Era enero de 1990 y McDonalds aterrizaba no lejos de la Plaza Roja, como el mejor símbolo del inicio de un cambio de época en la URSS de la Perestroika. Han pasado más de 30 años y ahora el camino es inverso: la cadena estadounidense de comida rápida anunció el cierre de sus 850 locales y su salida de Rusia.
Es una de las últimas de una lista inmensa de empresas que han decidido abandonar el mercado ruso ante la guerra en Ucrania, que se complementa con otra lista, igual de larga, de sanciones.
Rusia ha alcanzado el triste récord de ser actualmente el país más castigado económicamente del mundo, según informa la agencia Sputnik citando a la plataforma de monitoreo de sanciones Castellum.ai. Entre las más de 5.500 restricciones impuestas desde 2014, se incluyen unas 3000 sanciones aprobadas en solo unos días, desde mediados de febrero.
Por primera vez, las sanciones incluyen la desconexión parcial de Rusia del sistema SWIFT, la inmovilización de las reservas internacionales del Banco Central ruso y, en el caso de países como Estados Unidos y el Reino Unido, el embargo sobre la importación de petróleo ruso.
A eso se suma la prohibición de que las compañías aéreas rusas atraviesen el espacio aéreo de la Unión Europea y EEUU, lo que hace los vuelos internacionales desde y para Rusia poco menos que imposibles.
Las sanciones alcanzan al Fondo de inversión directa, responsable de la distribución internacional de la vacuna “Sputnik”, o el gasoducto Nord Stream 2, que debía llevar el gas ruso a países de Europa.
La estampida ha incluido a grandes firmas de todos los ámbitos, desde Microsoft o Apple, Visa o Mastercard; a Shell, Boeing, Volskwagen, Mercedes Benz, Rolls Royce, Hermès o Swarovski.
Los rusos comunes se han visto obligados a dejar de amueblar sus casas en Ikea; a no consumir en Starbucks; a eliminar a Zara, Mango y H&M de su ropero, a olvidarse de sus series favoritas en Netflix y a no beber Coca Cola, entre muchísimos otros hábitos que deberán cambiar.
El deporte no se ha librado del castigo. Entre las primeras medidas estuvo la de la Unión de Federaciones Europeas de Fútbol (UEFA) de trasladar la final de la Liga de Campeones, programada para el próximo 28 de mayo en la ciudad rusa de San Petersburgo, y la prohibición de participar en competiciones para equipos o deportistas rusos.
Le siguieron la cancelación de la Olimpíada Mundial de Ajedrez 2022 en Rusia; así como de eventos de automovilismo, de hockey sobre hielo y la suspensión de deportistas rusos. Incluso a los atletas paralímpicos les cancelaron su participación en los actuales Juegos de Pekín.
Hasta los gatos han sido sancionados, al prohibírsele participar en exhibiciones internacionales.
No pocos artistas rusos vieron rescindidos sus contratos o presentaciones por el mundo. De la ola de “rusofobia” no escapó ni el mismísimo Fiódor Dostoiévski, muerto hace casi siglo y medio, que vio peligrar la realización de un curso sobre su obra en una universidad italiana.
Lo cierto es que todo esto a los que menos daña es a los “de arriba”, ni siquiera a los grandes oligarcas que puedan apoyarlos; sino que golpea sobre todo a los rusos comunes que han visto cómo en pocos días se reducen sus ingresos y sus ahorros a menos de la mitad por el desplome del rublo y que se encuentran atrapados sin salida por una situación que no desearon, y que ni siquiera apoyan en muchos casos.
En los próximos tiempos se avizora un aumento drástico del desempleo (solo McDonalds tiene 62.000 trabajadores en el país) y de la inflación. Eso, unido a la posible escasez de determinados productos, las dificultades para cambiar divisas y para viajar, hace que el panorama pinte bastante oscuro para una gran mayoría.
Con todo esto, más las noticias que llegan desde Ucrania, algunos quizás esperen una reacción contra el gobierno.
Pero lo cierto es que, de momento, las sanciones anteriores solo agudizaron la polarización de la sociedad rusa, que se debate entre el rechazo a la guerra, sobre todo de sectores de la intelligentsia, y el patriotismo inherente a la mentalidad de ”plaza sitiada”, que se traduce en un posible mayor apoyo a la mano dura.
El gobierno ruso, por su parte, está confiado en que logrará soportar las sanciones, y en que muchas de ellas tendrán efecto boomerang para los propios países que las imponen.
Las políticas de presión no han sido nunca demasiado efectivas para cambiar el color político o el curso de los acontecimientos. No lo han conseguido en más de 60 años en Cuba, ni hicieron a Rusia cambiar de actitud anteriormente respecto a Crimea o Donbass.
También es innegable la hipocresía y el doble rasero de muchos que se han sumado a la moda de las sanciones contra Rusia, cuando en ocasiones similares en el pasado que involucraban a la OTAN o Estados Unidos no habían dejado ni de tomarse una Coca Cola.
La prioridad ahora es que la conflagración y el sufrimiento de tanta gente terminen, ucranianos y rusos fundamentalmente. Eso depende principalmente del gobierno ruso, en cierta medida del ucraniano, pero también de la actitud del resto del mundo, y solo se logrará con diálogo en lugar de soplar el fuego con armas y presiones extremas, que los que sufren son los de siempre, los de abajo.
Solo para decir que los oligarcas rusos tambien han sido sancionados y que la respuesta con las sanciones siempre es mejor que la respuesta con las armas evitando de ir direttamente alla 3era guerra mundial y al conflitto nuclear.
Decir que Ucraina tiene culpa de ser aggredida es como pensar que la mujer violentada tiene la culpa de provocar al violador. No esiste motivacion suficiente que justifique una agresion de esse tipo.