiencia no hacía pagar el costo a la “casta política” —su gran promesa de campaña—, sino a los más vulnerables.
Por hablar de un sector sensible, el poder adquisitivo de los jubilados argentinos se ha desplomado en un 30 %; a la vez que pierden programas de apoyo de diverso tipo, en particular, sanitarios. Por eso, decidieron salir a la calle.
“El jubilazo —explica Kaloian— empezó a llamarse así popularmente porque hace casi un año salió un grupo de jubilados a rodear el Congreso de la Nación para manifestarse por el empobrecimiento y el recorte de planes sociales. Empezaron a hacerlo cada miércoles, y al volverse sistemático, ganó relevancia. Del otro lado tenían centenares de efectivos preparados para reprimir. Siempre hay desencuentros fuertes. Al inicio los manifestantes, hombres y mujeres mayores, eran un grupo de no más de 20 o 30; pero empezaron a estar acompañados por familiares, por movimientos sociales…”.
¿Cómo es un jubilazo típico?
Comienza una radio abierta desde la plaza, en la que comentan, por ejemplo, las acciones que toma la Junta de Jubilados para contener las medidas hostiles del Gobierno, etc.,
Desde ese momento ya hay cuatro veces más efectivos policiales que manifestantes. Ya desde entonces el ambiente es tenso, y a medida que van avanzando para recorrer los contornos del Congreso, la policía comienza a hacerles resistencia, empujando, y empieza el forcejeo.
La policía da palos, tira gases… Es tremendo: muchos medios ya titulan como si fuera un ‘clásico de los miércoles’: Palo y gases a los jubilados. Es una escena muy impactante la de la brutalidad de una fuerza represiva contra la gente de más edad, gente que trabajó y entregó su energía y sus años a la sociedad. Particularmente conmueven los que van con las que una vez fueron sus batas de médicos.
¿Qué pasó el 12 de marzo?
Ese día fue un punto de inflexión. Se congregan alrededor del Congreso no solo los jubilados, sino miles de personas que fueron a apoyarlos, fundamentalmente hinchas de fútbol, que es la más seria de las pasiones en este país. Desde el Gobierno quisieron instalar el hecho falso que quienes irían no eran hinchas de fútbol y sus familiares, sino barras bravas, y que serían reprimidos. Eso les daba teóricamente la cobertura para hacerlo. Y así fue. Con un agravante: en medio de lo que era ya un campo de batalla en plena calle, le disparan un proyectil de gas lacrimógeno a un fotógrafo, en la cabeza.
Gracias a una foto que tomé y a otras tomadas por varios colegas, Mapa de la Policía1 pudo identificar al efectivo responsable de tirar del gatillo.
¿Qué pensaste al saber de tu despido? ¿Perder tu trabajo era un riesgo que habías considerado?
Al recibir el mensaje de Secretaría de la Cultura, una dependencia gubernamental, y la información adicional de que venía de “más arriba” y con “carácter irreversible” evoqué mis trece años en el Ministerio de Cultura de la Nación trabajando como fotógrafo. Parte de mi identidad como trabajador en el sector público y en la cultura se tejió en torno al hecho de que no importaba (al menos no tanto) el tinte político de quienes ocuparan el sillón de Rivadavia. Así, me mantuve durante cuatro gestiones de colores e ideologías contrastadas… hasta que llegó este Gobierno.
¿Qué cambió?
Como todos los trabajadores de prensa y fotoperiodistas, durante estos años he colaborado como freelance en diversos medios y proyectos. Y mis cuentas en redes sociales han sido la plataforma en la que he mostrado este trabajo; que ha incluido, por supuesto, cobertura de marchas y otros sucesos de contenido social y político en el país. Nunca representó un problema ni generó conflictos de interés.
Cuando asumió Milei, sospeché que esto cambiaría. Llegué a considerar suspender mis publicaciones o mantenerlas con un seudónimo, pero finalmente deseché ambas ideas. Sobre todo porque lo único que estaba haciendo era mi trabajo. No existía conflicto alguno entre mis tareas en el Ministerio y mi trabajo fotoperiodístico. Además, no quería dejar de cubrir la realidad circundante precisamente en un momento tan delicado para el país. Son conocidos a nivel internacional los ataques de este Gobierno a las minorías y los grupos más vulnerables de la sociedad, además de la cuestionable gestión económica. Por no hablar del timonazo en todo lo que se refiere al feminismo y la diversidad sexual, o el sabotaje constante a la salvaguarda de la memoria.
Es cierto que en un año y unos meses de gestión, el presidente ha logrado bajar la inflación que su gestión disparó apenas asumió y eliminar el déficit fiscal. Sin embargo, el costo social del ajuste ha sido altísimo. Bajo el lema de “no hay plata” y usando como símbolo una motosierra, el libertario desmanteló buena parte del Estado: licuó salarios, recortó jubilaciones, más de 40 mil despidos en el sector estatal, frenó la obra pública y desreguló sectores clave como varios programas de la salud pública.
Los mercados aplauden la disciplina fiscal mientras que millones de argentinos enfrentan una realidad cada vez más dura, con tarifas que se disparan, ingresos pulverizados y una inflación que sigue sin dar tregua. El proyecto económico del Gobierno comienza a hacer agua. Paradójicamente, y pese al ajuste inédito, Milei ha debido volver a golpear la puerta del Fondo Monetario Internacional reclamando un salvataje y dejando en evidencia que la motosierra, por sí sola, no alcanza para estabilizar una economía devastada.
