Todas las mañanas Jorge Valdés solía tomar su colada mañanera en la ventanita de la Carreta de la calle 40 en Miami. Un hábito de varias décadas que le permitía, además, darse un paseíto matutino junto a Lobo, su pequeño perro salchicha.
Todo fue rutinario y normal durante las últimas décadas. Pero hace dos semanas el hombre se llevó una sorpresa. Después de depositar un billete de un dólar sobre el mostrador, la empleada lo llamó y le dijo que faltaba otro dólar porque ahora la colada costaba dos dólares más el 7% de impuesto local. Valdés se indignó, como explicaría días después a OnCuba. “Un aumento de 100%, ¿dónde se ha visto esto?”, se quejó.
No fue el único. El aumento de la colada y del café por unidad subió un poco por toda el área metropolitana de Miami, como alertó a inicios de semana el sitio Miami.com en un corto reportaje.
“El precio promedio de una colada en veinte de las ventanitas más populares de Miami-Dade, desde Homestead hasta Hialeah, ahora es de $2,06, el doble de lo que costaba en muchas ventanas de café cubano como el restaurante cubano de Sergio en 2019. El más barato entre ellos es un empate entre El Palacio de los Jugos en Flagler Street y el Epicentro de Hialeah, donde ahora cuesta $1,50. ¿El más alto? Molina’s Ranch de Hialeah cobra un $4,05, un precio digno de la cadena Starbucks”, escribió el sitio.
Es cierto que hasta ahora el precio de la colada nunca fue uniforme. En Miami Beach siempre fue de unos $2,50. Pero en la generalidad de las ventanitas las cosa andaba por un dólar, especialmente en la Pequeña Habana, donde se encuentra la mayoría de los consumidores a toda hora. Una empleada del restaurante Versailles me contó una vez que solían colar un promedio de 40 kilos de café al día.
En el Versailles la colada cuesta hace algún tiempo más de un dólar. Pero nunca el $1.75 de ahora. Según el propietario, Felipe Valls Jr,”“con una colada a un dólar se pierde dinero”.
Valls preside un pequeño imperio. Es dueño del Versailles y de varios restaurantes: La Carreta, La Palma y Casa Cuba, y para atender los pedidos de café importa los granos que tuesta en Miami, y los vende en las ventanitas y empacados en supermercados y otros establecimientos como las dos ventanitas en el aeropuerto de la ciudad, aquí a dos dólares, y explicó a Miami.com lo que está pasando.
Las ventanitas son espacios volcados hacia la calle, fuera de los restaurantes, donde a los clientes se les sirve de pie, y donde además del café se venden croquetas, pastelitos y tabacos, entre otros.
El problema nace, explica, en un hecho muy concreto: el aumento del precio del grano, que sin tostar subió de un dólar la libra a un máximo de $2.10 la libra el año pasado. Esto significa que el costo del café en grano ya tostado podría haber subido de $5 a $6.50 por libra.
Valls solía protegerse contra las fluctuaciones de los precios contratando con los productores un precio fijo que se mantenía durante varios meses, pero estos nunca fueron muy amantes de esta fórmula. Los costos de mano de obra y de transporte suelen fluctuar, en parte por el aumento de los precios del combustible.
En el último año, el precio de la gasolina se ha disparado en todo el mundo, y Miami no es una excepción. En un recorrido por la ciudad se constata que en la mayoría de las gasolineras el combustible está por encima de los $4,25 el galón, con la excepción de Miami Beach, donde ya sobrepasa los 6 dólares. Pero ese siempre ha sido el lugar más caro. Los residentes ricos y los turistas son la causa. Y también los altos impuestos locales y estatales.
Pero si el precio de la colada puede tener un efecto psicológico en las clases sociales más bajas, jubilados y trabajadores de servicios, el de la gasolina son palabras mayores.
Un aumento de la gasolina se refleja en una infinidad de cosas y ha creado una cadena de incrementos. Por ejemplo, en la alimentación. Hay supermercados en Miami que están vendiendo los limones a 2 por 1 dólar; un racimo de cuatro o cinco plátanos cuesta más de cinco dólares; he visto pepinos a $1,29 por unidad; la libra de carne no baja de los 8 dólares —y no tiene que ser necesariamente de primera. El galón de leche subió a 5,34 dólares, poco más del 30%.
