Sin conexión con el pasado ni con el futuro, los miles de cubanos detenidos en la base estadounidense de Guantánamo durante la “crisis de los balseros” encontraron hace 25 años un cable a tierra en los periódicos creados por ellos mismos, según recuerda el director de uno de esos medios.
El geógrafo Jorge del Río, que dirigió El Futuro, un periódico “hecho a mano y de memoria”, recuerda en una conversación con Efe en su casa de Miami, la travesía rumbo a Estados Unidos que realizó en agosto de 1994 a bordo de una endeble embarcación que fue interceptada por la Guardia Costera de ese país.
Tampoco olvida la llegada al único punto de Cuba que no estaba, ni está, bajo control del Estado cubano, la base naval de Guantánamo, por donde llegaron a pasar 37.000 cubanos que se hicieron a la mar en cualquier cosa que flotase en busca de un futuro mejor.
En la base, “habíamos perdido la conexión con el pasado, estábamos aislados, y tampoco teníamos conexión con el futuro. Esto fue creando cierta desilusión. A mí me preocupaba que esta situación se convirtiera socialmente en un caos”, narra.
Así nació El Futuro, donde el término “balseros” empezó a generalizarse. “El consenso general fue que nos debíamos llamar balseros y no utilizar la terminología de los militares” estadounidenses, que nos llamaban “migrantes“, subraya.
Del Río, actualmente un consultor medioambiental, guarda copias de las once ediciones de El Futuro, cuyos originales fueron donados al archivo cubano de la Universidad de Miami (UM).
“Todas las noches, 50 o 60 personas venían a conversar en las afueras de la carpa; era como un aula, todos oíamos las historias de la gente. El Futuro es el primero hecho por los balseros. Su nombre se debe a que no sabíamos qué iba a pasar con nosotros”, recuerda el editor.
“Llegó a ser muy variado. Un muchacho llamado Enrique era el que hacía los crucigramas. Cuando nos equivocábamos en uno, recibíamos hasta amenazas de muerte. El periódico llegó a reflejar la vida cotidiana del campamento, que comenzó a organizarse como si fuera un pueblo”, dice.
Pero Del Río no lo tuvo fácil porque los militares, que con el tiempo terminaron imprimiéndole 2.000 ejemplares semanales, revisaban los contenidos de El Futuro para de paso tomar el pulso de la vida de los refugiados.
El logotipo del semanario era una antorcha de la libertad. Un subtítulo rezaba “Con el alma en la mano”, lo que provocó una gran preocupación. Los militares, cuenta Del Río, se alarmaron porque entendieron “arma” en lugar de la palabra “alma”.
El ahora consultor de leyes oficiales sobre medioambiente asegura que, a través de su publicación, se logró un estrecho vínculo con los militares, con quienes llegaron a jugar al béisbol en equipos mixtos.
De cierta manera, se perdió la línea divisoria, dice, a pesar de las barreras del idioma.
Pero El Futuro, puntualiza, no fue el único periódico hecho en la Base. También surgieron El Balsero, “con un increíble trabajo gráfico e ingeniosas caricaturas”, y El Éxodo, más dedicado a cuestiones legales.
Los tres competían con uno publicado por el gobierno estadounidense bajo el nombre ¿Qué Pasa? y que decían que era el ‘oficial'”, detalla Del Río.
El geógrafo y consultor participó del tercer éxodo masivo de cubanos hacia EE.UU. por vía marítima. El primero fue el de Camarioca (1965-1973), cuando más de 100.000 cubanos abandonaron su país. Siete años más tarde, el de Mariel (1980) supuso la llegada a Florida de más de 125.000 en unas 2.000 embarcaciones.
Pasado un año, Del Río dejó Guantánamo y como otros miles de “balseros” cubanos logró establecerse en Estados Unidos gracias a una visa humanitaria firmada por el entonces presidente Bill Clinton, quien también rubricó una nueva política migratoria para los ciudadanos de Cuba.
La política de “Pies secos/pies mojados”, derogada por Barack Obama en 2017, garantizaba refugio a todos los cubanos que lograsen llegar a territorio de Estados Unidos, ya fuera de manera regular o irregular (“pies secos”), pero comprometía a Washington a devolver a los detenidos en el mar (“pies mojados”).
Instaurada en 1995, esta política fue el resultado de un acuerdo entre la Administración de Clinton con Cuba y la revisión de la Ley de Ajuste Cubano, vigente desde 1966, que autoriza a los cubanos a recibir la tarjeta de residencia permanente al año de su permanencia en Estados Unidos.
Veinticinco años después, Del Río no ha olvidado su travesía.
Después de remar tres días y tres noches junto con otros seis compatriotas, fueron interceptados en alta mar a unas 25 millas de Cayo Hueso.
Una vez a bordo del barco de la Guardia Costera, soltó una paloma mensajera que llevaba dentro de una caja de zapatos.
“En el barco ya había unas 2.000 personas que aplaudieron a la paloma mensajera para que alzara vuelo. Lo hizo en forma de espiral hasta que la perdimos de vista”, narra el geógrafo.
Según afirma, a las dos horas la paloma estaba de regreso en La Habana, en casa de un colombófilo vecino de Del Río, que era el dueño del ave y se la prestó para el viaje.
Los padres de Del Río supieron así que estaba vivo.