En días de distanciamiento, de relaciones sociales mayormente remotas, los juegos, y challenges en redes sociales florecen. Este “mundo en pausa” ha hecho que se vea el Himalaya desde el Punjab en la India; los animales silvestres redescubren ciudades semi desiertas; mejora la calidad del aire…
A muchos nos reconforta la idea de que el ambiente se está beneficiando de esta pausa temporal.
Pero ¿tendrá un efecto duradero este impacto en el ambiente? ¿Aceptaremos el reto de crear una nueva realidad que busque el equilibrio con la naturaleza después que todo esto pase?
Impacto del contexto actual en el ambiente ¿Cómo entenderlo?
En presencia de tanto cambio social, en la movilidad, el mercado, la política y la economía, no es raro preguntarse cómo afecta todo esto a la naturaleza.
Los nuevos comportamientos de la vida silvestre y la reducción temporal de nuestros niveles de consumo no representan el cambio que necesitamos. Pero, podrían ser el avance de una película o nueva serie de televisión, narrada por Sr. David Attenborough, que bien podría llamarse “Naturaleza. Una oportunidad para recuperarse”.
Para entender el impacto del contexto actual sobre la naturaleza, analicemos los principales elementos que intervienen en el tema:
- Calidad del aire
- Emisiones de gases de efecto invernadero
- Agricultura
- Política
Calidad del aire
Es probable que ya todos hayamos visto alguna imagen comparativa de las emisiones de gases que influyen sobre la calidad del aire con respecto a años anteriores, o hasta hayamos leído que algunos llaman a este momento como el hipo temporal de las emisiones.
Muchas de las ciudades más contaminantes son las que tienen las medidas más fuertes frente al coronavirus, poniendo fábricas en pausa, disminuyendo viajes, minimizando la movilidad de carros, y de alguna manera reduciendo los altos patrones de consumo y contaminación.
Involuntariamente, esto creó un cambio repentino en la calidad del aire, índice que la organización mundial de la salud asocia a 7 millones de muertes cada año. Por citar un ejemplo, en la región de Los Ángeles, California, se ve un cambio de 30% en este indicador, lo que representa que ahora en vez de ser de calidad “moderada”, sea de calidad “buena”.
La OMS declara, además, que nueve de cada diez personas en el mundo respiran aire contaminado. Es probable que tú y yo estemos dentro de esos nueve. Así de cerca nos toca este tema –un objetivo de desarrollo sostenible que genera tan pocos titulares mediáticos al año.
Un estudio de la Universidad de Harvard describió recientemente cómo se vincula la mortalidad del Covid-19 con la exposición de las personas a aire contaminado. El resultado, muestra la relación del coronavirus con la exposición promedio a largo plazo a partículas finas en el aire (PM2.5), subrayando la importancia de continuar reforzando las regulaciones de la contaminación del aire para proteger la salud humana durante y después de la crisis. Como conclusión, la investigación apunta que “un pequeño incremento en la exposición a largo plazo de PM2.5 lleva a un gran incremento del índice de mortalidad”.
A medida que mejora la calidad del aire, somos menos susceptibles, entre otras cosas, a esta pandemia.
Con este estilo de vida temporal, vimos una caída drástica de la contaminación en algunos lugares. Ahora se puede ver al Himalaya desde la India, los cielos son más azules de lo “normal”, y muchos pueden disfrutar de vivir con menos polución. Pero tanto beneficio se espera que desaparezca con la misma velocidad que llegó, si no cambiamos nuestros patrones de consumo.
Emisiones de gases de efecto invernadero
Varios factores influyen sobre las emisiones de carbono. Entre ellos están el transporte, la agricultura, la industria, la construcción (una de las más contaminantes), la generación de electricidad, etcétera.
Con la presencia de esta pandemia, se han visto reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero. China llegó a disminuir en un 25 por ciento sus emisiones de CO2 durante un periodo corto de tiempo, con respecto a las emisiones del año anterior. Pero la comunidad ecológica se mantiene escéptica. La mayoría de los cambios ambientales pueden verse severamente afectados cuando los países intenten regresar a la “normalidad”; y, en un esfuerzo por recuperar la economía, incrementen las emisiones aún más de lo que se hubiera esperado en tiempos normales.
Otros sectores como el transporte también se han visto afectados, reduciéndose el volumen de vuelos internacionales drásticamente, la venta de autos, etc. Pero sería ingenuo pensar que un hipo temporal en el estilo de vida que llevan los países más consumidores, puede hacer un cambio sustancial.
¿Cómo se comporta este impacto en Europa?
Forbes cita un artículo de ICIS (Independent Commodity Intelligence Service, por sus siglas en inglés) que destaca los principales resultados y proyecciones sobre la evaluación del efecto en la región.
Según el artículo, se prevé un 10% de descenso en las demandas de energía en Europa de marzo a junio, luego una recuperación estable para el resto del año. También prevé una reducción del 50% de la producción industrial entre abril y junio, seguido de un periodo de un año para regresar a producciones completas. El estudio anticipa un 7.5% de disminución en las emisiones por tráfico aéreo en el primer cuarto del año, y luego una caída de hasta el 80% en los dos cuartos siguientes, antes de empezar a recuperarse.