En general, el precio de los mandados en Miami es superior al promedio de Florida. Si en Miami los mandados cuestan un promedio de $107,3 semanales, en el estado no pasan de $102,8 y en el país se reducen a $100.
“Ahora es obligatorio esperar la salida [semanal] de los folletos para comprar con los precios de rebajas. No queda de otra”, explicaba un empleada doméstica que gana un promedio de 60 dólares por cada casa que limpia —y limpia dos al día. Y se sirve además de los dos únicas cadenas de supermercados que siguen siendo las más baratas aunque no son tan surtidas como las demás, más caras.
Para mantener los productos baratos, estas han tenido que cortar los salarios de los empleados y sustituir, por ejemplo, a las cajeras por máquinas automáticas: el cliente escanea los productos y después paga con tarjeta de crédito o en efectivo. Como explica, no es solo el aumento de los precios sino el aumento de los desempleados.
“El aumento de la gasolina se ha transformado, después de la comida y el alquiler de las casas, en el tercer mayor gasto de un agregado familiar con un promedio, por ejemplo de dos carros”, explica el abogado Jorge Manuel Álvarez.
La razón es que Miami es la mayor zona metropolitana de Estados Unidos donde el servicio de transporte público prácticamente no existe. Sus mayores clientes son las clases bajas sin posibilidad de acceso a un auto, incluso viejo, que aquí se llama un transportation.
El aumento de los precios también se ha reflejado en la vivienda, tanto en los alquileres como en la venta. En los alquileres hoy en día no se consigue un apartamento de dos cuartos por menos de $1 700, en las afueras, a más de $2 000 en la ciudad, en parte por la especulación inmobiliaria creada por el hecho de que durante las últimas dos décadas mucha gente, especialmente de países latinoamericanos, han invertido en Miami para manejar apartamentos de inversión.
Al que alquila le pasan todos los gastos, desde el impuesto municipal anual del valor de la vivienda, que se guía por el valor promedio de las propiedades de la zona donde está insertada, hasta el aumento del costo de los servicios de manutención del condominio.
En Hammocks, una zona de clase media, el costo de manutención ya alcanza los 400 dólares mensuales. Un poco al norte puede ser la mitad, pero los servicios tienen un poco menos de calidad. La definición de estos costos corre por las juntas de condominio sin la aprobación de los residentes propietarios, quienes apenas tienen palabra en el presupuesto anual.
Esto trae consecuencias difíciles. Como ha señalado el Miami Herald, los aumentos no son paralelos al incremento de los salarios, que refuerzan la crisis de precios en la zona.
“Un trabajador de la zona metropolitana de Miami, que incluye Fort Lauderdale y West Palm Beach, gana como promedio 40 000 dólares al año antes del descuento de impuestos. Si el valor de su vivienda subió a 72 053, quiere decir que su casa se valorizó 3 205 por encima del salario promedio, según un estudio reciente del portal de bienes raíces Zillow“, señaló el rotativo.
Esta tendencia a que la ganancia en bienes raíces sea mayor que el ingreso promedio de sus residentes se produjo en 25 de las 38 zonas metropolitanas del país incluidas en el estudio de Zillow. En once de estas ciudades la vivienda aumentó su valor como promedio en 100 000.
En la misma medida en que subió el valor de las propiedades, se complicó la situación para los inquilinos, que en el caso de Miami experimentaron un aumento de $7 104 en el alquiler anual en 2021, según Zillow.
Miami es el tercer mercado más caro para alquilar del país. Ahora las rentas están más altas que en Boston, San Diego, San José y Los Ángeles. Solo superan los alquileres de Miami los que se pagan en Nueva York (3 420) y San Francisco (2 900), indicó otro estudio, en este caso del portal de bienes raíces Zumper.
Siempre hay formas de administrarse, allá van a quedar menos jodidos. Eso deben pensar los que están y también los que emigran porque muy pocos piensan en volver y menos lo hacen.