Pese a que las autoridades locales terminaron este miércoles de reabrir el sur de Florida tras casi tres meses de encierro económico y laboral, la cifra de muertos por la pandemia del Covid-19 se ha incrementado.
Según el Departamento de Salud, el número de muertos en el estado ha llegado a 2,801. Entre los tres condados más importantes –Miami-Dade, Broward y Palm Beach– han fallecido 1,530 personas.
Lo importante en esta cifra es que representa un aumento de 36 personas en relación con el día anterior. El Centro de Control de Enfermedades no recomienda la normalización de las actividades públicas cuando a cifra es superior a diez muertes diarias. Pero el aumento fue detectado porque cada día se hacen más pruebas para detectar el coronavirus. El lunes, dijo la entidad sanitaria, se han registrado más de 1,000 casos nuevos en siete de los últimos ocho días.
Solo en el condado Miami-Dade la cifra de muertos ahora es de 784, el epicentro de las infecciones en Florida. Ha habido 397 muertes en el condado de Palm Beach y 349 en Broward. En el caso de Miami-Dade, en un solo día se registró la cifra promedio de muertes de diez días.
El impuesto del coronavirus
Con la pandemia de coronavirus y el cierre de restaurantes y bares, sus propietarios fueron privados de decenas de miles de dólares en ingresos. Algunos creen que no se van a recuperar nunca y han cerrado establecimientos y despedido empleados.
Pero con el permiso de reapertura, que entró en vigencia la semana pasada y se completó este miércoles, algunos han buscado formas de resarcirse lo más que puedan inventando formas sobre las que todavía los gobiernos locales no se han pronunciado por su legalidad. Han comenzado a adicionar un “impuesto por el coronavirus”, normalmente el 3% del total de la cuenta.
“Tengo clientes que lo aceptan, hay otros que no les gusta. Pero trato explicarles que salir de un confinamiento y volver a abrir las puertas después de la pandemia cuesta mucho dinero”, explica Marco Antonio, gerente de un restaurante de comida portuguesa en la barriada de Coral Gables, en Miami.
Con las nuevas reglas que los gobiernos locales han impuesto a lugares públicos como los restaurantes, sus propietarios tuvieron que hacer inversiones. “Nos obligan a limpiar continuamente el establecimiento. Eso es caro. Mantener un espacio cerrado en condiciones obliga a un gasto enorme con desinfectantes, las máscaras que mis empleados tienen obligatoriamente que usar son carísimas, colocar divisiones de plástico transparente en las mesas para separar con una barrera a los clientes tampoco es barato. Los baños hay que limpiarlos después de cada uso, eso representa gastos con productos higiénicos y contratar otro empleado. No me quedó otra alternativa que pasar esos gastos a los clientes”, dice.
Aunque ha sido una medida que las autoridades estiman necesaria –no el cobro del impuesto del 3%, sino la limpieza constante de las instalaciones–, hay clientes que la rechazan. Y por dos razones. No ha sido autorizada por el gobierno local y la mayoría de las personas solo se enteran cuando el empleado le entrega la factura porque no tenían constancia de ese “impuesto”.
El domingo Lally Quimera y Juan Julián celebraron sus tres años de casados y fueron a un restaurante que, casualmente, no tenía la barrera separadora de plástico, pero en la cuenta se apareció el tal “impuesto de coronavirus”. Y ardió Troya. “No sabía de este impuesto ilegal. Los restaurantes no pueden imponer al cliente que pague un porcentaje para que puedan mantenerse limpios. Eso es una obligación, está en el código de salud. Además, al entrar no nos avisan que le han hecho un añadido a la cuenta, ni está escrito en el menú, no avisan a los clientes. Me parece un abuso. Seguro que no voy a venir más aquí”, explica Quimera, mientras el esposo asiente con la cabeza.
Marco Antonio esgrime una explicación. “Yo podía hacer otra cosa: subir los precios. Y tengo una explicación para eso. En los últimos meses ha aumentado el precio de la carne, el pescado, las verduras y las frutas. Pero tengo en cuenta que con la pandemia la gente ha sufrido mucho. Prefiero imponer este 3% a la cuenta final que aumentar, digamos, entre 3 y 5% los precios en general. Durante la cuarentena muchas fábricas y plantas procesadoras de alimentos tuvieron que cerrar. La consecuencia fue el aumento de los precios de los alimentos en tiendas y supermercados. La que más aumentó fue la carne, y eso que estábamos en emergencia en Miami, donde no se puede aumentar nada alimenticio durante un estado de emergencia. Pero los políticos no hicieron caso a ese abuso. Ni siquiera los fiscales locales y estatales”.
A todos los restaurantes suman una pérdida adicional. “Con la reapertura hemos prohibido clientes. Las reglas ahora para mantener la distancia de seguridad nos obligan a retirar 50% de los espacios disponibles. Eso también es una pérdida brutal porque, por ejemplo, el viernes y sábado son los días más importantes, estamos siempre llenos. Esos dos días por sí solos pagan el alquiler mensual del restaurante que, por el lugar donde está situado, es bien alto. Me lo subieron en enero cuando no se hablaba de coronavirus”, dijo Marco Antonio.