Cheburashka, una de las nostalgias principales de los cubanos que crecieron con los “muñequitos rusos” vistos en un televisor Krim 218 o un Caribe de bombillos, tenía un padre. Se llamaba Eduard Uspénskiy, y acaba de morir.
Se trata del más querido escritor ruso para niños que según reporta Russia Today falleció en Moscú ayer 14 de agosto, tras batallar contra el cáncer, a la edad de 80 años.
Su legado mayor es sin dudas la saga de esta pequeña criatura que no es oso ni elefante, pero tiene el cuerpo cubierto de pelo y unas orejas inmensas.
https://www.youtube.com/watch?v=Int2FalwUyE
https://www.youtube.com/watch?v=AsmfGh8K4OQ
La altura de Cheburashka no sobrepasa el de un niño de 5 años y como tal actúa, acompañado de su mejor amigo, el cocodrilo Guena quien toca el acordeón. ¿Quién no recuerda la melodía de “Qué pena que el cumpleaños sólo sea una vez al año”? (En ruso, por supuesto.)
En el cuento original, publicado en 1965, como en en el cortometraje filmado con la técnica de stop-motion en 1969, Cheburashka aparece un una frutería dentro de una caja de naranjas. El vendedor, sorprendido, decide llamarle de ese modo al ver que no se estaba en pie. Su nombre, de hecho, puede ser traducido más o menos como “tentempié”. Lo lleva al zoológico, pero como “la ciencia” no reconoce su especie, no lo aceptan allí.
El personaje y sus historias son, con distancia, de las más tiernas y aleccionadores dentro de los códigos éticos del socialismo real que creó la industria soviética de los dibujos animados, mundialmente reconocida.
Uspénskiy escribió muchos libros infantiles y guiones para unas 60 cintas de dibujos animados que han sido traducidos en más de 20 idiomas.
En Cuba, quienes andan por los 40 o 50 años, recuerdan –unos con admiración indoblegable y otros con tedio–, las aventuras de Cheburashka, Guena, la viejita Shapokliak, los pioneros y los diversos personajes que conviven en la Moscú de los años 60-70. Allí, según la propaganda al uso, la superioridad del socialismo aseguraba la preponderancia de los más altos valores humanos.
Algunos llegaron a ver en Cheburashka el alter-ego del clásico Mickey Mouse, representante ideológico del american way, dentro del contexto de la guerra fría.
Después del fin de la URSS, en 1994, Uspénskiy registró el nombre y la imagen del personaje y vendió los derechos a varios países. Esto provocó una demanda de Leonid Shvartsman, director artístico de las películas, quien trató de demostrar que al ser el creador del diseño visual de Cheburashka los derechos de autor de la imagen debían ser separados de los del personaje literario.