Cuando Mijaíl Gorbachov se disponía a firmar los documentos para ceder el poder del arsenal nuclear de la URSS a Rusia y terminar la era soviética, su bolígrafo no funcionó. En cambio, utilizó un Montblanc que le cedió el entonces director de la CNN, Tom Jonhson, frente a decenas de medios de todo el mundo.
El bolígrafo se convirtió en un símbolo para el periodismo occidental, una metáfora de su relación con los hechos históricos, el poder y la democracia. Hoy puede verse expuesto en el Museo de la Prensa estadounidense, en el 555 de la avenida Pennsylvania de Washington.
Siete pisos llenos de Historia: la cobertura de la caída de las Torres Gemelas, todas fotos que han alcanzado el Pulitzer; la portada de diarios de todo el mundo; la noticia “más importante” de cada año; la evolución de la tecnología útil para realizar coberturas mediáticas y hasta ocho secciones originales del Muro de Berlín.
Pero muy pocas personas podrán ver la totalidad de estas exposiciones nuevamente, pues antes de que termine 2019 el museo habrá cerrado debido a problemas financieros para sostener la institución.
El Newseum (juego de palabras en inglés entre news y museum), como se le conoce, explica en su web que su misión es mostrar al público una forma de comprender la importancia de la prensa para la democracia, para garantizar la libertad del individuo y escrudiñar los intersticios del poder. En resumen, el rol del periodismo como ejercicio de expresión y garantía civil.
En una ciudad visitada por millones de turistas cada año, la oferta de museos totalmente gratuitos, de arte, de aviación, de historia, de ciencia, compite con los 25 dólares que cuesta la entrada al Newseum de la avenida Pennsylvania.
La organización Freedom Forum, que actualmente gestiona la institución, dijo hace unos meses que se esperaba vender el edificio a la universidad Johns Hopkins, sin mencionar planes precisos para otra locación o el destino de los objetos museables, aunque se mencionó la posibilidad de una sede de menor tamaó y la devolución de varias piezas de la muestra a sus dueños originales.
Al museo asisten desde 2008 unas 800,000 personas al año, desde caravanas de estudiantes con gorras y pulóveres rojos que incluyen la frase “Make America great again”, hasta seguidores de profesionales del periodismo como Jim Acosta, quien próximamente presentará un libro sobre lo difícil que es ser periodista en la era de Trump.
Cuba también está en el museo y en ocasiones generó la noticia más importante del año. La primera fue en 1959 cuando Fidel Castro llegó al poder y se convirtió en la portada de la revista Times.
Otro momento fue en 1962 cuando el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear con la Crisis de los Misiles.
Y en 2008 fue noticia del año el momento en que Fidel formalizó la cesión de sus cargos a su hermano Raúl por motivos de enfermedad.
En una era donde proliferan las fake news y el periodismo profesional es atacado por el presidente de Estados Unidos como “enemigo del pueblo”; donde las redes sociales y la tecnología convierten la inmediatez en el estándar, por encima de los mínimos valores éticos, la investigación o el contraste de fuentes, el cierre del Newseum –tan cercano al Capitolio– parece una derrota para la democracia.