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I feel I’m knockin’ on heaven’s door
Bob Dylan
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Antes de lanzar su campaña presidencial en 2016, Donald Trump no tuvo contacto con el mundo de los evangélicos blancos. Fue criado en Queens, Nueva York, como un protestante presbiteriano tradicionalista por una madre inmigrante escocesa y un padre estadounidense hijo de inmigrantes alemanes.
Pero la religión, ciertamente, no era una prioridad para un joven del jet set y dueño de casinos, vistos como negocios sórdidos, profundamente vinculados a la mafia y antros de pecado. Y protagonista de un show de TV que le dio buena parte de su visibilidad pública.
Cuando dio el salto a la política, tampoco se esforzó por convencerlos de que era uno de ellos. Comenta Robert Jones, presidente del Instituto de Investigación de Religión Pública (PRRI). “Creo que se dio cuenta de que sería un poco exagerado argumentar que él mismo era un hombre religioso, pero en cambio adoptó un enfoque de quid pro quo”.
“Sé que están en declive, sé que sus miembros están disminuyendo. Sé que sus hijos y nietos ya no están afiliados a sus iglesias, pero si me eligen, restauraré el poder de las iglesias cristianas”, dijo en uno de sus mítines electorales de 2016.
Tenía razón. Según datos del Pew Research Center,a principios de los 90, alrededor del 90 % de los adultos estadounidenses se identificaban como cristianos. Pero ese guarismo había descendido al 64 % a principios del nuevo siglo con un gran aumento en el número de personas sin filiación religiosa.
Uno de los efectos de la secularización. Pero ese quid pro quo le funcionaría razonablemente bien a Donald Trump.
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En sus tres campañas presidenciales, Trump ha tenido el apoyo masivo de los evangélicos blancos, lo cual se sustenta, básicamente, en su tesitura con “valores cristianos” como la oposición a los derechos de las personas transgénero y el matrimonio igualitario. Lo ven, sobre todo, como un protector ante amenazas culturales como el propio secularismo, la inmigración y las políticas liberales.
Asimismo, opera un elemento de no poca monta, en este caso performativo. Como ha afirmado la profesora Allison Murray, de la Facultad de Teología de la Universidad de Oslo, “más que otras iglesias protestantes en Estados Unidos, los evangélicos blancos tienden a apoyar a figuras famosas. Tienen un historial de seguir a figuras religiosas como Billy Graham o a pastores de grandes iglesias. La fama de Trump parece coincidir con este patrón de seguir a figuras autoritarias”.
Y Trump tiene en sus manos la flauta de Hamelin. Además de nombrar en su primer mandato a jueces de la Corte Suprema que dictaminaron que no existía el derecho constitucional al aborto, también trasladó la Embajada de Tel Aviv a Jerusalén, algo que los presidentes anteriores no hicieron. “Todos lo dijeron para conseguir votos. Pero el presidente lo hizo”, dijo con orgullo un fundamentalista cristiano.
Derecho al aborto en EE.UU.: Roe vs. Wade, un parteaguas torpedeado por la Corte Suprema
Cuando sobrevino el dictamen de Suprema sobre Roe vs. Wade, los evangélicos lo señalaron como una prueba viviente de que era un hombre íntegro. “Esta es una gran victoria para los cristianos, para los evangélicos”. Creemos que el presidente defenderá la libertad religiosa donde los demócratas no lo harían”, subrayó un pastor republicano.
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El intento de asesinato de Trump el 13 de julio de 2024 en Butler, Pensilvania, funcionó como un obturador que fue aprovechado por el candidato: “Mucha gente me ha dicho que Dios me perdonó la vida por una razón, y esa razón fue salvar a nuestro país y restaurar la grandeza de Estados Unidos”.
Este fue uno de los temas distintivos de su última campaña electoral: había sido elegido por Dios. La Convención Republicana de 2024 lo convirtió, de hecho, en uno de sus mantras.
En el programa FlashPoint, el evangelista televisivo Hank Kunneman describió el incidente como “una batalla entre el bien y el mal”. Y añadió un elemento inusual. “Hay algo en el presidente Trump que el enemigo teme: se llama la unción”.
