El proceso de urbanización fue bastante rápido en Ybor City. Primero había sido una mancha industrial en medio de una península fuertemente agrícola y subdesarrollada, incluso en términos de su población. Hacia 1880 la Florida era, en efecto, un erial de almas con una población concentrada, básicamente, en el mango de la sartén —es decir, esa zona de la península que se mete en territorio continental duro— y en el Norte. En 1880 la habitaban 269 493 personas. Solo Nevada, Oregón y Delaware tenían menos habitantes en sus territorios.
En Tampa, la población pasó de 720 en 1800 a 100 000 en 1930, boom determinado sin dudas por el crecimiento de la industria tabacalera en Ybor City y, luego, en West Tampa, lo típico de un company town. El proceso estuvo acompañado, como es natural, por la creciente urbanización de zonas arrebatadas a los humedales y la vegetación para levantar, ante todo, las viviendas de los trabajadores y sus familias.
Un periodista del Tampa Guardian vio ese proceso de la siguiente manera un 5 de mayo de 1886:
Si uno visitara este lugar todos los días, siempre habría algo nuevo que ver, alguna nueva evidencia de un crecimiento y desarrollo sustanciales. Pero cuando uno sale de allí y regresa a las dos o tres semanas, el asombro se encuentra con los ojos y es difícil entender cuánto se puede hacer en tan poco tiempo. Y cuando uno recuerda que hace menos de seis meses este sitio era un bosque, la transformación proporciona un asunto de interesante consideración. Una persona no puede dejar de impresionarse ante la idea de que la empresa está respaldada por un capital inmenso y de que la dirigen mentes maestras. Aparentemente no se ha cometido un solo error, la evidencia de sagacidad comercial y ambición digna abunda en todas partes. El mayor miembro de esta gran firma es el señor V.[icente] Martínez Ybor.
En 1890, cuatro años después de la fundación de Ybor City, empezaron los procesos constructivos para dotarla de alcantarillados y acueductos (el agua potable de buena calidad era una de las necesidades perentorias de sus habitantes). Y en 1904 tuvo lugar un suceso absolutamente relevante: la pavimentación de calles y avenidas para acompañar los nuevos edificios que se iban levantando, muchas veces sustituyendo a los originales de madera con estructuras de ladrillo rojo. Por entonces avenidas como la Séptima, también habilitadas de madera por su centralidad misma, fueron revestidas con ladrillos. Y en otras calles la arena cedió paso al nuevo material constructivo, todavía hoy preservado en ciertas calles de Ybor y West Tampa.
Parte integrante de esas nuevas estructuras fueron los clubes y sociedades de ayuda mutua, expresiones por antonomasia de una población emigrante compuesta al inicio sobre todo por españoles, cubanos e italianos. Esas sociedades cumplirían diversas funciones en materia de asistencia social y de esparcimiento (tiempo libre) de sus miembros, además de constituir verdaderos reservorios identitarios.
Los pioneros fueron los españoles con la creación del Centro Español (1891), presidido por el empresario Ignacio La Haya (1842-1906), uno de los fundadores de Ybor City y donante del capital inicial para levantar el sitio. Pero el Centro no limitaba su membresía a nacionales españoles, sino solo a su presidente y vicepresidente, un indicador de las relaciones intersexuales típicas de Ybor, en las que con mucha frecuencia había matrimonios nacionalmente mixtos. Por ello acogió a un amplio espectro de miembros: gallegos, asturianos, cubanos e italianos, portadores todos de diferentes credos e ideologías.
Como resultado de una escisión interna, en 1902 se fundó el Centro Asturiano. Los allí nacidos habían presionado fuertemente a los directivos gallegos para incursionar en la asistencia médica a sus afiliados. Pero estos se mostraron renuentes alegando un problema de costos. A ello se sumaron quejas de los últimos por “el anarquismo” y “la rebeldía” de los asturianos.
