La administración Trump divulgó documentos relacionados con el ex asesor de campaña, Carter Page. El Departamento de Justicia publicó unas páginas (censuradas con numerosas tachaduras negras) con la orden de la FISA Court –entidad establecida, entre otras cosas, para emitir órdenes de vigilancia contra espías dentro de los Estados Unidos – autorizando vigilar a Page en octubre de 2016. El FBI tenía entonces elementos para pensar que “los esfuerzos del gobierno ruso” se estaban “coordinando con Page y tal vez con otras personas asociadas con la campaña”. Page negó haber sido agente de la inteligencia rusa. Esas alegaciones eran “ridículas”, “un chiste completo”. “Nunca he sido un agente de una potencia extranjera”, dijo en el programa de la CNN, Estado de la Unión.
Sin embargo, detrás hay una historia contradictoria –o varias. En su testimonio ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, el pasado 2 de noviembre, Page dijo que en julio de 2016 había informado a Jeff Sessions, Corey Lewandowski, Hope Hicks y otros funcionarios de campaña de Trump que viajaba a Rusia para pronunciar un discurso. También que el copresidente de la campaña, Sam Clovis, le había pedido un acuerdo de confidencialidad sobre ese viaje. Con ello contradijo afirmaciones previas de Trump, Sessions y otros funcionarios.
Testificó que después de pronunciar un discurso de graduación en la New Economic School de Moscú, habló brevemente con uno de los asistentes, Arkady Dvorkovich, viceprimer ministro en el gabinete de Dmitry Medvedev. (Antes había afirmado que no había hablado con individuos conectados con el gobierno ruso). Además, admitió haberse reunido con Andrey Baranov, un alto ejecutivo de Rosneft, compañía rusa especializada en exploración, extracción, producción, transporte, venta de petróleo y gas natural controlada por el gobierno. De acuerdo con trascendidos, aquí se le ofreció a Page una jugosa suma si trabajaba para revocar las sanciones económicas a Rusia.
Trump y sus aliados sostienen que la divulgación parcial de esos documentos demuestra que la investigación del Consejero Especial, Robert Mueller, se lanzó por razones políticas a partir de un informe el ex agente de inteligencia británico Cristopher Steele, autor del llamado Dossier Trump, pagado por los demócratas. “Así que ahora sabemos que era en realidad el expediente sucio y falso, pagado por la deshonesta Hillary Clinton y la DNC […]. La FISA fue responsable de iniciar al totalmente conflictivo y desacreditado caza-brujas Mueller”, twitteó el presidente.
Medios como The Washington Post han destacado la falsedad de esas afirmaciones subrayando, en primer lugar, que la investigación rusa no fue lanzada debido a Carter Page. Según el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, comenzó después de que el FBI conoció que un agente ruso había contactado a George Papadopoulos, otro miembro de la campaña de Trump acusado de mentirle al FBI y actualmente colaborando con la investigación. El agente le dijo que los rusos tenían información incriminatoria sobre Hillary Clinton, incluidos correos electrónicos. Papadopoulos mencionó a un diplomático australiano que los rusos tenían “suciedad” sobre Clinton. Los australianos se pusieron en contacto con el gobierno de Estados Unidos y el FBI comenzó a investigar el punto.
En segundo, varios expertos en seguridad nacional sostienen que las partes tachadas de esos documentos contienen información más que suficiente para que el juez autorizara la vigilancia de Page. Además, este ya había aparecido en el radar del FBI como objetivo del reclutamiento de la inteligencia rusa en un caso separado de espionaje. De no haber procedido, sostienen, el FBI hubiera incurrido en un caso de negligencia. Por último, cuatro jueces diferentes, todos designados por presidentes republicanos, firmaron las órdenes para vigilar a Carter Page.