Por su parte Jim Caviezel, el actor que interpretó a Jesús en La pasión de Cristo, de Mel Gibson, proclamó que Trump era “el nuevo Moisés“. En ese contexto, muchos de sus acólitos se refirieron al candidato como un “salvador”. En otras palabras, un nuevo Jesucristo.
El reverendo Franklin Graham, uno de los evangelistas más conocidos e hijo de Billy Graham (1918-2018) —posiblemente el predicador más famoso de Estados Unidos—, es uno de esos creyentes en Trump, convencido de que fue elegido por Dios para dirigir el país.
“La bala que le atravesó la oreja no le impactó el cerebro por un milímetro, y giró la cabeza en el último segundo”, dijo. “Creo que Dios le cambió la cabeza de lugar y le salvó la vida”.
A partir del atentado, para los evangélicos blancos las preguntas sobre el carácter de Trump, incluyendo las acusaciones de conducta sexual inapropiada, la condena por asaltar sexualmente a E. Jean Carroll en Nueva York, su affaire con la actriz porno Stormy Daniels y el juicio por soborno, tuvieron visibilidad cero.
“Los psicólogos han acuñado el término ‘autolicencia moral’, que describe hacer algo bueno para darse el permiso de pasar por alto lo malo. Creo que podemos ver autolicencia moral entre los evangélicos cuando ignoran la deshonestidad o la infidelidad de Trump”, observa la antes citada profesora Murray.
Y añade: “Muchos evangélicos creen que votar en contra del aborto es cumplir con el requisito ético más importante, por lo que pasan por alto otras preocupaciones éticas con Trump”.
La del atentado devino, en definitiva, una movida redentora. La otra fue la elección de Mike Huckabee como embajador en Israel. Los evangélicos blancos, incluido el propio agraciado, se encuentran entre los más fervientes defensores de Israel. Creen que los hebreos deberían poblar toda la zona del Israel bíblico, incluyendo lo que es hoy Cisjordania y Gaza.
Eso, aseguran, va a precipitar la Segunda Venida de Jesucristo.
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Durante su nuevo mandato, Trump ha firmado órdenes ejecutivas para establecer una oficina religiosa y creado un grupo de trabajo para abordar el “sesgo anticristiano” en el Gobierno Federal.
Para los líderes evangélicos blancos ha sido como tocar en las puertas del Cielo, aun cuando ese sonido rompa más de dos siglos de separación Iglesia-Estado y uno de los discos duros de los Padres Fundadores.
El resto, ya se sabe, consiste en ejercicios de calistenia social. Trump ha celebrado servicios de oración desde la Casa Blanca, una cena de Pascua con el pastor Jackson Lahmeyer —esa estrella rutilante en el mundo MAGA y fundador de Pastores por Trump—, participado en sesiones de espiritualidad cristiana con figuras como el propio Franklin Graham y nombrado a la televangelista carismática Paula White-Cain al frente de la llamada Oficina de Fe de la Casa Blanca.
Hoy los evangélicos blancos se identifican abrumadoramente como republicanos —o tienen inclinaciones al GOP. Tres meses después de la inauguración del segundo mandato, un estudio del Pew Research Center arrojaba resultados sobremanera significativos en este grupo social, entre otros los siguientes:
- El 72 % aprobaba sin reservas la manera como Trump se estaba desempeñando en la presidencia.
- Además de aprobar la gestión de Trump, el 57 % afirmaba confiar más en lo que dice Trump que en lo que dijeron presidentes anteriores durante su mandato.
- Tres cuartas partes aprobaban las acciones de Trump para eliminar las políticas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) en el Gobierno Federal.
- El mismo porcentaje aprobaba los recortes de Trump a los departamentos y agencias federales.
- Y dos tercios apoyaban un aumento sustancial de los aranceles.
Lo dice Marcos 4:26–29: “y cuando el fruto está maduro, enseguida se mete la hoz porque la siega ha llegado”.
