Un 69% de los norteamericanos piensa que Estados Unidos no va bien. Y esto no es bueno para el presidente Joe Biden cuya aprobación ha descendido a un 45.9% mientras que el 49.2% de los norteamericanos desaprueba su gestión.
Al presidente se le han ido reuniendo cuatro problemas. El de la frontera con México, que llegó a tener unos 212,672 ingresos ilegales en julio de este año, con un acumulado de más de un millón el mes anterior, situaciones que el mismo secretario de Homeland Security Alejandro Mayorkas, catalogó de “insostenibles”. A los dos, la Corte Suprema les solucionó el problema, en un fallo aparentemente contrario a ambos, pero que les vino de maravillas: dictaminó como legal “permanezca en México”, una medida adoptada por Donald Trump que permitía, y obliga ahora, al gobierno de Biden a mantener afuera de la frontera a los aspirantes de asilo. Otra medida de Trump, el Título 42, que Biden no derogó en su maratón anti-Trump de principios de año, le ayudó a deportar a unos 75,000 inmigrantes en ese mismo terrible mes de julio.
Y precisamente, la derecha trumpista acusa a la inmigración ilegal, consentida por Biden, de ser el responsable por el aumento de los casos de COVID-19. Y aunque la evidencia estadística no apoya a los republicanos, lo cierto es que el presidente ve amenazado su propósito inicial de vacunación total en Estados Unidos, con cerca de 80 millones de norteamericanos, mayormente trumpistas, resistidos a vacunarse. Y si a eso sumamos el resurgimiento de la pandemia con la variante Delta, el presidente Biden no ha logrado el éxito que pretendía en cuanto a tener vacunado a todo el mundo lo más pronto posible. Lo cierto es que el presidente de Estados Unidos no tiene la capacidad legal de obligar a los ciudadanos estadounidenses a que se vacunen, por respeto a sus libertades. Aquí en Estados Unidos, el concepto del bien común se ve obstaculizado a menudo por la libertad individual, aunque eso cueste miles de vidas. Y así es–– lo vemos todos los días en la tele–– con decenas de argumentos encendidos por ambas partes, disque apoyados todos por la “ciencia”, cuando no en ideologías perfectas para el debate, pero francamente inútiles para la solución de la discusión partidista.
Pero el asunto más candente es Afganistán, asunto mal planteado y asimismo mal manejado durante 20 años, culpa de tres presidentes: Bush, Obama y Trump, pero también terriblemente mal finalizado por Joe Biden quien, si Trump se equivocó al pactar con los talibanes, era perfectamente capaz de denunciar ese pacto, y haberse retirado sin el rabo entre las piernas. De esa manera habría sido el presidente que terminó con años de ocupación, corrupción, presiones del Pentágono, así como decenas de miles de muertos y mutilados norteamericanos y afganos, cuya triste imagen vemos también todos los días en la tele. Fue la guerra más larga de Estados Unidos, y todavía la prensa norteamericana no explica cómo los talibanes, en sandalias y una muda de ropa incluyendo el turbante, pudieron vencer al ejército más poderoso del mundo. Ni cómo, ni por qué los 300,000 soldados del gobierno afgano se entregaron a las tropas talibanas en su “blitzkrieg” sin blindados hasta las puertas de Kabul.
El cuarto problema es la inflación, evaluada por los analistas como la peor de los últimos 30 años y que de seguir así amenaza con lesionar lo “intocable” para el pueblo norteamericano: su poder adquisitivo. El dólar. Ese es otro tema que le complica la vida a Biden, aunque los expertos dicen que dicha inflación está relacionada con la actual crisis de la pandemia en Estados Unidos y que, solucionándose un problema, se arregla el otro.
De manera que, aunque en política un año es mucho tiempo, dentro de doce meses estaremos a las puertas ya de las primeras elecciones de midterm, –– a mitad del primer mandato del presidente electo–– en que 34 senadores tendrán que arriesgar su puesto ante los electores, así como los 435 representantes a la Cámara Baja, el equivalente de la Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba.
Y esto es relevante. Porque el presidente Biden esta cómodo con la legislatura actual, donde cuenta con mayoría tanto en la Cámara Baja, como en el Senado ––aunque en éste último por un margen muy estrecho.
En Estados Unidos gobiernan tres poderes: el ejecutivo, representado por el presidente; el legislativo, a cargo de las dos cámaras antes mencionadas; y el judicial regido por la Corte Suprema. Un cambio de poder en la legislatura favorable al partido no gobernante complica siempre la gobernabilidad del presidente a cargo. Esto suele suceder en las elecciones de midterm. Pero el asunto no es solo esa elección que se considera un referendo popular del presidente en el poder. El problema es el 2024, donde Donald Trump a todas luces va a aspirar y Biden tendrá 82 años.
¿Qué sucederá en el 2024? Falta mucho tiempo todavía, pero es bueno ir tomando nota.