Getting your Trinity Audio player ready...
|
Surgido en Estados Unidos durante la campaña presidencial de 2016, el movimiento MAGA toma su nombre del eslogan de campaña de Donald Trump Make America Great Again, a su vez extrapolado de Ronald Reagan.
Lo impulsa una idea básica y poco original: Estados Unidos fue alguna vez un país grande, pero ha perdido esa condición debido a una multiplicidad de factores, entre los que sobresalen la influencia extranjera, tanto dentro como fuera de sus fronteras. En esa medida, se trata de un movimiento nacionalista-populista con la peculiaridad de extender su influencia más allá de sus propios límites.
Un correlato de la idea previa consiste en postular que esa decadencia tiene solución y que, por consiguiente, podría revertirse mediante políticas de “Estados Unidos primero”, es decir, adoptando el proteccionismo económico, controlando/ reduciendo la inmigración —sobre todo la procedente de los países del Tercer Mundo— y fomentando/restaurando los llamados “valores tradicionales”, dato que los conecta inextricablemente con otros movimientos conservadores que han tenido lugar en Estados Unidos en el siglo XX.
Uno de los rasgos distintivos de su discurso social consiste en avalar teorías conspirativas. Por ejemplo, que el presidente Barack Obama no era ciudadano estadounidense por nacimiento —el llamado birtherism—. O que las políticas migratorias demócratas buscaban remplazar a los estadounidenses blancos por inmigrantes no blancos —la llamada “teoría del Gran Reemplazo”—. O que al presidente Trump los demócratas le robaron la victoria mediante un fraude electoral masivo, el resorte que impulsó a sus turbas a atacar el Capitolio el 6 de enero de 2021.
El aislacionismo
Un punto importante de la agenda MAGA es el posicionamiento acerca del rol de Estados Unidos en la arena internacional. La postura en ellos prevaleciente enfatiza que, a contrapelo de la tradición histórica, Estados Unidos no tiene por qué intervenir en conflictos bélicos exteriores —de hecho, una prolongación de la línea aislacionista presente en el pensamiento político nacional desde sus días fundacionales (George Washington)—. De ahí que rechacen las guerras de Iraq y Afganistán respaldando lo que aseguró su caudillo al respecto desde que se postuló en aquellas elecciones frente a Hillary Clinton.
Sin embargo, ahora los de MAGA perciben que las acciones del presidente en lo que va de su segundo mandato —el apoyo a los ataques de Israel a Irán o el fin de las sanciones a Siria, entre otras— se inclinan más al globalismo/internacionalismo que al aislacionismo. Esto es lo que explica la presencia en los medios de figuras clave del movimiento —Tucker Carlson, Steve Bannon y Marjorie Taylor Greene— defendiendo la necesidad de mantener ese compromiso original.
“Estados Unidos primero” significa para ellos, inevitablemente, no meterse en esas guerras. Y, para calzarlo, los tres se dedican a recordarle al propio Trump sus críticas a lo que una vez llamó las “guerras eternas de Estados Unidos”.
Aliados de Trump lo incitan a no intervenir directamente en el Medio Oriente
Halcones y palomas republicanos
Dentro del Partido Republicano, donde se cobija MAGA, hay fuerzas contrarias a ese aislacionismo. A sus protagonistas los llaman, por tradición, “halcones” (hawks). Uno de ellos, el exlíder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, defensor de abandonar las conversaciones diplomáticas y atacar, sin más y de una vez, las instalaciones nucleares iraníes.
El no menos conocido senador republicano Lindsey Graham (Carolina del Sur) instó al presidente a meterse directamente en el problema. “Presidente Trump, comprométase por completo a ayudar a Israel a eliminar la amenaza nuclear”, dijo en Fox News el 16 de junio. “Si necesitamos darle bombas a Israel, démosle bombas. Si necesitamos volar aviones junto a Israel, hagamos operaciones conjuntas”.
Después del anuncio de Trump de que había atacado territorio iraní, Graham felicitó al presidente y afirmó que este “tomó la decisión correcta”. Añadió que el “régimen iraní se lo merece”.
De igual manera, figuras más o menos carismáticas de medios conservadores tipo Mark Levin y Hugh Hewitt, ambos de la Fox, han alentado a sus audiencias a adoptar y apoyar el enfoque de los halcones.
“Necesitamos respaldar a nuestro Comandante en Jefe, necesitamos respaldar a los israelíes, necesitamos acabar con este mal de una vez por todas […] es hora de deshacernos de ellos”, declaró Levin. Por su parte, Hewitt animó a Trump a bombardear con municiones antibúnker una instalación nuclear iraní enterrada en una montaña.
Sin embargo, por ese aire también vuelan palomas (doves) republicanas. “Esta no es nuestra guerra. Pero si lo fuera, el Congreso debería decidir estos asuntos de acuerdo con nuestra Constitución”, dijo Thomas Massie, representante del GOP por Kentucky, uniéndose así a la búsqueda de una resolución bipartidista de la Cámara. Su objetivo es tratar de limitar la autoridad de Trump para meterse en una guerra.
Tim Burchett, representante republicano por Tennessee, declaró: “Quiero ver muy poca participación estadounidense en el creciente conflicto en el Medio Oriente. No necesitamos otra guerra interminable en la región. Los ancianos toman decisiones y los jóvenes mueren. Esa es la historia de la guerra. Necesitamos respirar hondo, bajar el ritmo y dejar que los israelíes hagan lo suyo”.
La opinión pública
Todo esto opera en medio de una oposición a la guerra que las encuestas vienen marcando de un tiempo a esta parte. La tendencia dominante del público apunta a preferir la diplomacia y las negociaciones.
En cuanto a los votantes de Trump, sean o no de MAGA, la mayoría se opone a la intervención militar directa en el conflicto entre Israel e Irán.
Entre otras, valdría la pena prestarle atención a las siguientes:
- Según una encuesta del Chicago Council on Global Affairs e Ipsos (abril), 8 de cada 10 estadounidenses estaban a favor de medidas diplomáticas o de endurecer las sanciones económicas. No de la guerra.
- De acuerdo con una medición de The Economist/YouGov (2-5 de junio), el 53 % de quienes votaron por Trump en las pasadas presidenciales no quieren que el país se sume a los ataques de Israel.
- Un sondeo de YouGov (13-16 de junio) reveló que si bien la mitad de los estadounidenses considera a Irán un enemigo, alrededor del 60 % opina que no se debería intervenir militarmente en la guerra entre Israel e Irán.
- Una encuesta de Ipsos arrojó que incluso si la diplomacia o las sanciones económicas fracasaran, los estadounidenses no estarían dispuestos a las acciones militares directas. Seis de cada 10 encuestados afirmaron que apoyarían ciberataques contra los sistemas informáticos iraníes.
En lo doméstico, foco de este artículo, la intervención militar directa de Estados Unidos en la guerra del Medio Oriente podría afectar las bases del trumpismo, poner en crisis el alineamiento detrás de su Comandante en Jefe y en última instancia debilitar una fuerza política que hasta ahora ha funcionado como un culto, tanto en las verdes como en las maduras.
También significaría alienarse a la llamada opinión pública en un contexto en el que la aprobación del trabajo del presidente ha venido perdiendo espacios en todos los terrenos, excepto tal vez en inmigración.
Y lo más importante: podría redundar en un voto de castigo en las elecciones de medio término de 2026 y, por consiguiente, en la pérdida de la mayoría republicana en ambas instancias del Congreso.