Escombros, rocas enormes, piedras más pequeñas y muebles colapsan la calle al Wehda (calle unidad), una de las vías principales que atraviesan la ciudad de Gaza, en Palestina, y que conduce al hoy inhabilitado hospital al Remal, que aloja el único laboratorio oficial del enclave para analizar pruebas de COVID-19.
Ese hospital, que también acoge un centro ambulatorio y las dependencias del Ministerio de Salud de Gaza, resultó gravemente dañado durante los ataques aéreos de los aviones de combate israelíes en la madrugada del martes, aunque fueron menos virulentos que las noches anteriores.
El centro también suministraba vacunas que han recibido hasta ahora unas 39.000 personas de los dos millones de habitantes palestinos que tiene el enclave.
Esta nueva escalada bélica en Gaza y su rastro de destrucción añaden munición a la casi permanente crisis sanitaria de la franja, superpoblada, bloqueada desde hace 15 años por Israel, asediada por la COVID-19 —con más de 90.000 positivos desde el inicio de la pandemia— y amenazada por un nuevo repunte de contagios en las últimas semanas, sin que ahora se pueda medir.
El director del Ministerio de Salud de Gaza, Yousef Abu al Reesh, confirmó a la agencia Efe que el laboratorio tuvo que parar su actividad, así como la clínica adyacente, debido a los bombardeos, que dejó heridos a varios doctores, sanitarios y empleados del ministerio.
Riesgo entre los desplazados
El laboratorio principal de la franja, que también se ocupaba de suministrar vacunas, había realizado más de 2.300 test de COVID-19 en las últimas 24 horas, mientras el riesgo de un rebrote de coronavirus aumenta en los centros de refugiados, que hoy alcanzaron los 58.000 evacuados según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).
Al Reesh pidió a la comunidad internacional y a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que “garantice la protección total de las instalaciones del ministerio de salud y los hospitales públicos, así como la entrada de los suministros médicos necesarios para frenar la propagación de la COVID-19”.
La ofensiva de las tropas israelíes, que suman ya nueve madrugadas de bombardeos, ha dificultado el acceso a atención médica de los gazaitíes heridos, enfermos o sospechosos de estar contagiados con el coronavirus.
“Las personas que sienten los síntomas del COVID-19 no pudieron llegar a las clínicas porque tenían miedo de salir de sus hogares e ir a la clínica para hacerse las pruebas”, apuntó a Efe Ashraf al Qedra, portavoz del Ministerio de Salud.
Al Qedra insistió en que el ataque a esas instalaciones médicas es “un delito muy severo que contradice el derecho internacional y el Cuarto Convenio de Ginebra”.
Fuentes de seguridad palestinas y testigos presenciales afirmaron que los aviones de combate israelíes llevaron a cabo esta madrugada decenas bombardeos contra infraestructuras civiles, apuntando a casas, apartamentos, edificios, carreteras y campos agrícolas, aunque el Ejército israelí sostiene que solo atacan objetivos militares de las milicias palestinas de Hamás y la Yihad Islámica.
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Nueve días de escalada bélica
La escalada bélica de los últimos nueve días se ha cobrado la vida de 213 palestinos en Gaza —la mayoría civiles, incluyendo 61 niños, 36 mujeres y 16 ancianos— y ha causado más de 1.400 heridos, frente a los doce fallecidos en territorio israelí por los cohetes de Hamás.
Un portavoz del ejército israelí aclaró hoy que los ataques estaban dirigidos a la red de túneles subterráneos de Gaza —conocido como “Metro”— que pertenecen a Hamás y que sus milicias utilizan para el desplazamiento de combatientes y el transporte de armamento de una zona a otra del enclave.
“Las instalaciones de salud, mezquitas, escuelas, hospitales e infraestructuras de agua y electricidad están localizadas en nuestros sistemas como infraestructura sensible que no debe ser atacada”, afirmó este martes Jonathan Conricus, portavoz del Ejercito de Israel.
“Tomamos precauciones y tratamos de minimizar cualquier daño a las instalaciones sensibles y a la población civil en general”, añadió, aunque en la práctica, de acuerdo con la población palestina y organizaciones internacionales, no ocurre así.
En esta última ofensiva en la madrugada del martes, el Ejército israelí empleó 60 aviones de combate y lanzó alrededor de un centenar de misiles en 35 minutos, mientras que Hamás disparó unos 90 proyectiles desde el enclave hacia Israel, de los que 70 fueron interceptados por el sistema antimisiles Cúpula de Hierro, que mantiene una efectividad del 90 %.
Desde el pasado lunes, cuando brotó esta nueva ola de violencia, las milicias islamistas palestinas de la Brigada al Qassam —brazo militar de Hamás— y de la Yihad Islámica han lanzado 3.440 proyectiles hacia Israel, más que los 3.393 de la guerra de los cincuenta días de 2014.