La Torre Eiffel cerró el jueves, los afamados trenes de alta velocidad de Francia estaban parados y los profesores no acudieron a sus puestos de trabajo ante la convocatoria sindical de huelgas y protestas en todo el país contra el plan del gobierno para reformar el sistema de jubilación.
Las autoridades de París bloquearon con barreras el palacio presidencial y movilizaron a 6.000 policías mientras activistas, muchos de ellos con chalecos amarillos representando al movimiento surgido hace un año para reclamar justicia económica, se congregaban para una multitudinaria manifestación en la capital francesa.
El saldo hasta el momento en esa ciudad ha sido más de 9300 controles y 71 arrestos según informó la Prefectura de Policía París.
#5decembre
A 15h30 : 71 personnes ont été interpellées et 9350 contrôlées. pic.twitter.com/WX1HRFQkrW— Préfecture de Police (@prefpolice) December 5, 2019
Los organizadores esperan que la marcha sea una muestra de descontento con el presidente, Emmanuel Macron, por su reforma estrella, que está considerada una amenaza para el estilo de vida francés.
El dirigente se mantuvo “tranquilo y decidido” a seguir Adelante con su plan, según un alto funcionario presidencial.
El Museo del Louvre y otros sitios y monumentos advirtieron de molestias por las protestas, y los hoteles de la ciudad intentaban llenar sus habitaciones. La huelga llevó a muchos visitantes, entre ellos el secretario de Energía de Estados Unidos, a cancelar sus planes para viajar a una de las ciudades más turísticas del mundo.
Varios turistas despistados se encontraron con históricas estaciones de tren vacías por la cancelación de alrededor de 9 de cada 10 trayectos de alta velocidad. En el aeropuerto de París Orly, los carteles mostraban avisos de cancelación y la autoridad de aviación civil reportó que el 20% de los vuelos se quedaron en tierra.
Algunos viajeros mostraron su apoyo a los trabajadores en huelga, pero otros se quejaron por verse inmersos en una lucha que les era ajena.
“Llegué al aeropuerto esta mañana y no tenía ni idea de la huelga. Estuve esperando dos horas en el aeropuerto a que llegara un tren, pero no llegó”, señaló Ian Crossen, un turista de Nueva York. “Me siento un poco frustrado. Y he gastado mucho dinero. Aparentemente, gasté más dinero del necesario”.
Vladimir Madeira, un chileno que había viajado a París de vacaciones, calificó la huelga como “una pesadilla”. Desconocía la existencia de la protesta hasta su llegada a la cuidad, y los problemas en el transporte frustraron su plan de viajar directamente a Zúrich el jueves.
Bajo la cerrada Torre Eiffel, turistas de Tailandia, Canadá y España repetían las mismas quejas.
Las estaciones de metro de la capital estaban cerradas, lo que complicó el tránsito y llevó a muchos a echar mano de bicicletas de alquiler o de motos eléctricas. Muchos trabajadores de la región de París cumplieron con su jornada laboral desde casa o se tomaron el día libre para cuidar a sus hijos dado que el 78% de los maestros de la ciudad secundaron el paro.
Anticipándose a posibles incidentes violentos y daños en la ruta de la manifestación que recorrerá París, la policía ordenó el cierre de tiendas, cafeterías y restaurantes del trayecto. Las autoridades prohibieron además las protestas en la avenida de los Campos Elíseos, en las inmediaciones del palacio del Elíseo, del parlamento y de la catedral de Notre Dame.
La policía llevó a cabo controles de seguridad en más de 3.000 personas que llegaron al centro de la ciudad para la protesta y detuvo a 18 antes del inicio de la marcha. Las embajadas advirtieron a sus ciudadanos que eviten la zona de la protesta.
En otras partes del país, miles de activistas sindicales, ataviados con chalecos rojos, se manifestaron en ciudades desde Marsella, en la costa mediterránea, a Lille, en el norte.
La gran pregunta es cuánto durará la huelga. La ministra de Transporte, Elisabeth Borne, señaló que espera que los problemas en el transporte sean igual de graves el viernes.
Los sindicatos dicen que su paro es indefinido y esperan mantener el impulso del movimiento al menos una semana para forzar al gobierno a hacer concesiones.
Los trabajadores del sector público temen que la reforma de Macron les obligue a trabajar por más años y reduzca sus pensiones. Y consideran que esta lucha es crucial para salvar la seguridad social francesa.
“Las cinco semanas de vacaciones, el sistema de salud estatal (…) obtuvimos todo eso a través de la lucha social de personas que se sacrificaron financieramente para que tuviéramos esto”, dijo el empleado ferroviario Gilles Pierre, que participó en la marcha del jueves.
Para Macron, la reforma de la ley de jubilación es clave en su plan para transformar el país y hacerlo competitivo a nivel mundial en el siglo XXI.