Pareció escucharse un quejido colectivo en toda Argentina luego de que el presidente Mauricio Macri pronunció tres palabras que muchos vinculan con las peores épocas del país: Fondo Monetario Internacional.
Macri sorprendió a los argentinos al anunciar esta semana que procurará obtener un acuerdo de financiamiento con el FMI tras una fuerte devaluación de su divisa y un pronóstico poco alentador de la economía global.
“Históricamente, la imagen del Fondo Monetario Internacional ha sido bastante traumática para los argentinos”, dijo Jorge Fidler, un contador de 72 años, con relación a la crisis económica. “Es difícil de digerir”.
La crisis de hace 17 años derivó en el desempleo de uno de cada cinco argentinos, millones se hundieron en la pobreza y algunos pasaron hambre. El peso, que había estado vinculado al dólar, perdió casi el 70 por ciento de su valor.
Los bancos congelaron los depósitos y colocaron barricadas metálicas mientras miles de manifestantes intentaban infructuosamente retirar sus ahorros. Al menos 27 personas fallecieron en protestas y saqueos en diciembre de 2001 a medida que la segunda mayor economía de Sudamérica se desplomaba.
Desde entonces se ha responsabilizado al FMI por su papel en la mora de pagos de Argentina de su deuda de más de 100.000 millones de dólares. Un sondeo efectuado por los encuestadores argentinos D’Alessio Irol/Berensztein señaló que el 75 por ciento de los habitantes sienten que solicitar ayuda al Fondo es una medida errónea. La encuesta a 1,077 personas efectuada a principios de mayo tiene un margen de error de tres puntos porcentuales.
“El Fondo es el prestamista de última instancia. Es casi una palabra tóxica aquí”, dijo Sergio Berensztein, analista político y coautor del sondeo, a The Associated Press. “Es como cuando vas al dentista. Tal vez lo necesitas, pero no quieres ir”.
En un discurso televisado para la nación, Macri dijo que había iniciado conversaciones con el FMI como una forma de hacer frente a las aflicciones económicas internas y a una situación compleja en el mundo, incluida el alza en las tasas de interés, un incremento en los precios del petróleo y una depreciación de las divisas de los mercados emergentes. Una semana antes, el peso argentino alcanzó su mínimo histórico frente al dólar estadounidense y los precios de los bonos de Argentina se hundieron.
Aun así, la decisión de recurrir al FMI para solicitar préstamos con el fin de apuntalar las reservas del gobierno y apaciguar las presiones sobre la moneda sorprendió a muchos. Hace sólo un año, Argentina seguía siendo atractiva para los inversionistas. El gobierno vendió totalmente una emisión de bonos a 100 años aprovechando una tasa de interés baja.
En ese momento, muchas personas hablaban de un milagro económico y decían que Macri tenía prácticamente garantizada la reelección después de que su coalición se apuntó una victoria decisiva en los comicios legislativos.
Ahora la oposición se ha envalentonado y el futuro político de Macri se ve más inestable que nunca. ¿Qué ocurrió?
“Había mucho optimismo y los mercados financieros buscaban cualquier tipo de rendimiento donde fuera. Y cualquier país que pareciera ir por el camino correcto — y Argentina ciertamente se veía así– estaba atrayendo mucha atención y dinero”, afirmó Monica de Bolle, del Instituto Peterson de Economía Internacional.
Después de que Macri asumió el puesto en 2015, pudo lograr mucho con rapidez, dijo. Solucionó una larga disputa legal con acreedores que le permitió a Argentina regresar a los mercados mundiales de crédito por primera vez desde su mora de pagos récord de 2001. Retiró el control de divisas y otras distorsiones económicas y ordenó al gobierno publicar estadísticas fidedignas, datos que el FMI y los analistas locales habían cuestionado durante los gobiernos de sus predecesores.
“Ayudó a dar la sensación de que Argentina está avanzando”, dijo De Bolle. “No creo que los mercados estuvieran equivocados… podrían haber estado excesivamente optimistas, pero el gobierno también lo estaba”.
