Las muertes de ocho turistas estadounidenses este año en República Dominicana no son parte de una cadena misteriosa de fallecimientos, sino un fenómeno normal desde el punto de vista médico y estadístico, afirmó el viernes el ministro dominicano de Turismo, Francisco García.
Con 3,2 millones de turistas estadunidenses en República Dominicana el año pasado, no es raro que ocho personas hayan muerto estando de vacaciones a lo largo de un periodo de seis meses, afirmó el funcionario. Las autoridades dominicanas confían en que las tres muertes bajo investigación también hayan sido por causas naturales.
“Nosotros lo que queremos es que prevalezca la verdad”, afirmó García. “Aquí no hay nada que esconder”.
Las primeras muertes que alcanzaron los titulares de prensa, que siguen siendo las más misteriosas, fueron las de una pareja que al parecer ocurrieron a la misma hora y en la misma habitación de un hotel. Los cadáveres de Edward Nathaniel Holmes, de 63 años, y Cynthia Ann Day, de 49, fueron encontrados el 30 de mayo en su habitación del hotel Grand Bahía Príncipe La Romana. Varios medicamentos fueron encontrados en la habitación, entre ellos un antiinflamatorio, un opiáceo y un fármaco para controlar la presión, dijo García.
Las autopsias encontraron edema pulmonar, una acumulación de fluido en los pulmones que es causada frecuentemente por una enfermedad cardiovascular.
Poco después de la muerte de la pareja, miembros de la familia cuestionaron en declaraciones a medios estadounidenses el fallecimiento de Miranda Schaup-Werner, de 41 años, de Pensilvania, ocurrido en el hotel Luxury Bahía Príncipe Bouganville. Un portavoz de la familia dijo a la prensa que Schaup-Werner se desmayó después de tomar una bebida del minibar.
La autopsia determinó que la mujer murió de un ataque cardiaco, afirmó García.
Después del deceso de Schaup-Werner, los medios ampliaron su cobertura y parientes de personas que murieron en República Dominicana dijeron a reporteros locales en diversas partes de Estados Unidos que estaban preocupados de que sus seres queridos hubieran sido víctimas de una extraña cadena de muertes inexplicables, quizá debido a alcohol adulterado o un uso descuidado de pesticidas. Las muertes difundidas por los medios incluían por lo menos dos de 2018.
García dijo que el número de fallecimientos de turistas estadounidenses en República Dominicana bajó 56% de 2016 a 2018, aunque no facilitó mayores cifras ni detalles. El Departamento de Estado norteamericano también dijo que no ha registrado un aumento en el número de muertes ciudadanos estadounidenses en la nación caribeña.
García mostró a la prensa una síntesis de los hallazgos patológicos de cada muerte, pero no compartió los informes de las autopsias porque señaló que no son documentos públicos y sólo las familias afectadas podrían autorizar su difusión.
Jerry Curran, de 78 años, murió el 26 de enero en el centro vacacional Dreams Punta Cana, y según la autopsia, murió por edema pulmonar y otras causas, dijo el ministro.
El 12 de abril, Robert Bell Wallace, de California, murió de choque séptico, neumonía y falla orgánica múltiple. Una semana después, el 19 de abril, John Corcoran, de 70 años, falleció de causas naturales. Miembros de la familia dijeron que Corcoran padecía desde antes un problema cardiaco.
Contrario a lo que reportan algunos medios, “no es cierto que hay una avalancha de muertos”, afirmó García.
Leyla Ann Cox, de 53 años, murió de un ataque cardiaco el 10 de junio, según el funcionario. La turista tenía indicios de haber sufrido un ataque cardiaco previo. Tres días después, el 13 de junio, Joseph Allen, de 55 años, murió de un ataque cardiaco en el Centro Vacacional Terra Linda en Sosua; presentó antracosis y congestión pulmonar.
“La mayoría de los destinos turísticos registran en el año cierto número de muertes naturales”, dijo la doctora Sally Aiken, médica forense en Spokane, Washington, que ha efectuado más de 9.000 autopsias y es vicepresidenta de la Asociación Nacional de Médicos Forenses.
Qué interesante, así que estos fallecidos no son cifras alarmantes, pero unos cuantos funcionarios con dolor de cabeza en La Habana llevaron a una crisis monumental y a cerrar prácticamente la embajada norteamericana.