Japón abrió este lunes centros de vacunación masiva en Tokio y Osaka gestionados por el ejército cuyo objetivo es acelerar la inmunización contra la COVID-19 de su población, un proceso que avanza con lentitud cuando restan dos meses para los Juegos Olímpicos.
Ambos centros, que durante su primera semana de operaciones sólo vacunarán a residentes de dichas metrópolis, aspiran a vacunar respectivamente a 10 000 y 5 000 personas cada día y para ello permanecerán abiertos doce horas diarias durante tres meses.
Decenas de personas hicieron cola ordenadamente desde primera hora del día para acceder a las instalaciones del barrio tokiota de Otemachi, al que por el momento sólo pueden acudir residentes mayores de 65 años y con reserva previa, únicamente “online”.
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Entre las personas que acudieron al centro estuvo Hideo Ishikawa, que dio la bienvenida a la decisión de acelerar la vacunación con unas instalaciones de estas características.
“Me quedo más tranquilo porque he vivido bajo presión durante el último año y medio. No me importa contagiarme, pero debo evitar contagiar a mi familia, por ejemplo a mis padres o a mis hijos”, dijo a los medios este empleado de 73 años que, si bien cree que “hay cosas que mejorar, es el primer día y espero que se vayan ajustando”.
Midori Hidekawa, una mujer de 70 años, se sintió aliviada porque pudo vacunarse dos semanas antes de lo esperado. La japonesa decidió reservar en el centro porque pensó que de otro modo “no podría recibir la segunda dosis ante de acabar julio. Espero que la vacunación en masa se expanda y mucha gente se vacune”, señaló.
El Gobierno espera que la apertura de estas instalaciones le permita cumplir su meta de inocular a sus ciudadanos mayores de 65 años (unos 36 millones de personas) para finales de julio, hacia las fechas en las que arrancarán los Juegos Olímpicos en la capital nipona.
Las 49 000 reservas disponibles en Tokio para esta semana y las 24 500 del centro de Osaka se agotaron rápidamente tras abrirse el plazo de inscripción el pasado 17 de mayo.
Transcurrida la primera semana, los centros recibirán a los mayores que vivan en las colindantes prefecturas de Saitama, Chiba y Kanagawa, en el caso de Tokio; y Kioto y Hyogo, en el caso de Osaka.
Al margen de las instalaciones gestionadas por el ejército, las fuerzas niponas de Autodefensa, los gobiernos locales de todo el archipiélago trabajan para abrir sus propios centros de vacunación en masa, de gestión público-privada.
Las prefecturas de Aichi, Gunma y Miyagi, en el centro y noreste del país, ya cuentan con algunos que empezaron a operar hoy.
La ciudad de Kobe (oeste) usará el Estadio Noevir del equipo de fútbol Vissel Kobe, donde juega el español Andrés Iniesta, para la vacunación, con el objetivo en inocular a unas mil personas al día en principio.
En la capital japonesa, el propietario del estadio Tokyo Dome ha ofrecido las instalaciones para que se vacune a la población en general, una vez terminen las inyecciones a los mayores de 65 años.
La lentitud de la vacunación en el país asiático ha generado preocupación dentro y fuera del territorio cuando restan dos meses para la apertura de los JJ.OO. de Tokio, prevista el 23 de julio.
Japón empezó a vacunar contra la COVID a mediados de febrero, inmunizando a personal sanitario y posteriormente la campaña se extendió para cubrir a los mayores de 65 años.
Sólo el 5.5 % de la población objetivo había recibido al menos una dosis hasta el domingo, según los datos disponibles más recientes. El porcentaje era del 2.4 % para los totalmente inmunizados.
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La vacunación en Japón está destinada a los mayores de 16 años, que representan en torno a 110 de sus 125.6 millones de habitantes.
Los centros abiertos hoy administrarán la vacuna desarrollada por la farmacéutica estadounidense Moderna, cuyo uso de emergencia fue aprobado en Japón el pasado viernes.
En las inyecciones aplicadas hasta ahora por centros gestionados por las autoridades locales sólo se usaba la vacuna desarrollada por Pfizer y BioNTech, las únicas que estaban permitidas en Japón.
La lentitud en la aprobación de vacunas en el país, ligada a la mala experiencia con efectos secundarios, se suma a una carencia de personal sanitario, extenuado por su labor frente a la pandemia, y que ha llevado al gobierno a permitir que dentistas y enfermeras jubiladas se unan a la administración de vacunas.