Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco para la historia, el mismo que ha venido subvirtiendo mentalidades y prácticas desde el inicio de su pontificado, ha desatado un verdadero alud de especulaciones dentro o fuera de las redes sociales.
Esta vez los comentarios se deben a lo que hizo durante su visita al santuario de Loreto el pasado 25 de marzo: poner en crisis la tradicional reverencia de saludarlo después de una fila interminable de mujeres y hombres, denominada el “besamanos”, consistente en inclinarse ante él y besarle el anillo.
El anillo episcopal es uno de los símbolos de la autoridad papal. Remite a la unión del papa con la Iglesia. Desde el siglo XII se crea uno para cada papa y por consiguiente se destruye después de su muerte. El beso al anillo del Pescador, conocido también por su nombre italiano, baciamano, es una tradición que simboliza la pleitesía ante el supremo representante de la Iglesia católica.
Un video lo muestra, en efecto, apartando la mano de los pasantes de manera mecánica y reiterativa, uno a uno, cuando estos se agachaban para besarle la prenda, lo cual dio pie a interpretaciones varias y discusiones pasionales típicas de los encontronazos ideoculturales entre católicos conservadores y progresistas.
Al papa no siempre le gusta que le besen el anillo #AFPhttps://t.co/5UqBbfEds2 pic.twitter.com/oGZ9Iht6ea
— Agence France-Presse (@AFPespanol) March 28, 2019
Se mencionaban como posibles causas, entre otras, su rechazo a los protocolos, su identidad franciscana, su renuencia a aceptar un gesto de sumisión o que el anillo no era, para él, un atributo de autoridad sino de servicio.
Pero el misterio acaba de ser resuelto por el portavoz del Vaticano, Alessandro Gisotti, tras preguntarle directamente al involucrado: el Papa no quería propagar enfermedades. “Fue una simple cuestión de higiene”, le dijo este jueves a los periodistas.
Gisotti explicó que había mucha gente en la fila y que el Papa no quería propagar gérmenes mientras una persona detrás de otra besaba repetidamente su mano en cortos intervalos de tiempo.
“El Papa me dijo que le gusta abrazar y ser abrazado y estar cerca de la gente pero temía que (esta vez) todos se enfermasen”, aclaró el vocero, quien hizo notar que Francisco incluso ha aceptado mates del público que lo vista en San Pedro y que en muchas ocasiones los fieles sí han besado su anillo.
Este propio miércoles lo hizo la monja María Concetta Esu, de 85 años, misionera en África desde hace casi 60 años donde ha ayudado a salvar 3,000 bebés, cuando Francisco la presentó a los fieles en la audiencia general semanal. A su vez, el santo padre besó a la monja en cada mejilla.