¿Cómo cambiaron tus hábitos profesionales en estas nuevas circunstancias?
Además de cosas tan concretas como usar gafas protectoras y casco durante las manifestaciones, comencé a ser mucho más responsable con lo que hago en sentido general. Me di cuenta de lo esencial que es disponer de una red de contención sólida: yo pertenezco a la Asociación de Reporteros Gráficos Argentinos, a la Asociación de Trabajadores del Estado… Relaciones con el gremio periodístico y fotoperiodístico han permitido que el caso tuviera este alcance.
Desde el despido he recibido mucha solidaridad de los medios de comunicación argentinos, desde grandes emporios como La Nación y Clarín hasta la radio comunitaria.
¿La repercusión mediática en Argentina y otros países podrá revertir en alguna medida la sanción aplicada contra ti?
No creo que revierta la medida en tanto es una forma de Gobierno no echar para atrás, pero ha quedado en evidencia que hay persecución y censura, irónicamente por parte del poder que se ha afirmado sobre la promesa de la libertad.
¿A qué le atribuyes este ataque?, primero expresado en la renovación de tu contrato por breve tiempo y finalmente su no renovación…
Aunque no lo reconozcan, todo se debe a mis coberturas, a que mis fotos de las marchas, los jubilados y la represión comenzaron a circular y a ser compartidas. También a mi serie de dípticos “De qué lado de la mecha te encontrás”.
¿En qué consiste?
Es una serie de fotos que comencé a realizar en diciembre de 2024, con la llegada de Milei al poder. Se trata de dípticos fotográficos que armo a partir de las imágenes captadas en cada manifestación que cubro, donde una foto muestro a los manifestantes y en otra a las fuerzas represivas. Hay detalles, rostros, gestos, carteles… pareados a partir de un criterio común.
Es una manera de narrar el contraste en el contexto de la política implementada por este Gobierno de reprimir las marchas en la calle, valiéndose del polémico “protocolo antipiquete”, frente a gente común, desarmada naturalmente.
El nombre “De qué lado de la mecha te encontrás” evoca un verso de una canción de la popular banda de rock argentino Patricio Rey y los Redonditos de Ricota en la que hace alusión a que nos definamos en circunstancias como estas. En el caso de los dípticos, es una toma de postura.
¿Qué pensaste al descubrir que podías aportar evidencia sensible para un caso tan mediático como el de Grillo? Encima, con su protagonista entre la vida y la muerte, mientras nadie menos que la ministra de Defensa negaba ante los medios cualquier responsabilidad pública en el caso…
Sabía que aportar esta evidencia podía tener consecuencias negativas bajo este Gobierno. Pero no me arrepiento. Desde que decidí dedicarme a esta profesión, sabía que cosas así o parecidas podían sucederme. Esos riesgos están emparentados con el oficio. Y sabía que con el nuevo Gobierno en algún momento podía ser despedido, aun ejerciendo nada más que mi trabajo.
Pero estoy orgulloso de lo que hago y, específicamente, de haber sacado esa foto en medio de la balacera al gendarme que le disparó a ese muchacho de 35 años, que desde hace casi un mes lucha en un hospital por su supervivencia, por el solo hecho de sacar fotos.
Cuando descubrí que tenía material tan delicado, sentí miedo, por las consecuencias para mi trabajo, para mí directamente y la gente que me rodea. Recordé el caso de José Luis Cabezas, el fotógrafo que asesinaron en los 90 por haber sacado una foto a un empresario y mostrarlo2. Y así un montón de cosas.
Pero lo que más me golpeó fue la imagen de Grillo luchando por su vida en una cama, como consecuencia de un golpe que pudo terminar en mi cabeza, estando como estaba en el mismo lugar y el mismo momento. A la vez, me vi en la historia de vida de Pablo, los comienzos en la fotografía. Ese muchacho sueña con ser fotoperiodista mientras trabajaba en mantenimiento en un hospital. Con sus ahorros se compró una cámara usada y salía a cubrir las noticias en la calle, aunque no tuviera un medio de comunicación que le pagara por ello.

No podía ser tan cobarde de mantener en secreto la foto. Cómo iba a salir a la calle a fotografiar después, sabiendo que no mostré la foto que demostraba la responsabilidad policial del hecho? ¿Cómo miraría a la cara a gente que me quiere? Y entonces me dije: “Pa’l carajo. Vamos para adelante y que sea lo que sea”. Y saqué la foto a la luz.
Y no me arrepiento de nada. Seguimos cámara en ristre. No nos calla nada ni nadie.
Notas:
- Plataforma web colaborativa que brinda un espacio para denunciar hechos de abuso policial. La iniciativa es una propuesta de diferentes oegenés y en ella confluyen abogados, periodistas, referentes sociales, peritos científico … todo de manera voluntaria.
- El reportero gráfico de Noticias José Luis Cabezas fue asesinado por órdenes de Alfredo Yabrán, uno de los empresarios más poderosos del país, por tomarle una fotografía en enero de 1996 y revelar su identidad. Hasta ese verano, Yabrán era invisible: nadie conocía su cara, a pesar de ser una figura clave en el mundo empresarial y político.