El gobierno de Macri dijo desde el principio que se requerían medidas de austeridad graduales para reanimar la vapuleada economía de Argentina. Redujo la burocracia e intentó disminuir el déficit presupuestario del gobierno al ordenar recortes de puestos de trabajo y de subsidios a las empresas de servicios públicos, lo que provocó protestas de los trabajadores.
Cuando su coalición Cambiemos se apuntó un triunfo en los comicios de medio período, Macri dijo que procuraría cambios aún más profundos en las normas fiscales y laborales. Pero los argentinos siguieron perdiendo poder adquisitivo a consecuencia de la elevada inflación y muchos se sintieron frustrados por las subidas en el combustible y el transporte público.
Por mucho tiempo Argentina ha tenido una de las mayores tasas inflacionarias del mundo. Macri, de tendencia conservadora y partidario de la empresa privada, prometió bajar los precios al consumidor, que ascendieron hasta un 40 por ciento anual bajo el gobierno de su predecesora de centroizquierda Cristina Fernández.
Entonces, las autoridades anunciaron en diciembre un incremento en la meta inflacionaria, lo que provocó que los inversionistas comenzaran a dudar del compromiso de Macri con la reducción de los precios.
Mientras tanto, el peso perdió terreno frente al dólar luego de que el alza en las tasas de interés estadounidenses atrajo a los inversionistas para que sacaran su dinero de Argentina y lo colocaran en Estados Unidos. Eso provocó nerviosismo entre los argentinos que, desde la crisis de 2001, están acostumbrados a acumular dólares como protección. El gobierno de Macri se vio obligado a imponer tres alzas en las tasas de interés y a incrementar los esfuerzos para disminuir el déficit fiscal.
Las conversaciones entre funcionarios argentinos y del FMI comenzaron el jueves en Washington. El Tesoro de Argentino dice que busca un acuerdo “stand-by”, pero no reveló ni el importe ni los términos.
David Malpass, subsecretario del Tesoro de Estados Unidos para asuntos internacionales, dio la bienvenida el jueves a las conversaciones para promover “el crecimiento y las reformas de mercado” en Argentina.
Pero para muchos argentinos, significa lo contrario. Una televisora local mostró esta semana un cartel que decía “Regreso al Futuro”. En el Congreso, legisladores de la oposición protestaron colocando grandes carteles en sus escaños en los que podía leerse “¡Fuera el FMI!”.
El prestamista internacional ha admitido que cometió una serie de errores que contribuyeron a la implosión de la economía argentina. Un reporte elaborado en 2004 por el departamento de auditoría interna del FMI concluyó que no proporcionó suficiente supervisión, sobrestimó el crecimiento y el éxito de las reformas económicas, y siguió prestando dinero a Buenos Aires cuando la deuda se volvió insostenible.
“El FMI no presionó a las autoridades para un cambio fundamental en el régimen político y en diciembre de 2001 cortó efectivamente el apoyo financiero a Argentina”, señaló el informe.
Sin el respaldo del FMI, el gobierno se vio obligado a declarar el mayor impago de deuda soberana de la historia.
Muchos argentinos siguen culpando al FMI por sus enormes y permisivos préstamos que llevaron a la devaluación del peso y al impago de la deuda.
“Es muy triste”, dijo Soledad Patane, una estudiante universitaria de 29 en Buenos Aires. “Lo que se hace después de mucho tiempo es endeudar un país hasta que no se pueda pagar esa deuda, entonces ese país pasa a ser una colonia indirecta de los que nos siguen prestando la plata”.
De Bolle, que trabajó en el FMI a principios de la década de los 2000, dijo que estos sentimientos son comprensibles pero apuntó que el organismo cambió radicalmente desde esa crisis. Ha relajado las prescripciones de políticas que obligaban a la austeridad a las naciones que recibían sus fondos y ahora se centra más en la desigualdad y en asuntos sociales, agregó.
“Han pasado casi 20 años desde que el fondo tuvo relación con Argentina”, dijo. “Eso es mucho tiempo. Ahora es una institución diferente”.
AP / OnCuba