El primer ministro canadiense, Mark Carney, presentó un ambicioso programa económico destinado a reducir la dependencia de Canadá con respecto a Estados Unidos.
La iniciativa responde a las políticas “colonialistas” y a la retórica agresiva del presidente Donald Trump, quien ha estado tanteando públicamente la anexión de Canadá como el estado número 51 de la Unión Americana.
El plan llega en un momento de creciente tensión bilateral y tras una serie de declaraciones de Trump que han provocado indignación en la opinión pública canadiense y preocupación en el gobierno federal.
Canadians elected this new government with a strong mandate: to bring down costs and help you get ahead.
That work starts with a tax cut for the middle class, taking effect on July 1.
— Mark Carney (@MarkJCarney) May 29, 2025
El programa presentado por Carney se basa en tres pilares: diversificación comercial, fortalecimiento de la industria nacional y desarrollo de capacidades tecnológicas propias. El objetivo es reducir la exposición de Canadá a las decisiones unilaterales de Washington.
Entre las medidas concretas, se encuentran la firma de nuevos acuerdos comerciales con la Unión Europea y países del Pacífico, así como el apoyo a la exportación de energía a mercados alternativos. Ottawa también ha anunciado inversiones en infraestructura portuaria para facilitar el comercio con Europa y Asia.
El plan incluye la creación de un fondo de contingencia para apoyar a las empresas afectadas por los aranceles estadounidenses y la promoción de la innovación tecnológica en sectores clave como la energía, la manufactura y la inteligencia artificial.
Carney exige respeto a la soberanía canadiense
En una entrevista exclusiva con la BBC, Carney dejó claro que Canadá solo dialogará con Estados Unidos “bajo nuestras condiciones, no bajo las suyas”.
El primer ministro subrayó que su país merece ser tratado con respeto y que cualquier conversación sobre comercio o seguridad debe honrar la soberanía canadiense.
A su vez, el líder liberal también descartó rotundamente la posibilidad de una anexión canadiense a Estados Unidos, calificando la idea de “nunca, jamás ocurrirá”.
Integración comercial entre vecinos
Canadá y Estados Unidos mantienen una relación comercial profundamente integrada. Aproximadamente 75% de las exportaciones canadienses van a su vecino del sur, mientras que Canadá representa solo 17% de las exportaciones estadounidenses. Además, Ottawa es el principal proveedor extranjero de energía a Washington.
El déficit comercial de EE.UU. con Canadá superó los 45 mil millones de dólares en 2024, en gran parte debido a la demanda energética estadounidense. Esa asimetría ha sido aprovechada por Trump para presionar a Ottawa en negociaciones comerciales y en la política energética.
El caos arancelario y la respuesta canadiense
Desde su reelección, Trump ha impuesto una serie de aranceles y restricciones comerciales que han afectado directamente a la economía canadiense. El gobierno de Carney ha respondido con un plan económico que busca diversificar las exportaciones y reducir la dependencia del mercado estadounidense.
Carney ha advertido que los aranceles de Trump podrían provocar una crisis financiera y una recesión en Estados Unidos, con efectos colaterales para Canadá. Por ello, su plan incluye incentivos para que las empresas canadienses busquen nuevos mercados en Europa, Asia y América Latina.
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“Canadá seguirá siendo un país libre, soberano y abierto al mundo”, ha declarado Carney. “No aceptaremos imposiciones ni chantajes. Defenderemos nuestros intereses y construiremos un futuro mejor para todos los canadienses.”
Retórica colonialista de Trump
La tensión entre ambos países se ha visto exacerbada por la retórica de Trump, quien ha repetido en varias ocasiones su deseo de convertir a Canadá en el estado número 51 de Estados Unidos.
Tales declaraciones han sido recibidas con indignación en Canadá, país enorme con una pequeña población de 41 millones de habitantes, y han reforzado el consenso nacional sobre la necesidad de una mayor autonomía.
Trump también ha presionado a Canadá para que adopte políticas migratorias y de seguridad alineadas con las prioridades estadounidenses, lo que ha sido interpretado en Ottawa como una forma de injerencia en sus asuntos internos.
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Por otra parte, las políticas migratorias de Trump han provocado un aumento de los cruces irregulares hacia Canadá, obligando a Ottawa a reforzar los controles fronterizos y a negociar acuerdos de devolución de migrantes. A su vez, la retórica antiinmigrante de Washington también ha generado un clima de desconfianza en las comunidades transfronterizas.