El carbono no es el único gas de efecto invernadero que está variando. Estas industrias incluyen también la emisión de metano, óxido nitroso y otros gases. Pero en realidad el dato de cuánto reducirá el comportamiento actual la presencia de estos gases no parece ser el dato más relevante del asunto para los ambientalistas, sino la proyección de lo que probablemente suceda en meses posteriores.
Las reducciones de emisiones por recesiones económicas tienden a ser temporales y puede llevar a un aumento en las emisiones posteriores debido a que las economías hacen un esfuerzo por recuperarse. Un ejemplo de ello fue la crisis financiera del 2008, donde las emisiones crecieron hasta un 5.9% más, básicamente debido al incremento en el uso de combustibles fósiles y la producción de cemento en la recuperación después de la crisis.
La esperanza es que este periodo de prueba sirva para poner valores en su lugar y sacudir la escalera de prioridades. Definitivamente la emergencia de un nuevo orden que viva en equilibrio con la naturaleza no depende de las medidas de corto plazo que son consecuencia de la pandemia, sino de las decisiones políticas y la voluntad a largo plazo de cada país.
Agricultura
La deforestación –que ocurre mayormente con objetivos de agricultura animal– es una de las causas mayores de pérdida de hábitat, que fuerza a migrar a las especies que antes habitaban esos espacios, lo que genera impactos sobre animales y personas. Esta es una de las maneras en que la agricultura se relaciona con el coronavirus.
La agricultura animal intensiva per se también sirve como fuente de contaminación e infección de los animales a las personas, con una larga lista de efectos negativos en nuestra salud. De ahí que la filosofía vegana haya ido ganando tanta popularidad en los últimos años, ya que no solo habla de la justicia animal, sino también de la preservación humana a partir de la minimización de los impactos de la agricultura animal.
En el mundo ambiental todo está estrechamente conectado, aunque a veces no lo veamos o entendamos.
Uno de los retos actuales es cómo mantener una producción de alimentos estable para la demanda existente. Entre tanta reflexión, este es un buen momento para destacar el trillón de comida producida que se desperdicia anualmente, según datos de FAO. Los alimentos desperdiciados al año representan un tercio de la comida del mundo. Revertir esta tendencia representaría suficiente comida para alimentar a 2 billones de personas. Vale la pena acotar para la referencia que esa cantidad de personas representa más del doble del número de personas malnutridas en el mundo.
En términos de la relación coronavirus, agricultura y ambiente, parece obvio que una agricultura sostenible y responsable nos hará resilientes ante emergencias como la actual, incluyendo el impacto para la vida humana y el impacto que representa esta práctica para el ambiente.
Repensar las filosofías, modos de producción y consumo. Para la industria será minimizando el impacto de la filosofía intensiva, desarrollando prácticas orgánicas y sostenibles. Para los consumidores, será demandando y consumiendo un producto respaldado por prácticas responsables. Por otro lado, la agricultura también dependerá de la voluntad política de cada país, algo en lo que cada uno de nosotros como ciudadanos tenemos un poder y una responsabilidad.
Política
¿Qué impacto tiene la presencia humana?
El hecho de tener ciudades desiertas ha dado confianza a venados, aves, cabras, y otros animales a reconquistar lugares donde antes vivieron. Pareciera una manifestación de quienes tratan de recuperar su espacio. Aunque no se habla mucho del tema, la contaminación que hacemos por ruido también debe haber disminuido, evitando temporalmente desorientar especies y cambiar su comportamiento. Por eso, vemos noticias divertidas de manadas de animales que parecieran sustituirnos en la ciudad; y ahora oigo desde mi balcón a los pájaros que antes no había visto ni escuchado.
La conservación ambiental y el equilibrio con la naturaleza preocupan y ocupan a muchas personas en el mundo. Las huelgas por el cambio climático que ya llevan ocurriendo más de un año cada viernes, ahora son online. Aunque muchos jóvenes siguen participando, el impacto político es menor. Y en medio de la crisis y otras prioridades, la política no favorece a los temas ambientales.
Pero ¿cómo la gobernanza influye sobre nuestra vulnerabilidad ante zoonosis?
La ley tiene un papel fundamental para reducir las posibilidades de otro brote de enfermedades que vienen de los animales. Las condiciones de trabajo, el tratamiento, los aditivos a los animales, y las regulaciones para la salud en los lugares donde se comercializan animales tienen un gran peso para nuestra seguridad.
El estilo de vida humano también influye sobre nuestra vulnerabilidad ante estos patógenos de origen zoonótico. Las zoonosis son enfermedades que existen en otros animales y llegan a contagiar al ser humano.
La capacidad de adaptación de los virus, bacterias y otros, para cambiar de huésped y mutar ante condiciones nuevas, junto con nuestro estilo de vida cosmopolita, conglomerados en las ciudades, y viajando de un lugar a otro, nos hace altamente vulnerables.
