Shakespeare (not) in love  

La ley floridana coloca a sus gestores contra la cosmovisión renacentista del escritor inglés, en la que el sexo forma parte natural y consustancial de la conducta humana, no un estigma ni un pecado original del que haya que arrepentirse.

Kenneth Branagh y Kate Winslet en Hamlet, versión inglesa de 1996. Foto: Archivo.

Kenneth Branagh y Kate Winslet en Hamlet, versión inglesa de 1996. Foto: Archivo.

A la Dra. Beatriz Maggi, in memoriam.

 

La ley 1069, originalmente patrocinada por el representante republicano de Florida Stan McClain, restringe la instrucción en las escuelas públicas de temas asociados a sexualidad, enfermedades de transmisión sexual y otros afines en función de los grados escolares. Una de sus claves consiste en definir el término “sexo“ en las escuelas: los profesores deben enseñar que la identidad sexual se determina biológicamente al nacer, uno de los mantras predilectos del pensamiento conservador en esta área.

Además, establece mayor escrutinio de los materiales educativos por parte del Departamento de Educación floridano —censura, pero utilizando palabras más finas— y, sobre todo, que los padres puedan objetar libros y otros materiales a los que estén expuestos sus hijos.  

Sus promotores lo han dicho: la intención consiste en uniformar la “educación sexual” en todos los distritos escolares de Florida y establecer vías para que los progenitores puedan oponerse a los textos y filmes que consideren inapropiados para sus dulces criaturas.

El problema es que esa ley, aparentemente aséptica, contiene sin embargo trampas a favor del puritanismo y el conservadurismo, una de ellas es la definición de la que parten los padres sobre sexo y pornografía. En marzo pasado se produjo un escándalo que llegó bastante más allá de las fronteras floridanas cuando la directora de una escuela de Tallahassee fue obligada a renunciar por dar una clase a alumnos de sexto grado sobre arte renacentista utilizando el David de Miguel Ángel. Unos padres la consideraron “pornográfica”.

Laurence Olivier y Jean Simmons en Hamlet, versión inglesa (1948). Foto: Archivo.

La noticia, desde luego, llegó a Florencia, que acoge en la Galería de la Academia la famosa escultura de más de 5 metros. “Confundir arte con pornografía es simplemente ridículo“, dijo el alcalde de la ciudad, Dario Nardella. Por su parte, el historiador del arte Tomaso Montanari consideró el hecho “desconcertante“.

“Primero está la consternación por la ausencia de libertad educativa, ya que las familias no deberían restringirla ni manipularla“, dijo. “Por otro lado, desde una perspectiva cultural, el mundo occidental tiene una tendencia a asociar el fundamentalismo y la censura con otras sociedades, creyendo que posee la capacidad de difundir los ideales democráticos en todo el mundo. Pero este retroceso cultural destaca claramente la presencia de puntos de vista fundamentalistas también en Occidente“.

Esta y no otra es la base de un nuevo conflicto, ahora en torno a la obra de William Shakespeare, en el sistema educacional floridano. Por un lado, según los Benchmarks for Excellent Student Thinking (o estándares B.E.S.T), los estudiantes de primer año de High School (Preuniversitario) deberían tener acceso a Romeo y Julieta; los de segundo a Macbeth y Sueño de una noche de verano; los de tercero, a Julio César; y los del último a Hamlet.

DeSantis y la cultura “woke”

El objetivo es “nutrir a los estudiantes sumergiéndolos en el estudio de las grandes obras de la literatura, la historia y las artes”, y como parte de un “plan de estudios significativo que eleva el alma”. Es decir, sin ningún tipo de “selección”. Por otro, está la medida recientemente tomada por las autoridades educacionales del condado de Hillsborough, en Tampa, limitando a fragmentos la lectura de ciertas piezas de Shakespeare. Si quieren leer las obras en su totalidad, tendrán que hacerlo en su tiempo libre; es decir, fuera de la escuela.