Cinco años después, en 1907, los ejecutivos del Centro anunciaron planes para erigir una instalación moderna. Inaugurada en enero de 1909, fue un verdadero parteaguas arquitectónico en la ciudad. Pero en 1912 el edificio fue destruido por un incendio, y en dos años (1914) reemplazado por uno todavía más suntuoso, “el edificio del club más hermoso del estado de Florida”, el mismo que hoy se levanta en la Nebraska Avenue.
Aunque su énfasis estaba en la cultura asturiana, el Centro tampoco cerró sus puertas a peninsulares no asturianos, cubanos e italianos. Su directiva logró establecer un banco para la membresía con altas tasas de interés, un reflejo del poder económico que la institución pudo alcanzar no mucho después de establecida. Una de sus principales contribuciones a la cultura latina de Ybor se relacionaba con las artes escénicas. Como subraya un estudio, “la comunidad latina fomentó un intenso aprecio por el teatro desde los primeros días de asentamiento, y los clubes anclaron esta pasión”. Entre los asturianos los show musicales, en especial las zarzuelas y el bel canto, fueron los platos fuertes e incluso llegaron a contar con la presencia de figuras como el italiano Enrico Caruso.
Fundada en 1894, L’Unione Italiana cumpliría similares funciones para los emigrantes de esa nacionalidad, al principio sicilianos en su mayoría. Perseguía “ayudar a los miembros que se enfermen, proveer el pago de los gastos de entierro a los miembros que mueran y promover la fraternidad, la caridad y las relaciones sociales entre sus miembros”. Y más adelante daban fe de una suerte de ecumenismo propio de una ciudad crecientemente diversa: “Esta sociedad está fundada exclusivamente por italianos”, pero permite “miembros de otros grupos. . .siempre y cuando tengan de buena reputación moral y de catorce a cincuenta años”.
En cuanto a los cubanos, primero tuvieron el Liceo y otros espacios en los que confluían tanto blancos como negros, animados por el fervor patriótico de una Cuba Libre. Pero estos clubes y asociaciones desaparecieron con el fin de la guerra en 1898. Entre 1899 y 1900, al calor de la segregación vigente por ley en los Estados Unidos de entonces, establecieron en Ybor dos nuevas organizaciones de ayuda mutua, muy similares en estructura y composición a las establecidas antes por inmigrantes españoles e italianos. Los negros se afiliaron a la Martí-Maceo. Los blancos al Círculo Cubano.
El 10 de octubre de 1899 se constituyó la sociedad recreacional el Club Nacional Cubano, rebautizada tres años más tarde con su nombre definitivo: El Círculo Cubano, formado para unir a todos los criollos residentes en Tampa “en un grupo fraternal” con el objetivo de “socorrer a los enfermos”. Y también para “el mutuo beneficio y disfrute de sus miembros y la difusión del conocimiento entre todas las clases de personas”. Como en otras asociaciones de este tipo, sus estatutos prohibían expresamente cualquier discusión en su interior sobre temas divisivos, bien laborales, políticos o religiosos.
En 1916 el edificio original fue destruido por el fuego, lo cual originó una campaña para la recolección de fondos entre su membresía: el presidente Mario García Menocal Deops donó desde La Habana 2 000 dólares. Un año después se terminó la nueva estructura, la misma que hoy se levanta en 2010 Republica de Cuba (14th. Ave). Un fastuoso edificio neoclásico diseñado por el arquitecto estadounidense M. Leo Elliott y con un teatro de 900 asientos, biblioteca, farmacia, cantina y salón de baile.
Visto en retrospectiva, si algo caracterizó al Círculo en ese entonces, y después, fue su énfasis en los deportes, a lo cual contribuyeron los jóvenes blancos que ingresaron a la asociación. Su gimnasio y su ring de boxeo en el patio fueron dos de sus datos característicos en una localidad en proceso de modernización hasta que la crisis 1929-1933 cayó como un enorme rayo sobre la industria tabacalera.
Estos trabajos son maravillosos por la cantidad de info q nos dan. Quisiera que el autor continuara por este camino. Gracias por publicarlos!!!