Quienes hablan sobre la explicación de cómo el virus llega al ser humano incluyen en su argumento el desplazamiento de especies, el uso desproporcionado de antibióticos y las desregulaciones con respecto al intercambio y tratamiento de especies animales.
A propósito del Covid-19, se destacan los murciélagos como portadores de virus. Esto es debido a que ellos tienen gran diversidad de tipos dentro de la misma especie, lo que permite que cada uno tenga distintos virus. Además, ellos tienen una vida relativamente larga, y viven juntos en comunidades grandes, lo que hace que el contagio entre sí sea muy fácil.
Al destruir habitats hemos hecho que los animales tengan que acercarse a espacios humanos en busca de comida, así que no sería difícil que sus enfermedades se extiendan a nosotros.
Algunas teorías sobre cómo llego el Covid-19 a nosotros indican que el murciélago directamente no nos pasó el virus. El coronavirus pudo haber mutado a otra especie como un pangolin, y de ahí, a alojarse en nosotros.
El uso de los medios ha demonizado en ocasiones a los murciélagos, animales que hacen tanta falta para el equilibrio de ecosistemas, ayudan a controlar insectos dañinos, polinizan flores y ayudan con la dispersión de semillas. También se ha demonizado en muchos casos a culturas asiáticas, debido a que el virus se originó en China.
Pero es que no se trata de países, sino de políticas regulatorias y de la manera que interactuamos con la fauna, para minimizar nuestra exposición a las zoonosis. Es importante recordar que el virus H1N1 tiene origen porcino, una especie animal que es común en todo el mundo.
Con la vulnerabilidad económica actual han venido las desregulaciones, y los apoyos a compañías altamente contaminantes. Por poner un ejemplo, la agencia para la protección ambiental (EPA: Environmental Protection Agency) en Estados Unidos, ofrece un marco de desregulación temporal (sin dar límites de la temporalidad) bajo los cuales se podrá hacer de la vista gorda con respecto a requerimientos ambientales que bajo condiciones normales son de obligatorio cumplimiento por parte de las corporaciones en Estados Unidos.
El memorandum de la EPA explica la discreción de ejecución descrita en esta política temporal, exponiendo que como consecuencia de la pandemia, las operaciones de análisis de laboratorio y obligaciones de reporte de instalaciones pueden verse afectadas. Estos impactos pueden incluir la capacidad para realizar operaciones que cumplan limitaciones de emisiones y vertimientos por agua y aire.
En otras palabras, esta política temporal le dice a las compañías que pueden contaminar o violar regulaciones ambientales por ahora, siempre que declaren que esas violaciones ambientales están relacionadas de alguna manera al Covid-19.
Al igual que Estados Unidos, otros países enfrentan también espacios de desregulación que tienen un efecto negativo en el ambiente. Y es que la política está centrada en defender la vida humana en un momento de causa mayor. Pero si las regulaciones ambientales se supone que existen para protegernos, ¿cómo las vamos a quitar? ¿será que la preocupación por el deterioro del ambiente y sus posteriores consecuencias en nosotros no son una causa mayor?
Muchos se preguntan sobre la relación del coronavirus con el cambio climático, y aunque se habla de que no hay evidencia directa, sabemos que parte de los impactos de este fenómeno incluye la conexión de las especies en la tierra, lo que afecta directamente nuestra salud, e incrementa nuestro riesgo a infecciones. Mientras el planeta se calienta, las especies animales se desplazan y adaptan su comportamiento en busca de condiciones favorables para ellos. Eso implica que haya nuevos contactos entre especies, lo que ofrece una oportunidad a patógenos para alojarse en nuevos huéspedes.
Si no vemos la protección del ambiente como una causa mayor, seguiremos aumentando nuestra vulnerabilidad como especie ante nuevos fenómenos que puedan ponernos en peligro, como el coronavirus.
El Día de la Tierra, 22 de abril, es una fecha marcada para repensar y apoyar la protección ambiental. Este año, la celebración será mayormente desde la casa, como si el planeta nos hubiera mandado castigados para el cuarto, a reflexionar sobre nuestro estilo de vida.
Esta vez, en su 50 aniversario, lo celebraremos repensando cómo regresar a una nueva “normalidad” en busca de un equilibrio. Sobre todo, ahora que hemos sacudido las prioridades, y la mente está abierta a nuevas ideas.
La invitación es a re aproximarnos al consumo de una manera responsable, a creer en el poder individual e influir sobre las políticas de país y, sobre todo, a actuar en consecuencia con lo que somos: una de las tantas especies que coexisten en el planeta.
El challenge o reto con respecto a la naturaleza está en nuestra mente.
Si cambiamos como sociedades la forma de ver el mundo, usaremos los recursos naturales con la misma visión de equilibrio que nos enseña la naturaleza. En últimas, tendremos que aprender de esta pausa obligatoria, y sacar de ella la mejor moraleja para vivir un nuevo y más seguro futuro.
Excelente artículo. Ojalá OnCuba publicara más textos en esta línea. Hacen mucha falta!.
Gracias Armando! Moviendo ideas para la sostenibilidad! Ojalá muchos se convenzan y podamos construir una nueva “normalidad” de forma más responsable.