El problema de fondo es que esa ley, que de hecho prohíbe enseñar cualquier contenido de naturaleza sexual, coloca a sus gestores/ejecutores contra el pensamiento renacentista de William Shakespeare, portador de una cosmovisión en la que el sexo forma parte natural y consustancial de la conducta humana, no un estigma ni un pecado original del que haya que arrepentirse.

Innotenky Smoktunovsky y Anastasia Vertinskaya, Hamlet, versión rusa (1964). Foto: Archivo.

Por ejemplo, en Hamlet, una de las obras más atormentadas que en el mundo han sido, el personaje central enfrenta el sexo en dos niveles: una madre, Gertrudis, cuya voluptuosidad y necesidad de placer sexual la ha llevado al incesto al casarse con su cuñado, y asesino de su esposo, sin ella siquiera sospecharlo; y Ofelia, una relación histórica del príncipe que, por lo intensa y contradictoria, transpira sexualidad mucho antes de la locura de la hija de Polonio, ese cortesano chismoso y entrometido que el joven desplazado del poder desprecia y finalmente ejecuta detrás de una cortina pensando que se trata del rey usurpador.

Guerra cultural y censura de libros escolares

Lo anterior va alimentado en la obra por un fuerte sentimiento de misoginia (“frailty, thy name is woman“: “fragilidad, tu nombre es mujer“) que lleva a Hamlet a insultarlas a las dos, a la primera acudiendo a la ironía, y a la segunda al sarcasmo. Pero, con todo, el lenguaje de la obra no es directo. Acude a metáforas y códigos enraizados en el idiolecto isabelino, asequibles solo a los ilustrados que asistían al teatro El Globo. En breve, hay aquí una lectura intelectual y otra literal. En una de las escenas más fuertes de su confrontación con Ofelia, antes del suicidio, Hamlet le dice:

If thou dost marry, I’ll give thee this plague for thy dowry. Be thou as chaste as ice, as pure as snow, thou shalt not escape calumny. Get thee to a nunnery, go. Farewell. Or, if thou wilt needs marry, marry a fool, for wise men know well enough what monsters you make of them. To a nunnery, go, and quickly too. Farewell.

O lo que es lo mismo:

Si te casas, te daré esta plaga para tu dote. Sé tan casta como el hielo, tan pura como la nieve, no escaparás a la calumnia. Vete a un convento, ve. Adiós. O, si necesitas casarte, cásate con un tonto porque los hombres sabios saben muy bien qué monstruos haces de ellos. Vete a un convento, y rápido. Adiós.

Kenneth Branagh y Kate Winslet en Hamlet, versión inglesa (1996). Foto: Archivo.

Anota un crítico:

Los conventos eran conventos, allí las mujeres vivían, rezaban, se dedicaban a Dios, y no participaban en el tipo de vida que llevaba la gente normal. En los conventos, las mujeres no podían casarse y no podían ser influenciadas por los hombres. Esas circunstancias son las únicas en que las mujeres están impedidas de ser infieles y en las que, por lo tanto, causarán el menor daño, siendo literalmente encerradas. Pero la misoginia de Hamlet va más allá. “Convento“ era un término de la jerga isabelina para designar un prostíbulo. Eso hace que su sugerencia de que Ofelia vaya a un convento sea doblemente ofensiva. Por un lado, le está diciendo que conserve su virtud y, por el otro, le está sugiriendo que se entregue a los placeres de la carne y el sexo rentado.

“El trabajo de Shakespeare a veces puede incluir algo de ‘obscenidad’“, dijo con razón un profesor de inglés floridano. En otras palabras, enseñar a los estudiantes a pensar/interpretar esos pasajes sexuales podría exponer a los maestros del condado de Hillsborough a medidas disciplinarias. Posiblemente hayan “fragmentado” a Shakespeare para protegerse. Se sabe que lo primero es el salario para poder pagar las cuentas. Y para seguir viviendo.

William Shakespeare (1582-1616)
William Shakespeare (1582-1616).
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