La música de Harold López-Nussa ha sido un espejo en el que se ha mirado una parte de las más nuevas generaciones de instrumentistas cubanos. Harold se ha adentrado en el jazz con un lenguaje muy personal, guiado por su interés en expandir los conceptos del jazz en Cuba y fusionarlos con otros géneros. Un ejemplo de esta visión heterodoxa con que defiende la música es su nuevo disco Te lo dije, en el que grabó un experimento nunca antes realizado en la escena musical cubana: unir el jazz al reguetón.
El tema se llama “JazzTon” y fue una colaboración con Randy Malcom, una de las mitades del popular grupo de música urbana Gente de Zona. Por esta grabación López-Nussa ya ha recibido algunas críticas de los más puristas, que lo han acusado de no respetar el jazz o de violar algunos preceptos supuestamente sagrados del género. Sin embargo, reconoce que esperaba mayores cuestionamientos por haber dado forma a esta idea que nació de su propio interés en la exploración sonora tras haber visto un día cómo Santiago Feliú, en su tradición iconoclasta, jugueteaba, como un niño, con las células rítmicas del reguetón.
“Pensé que podía tener más críticas negativas por haber unido el reguetón al jazz. Me han llegado algunas de gente que cree que estamos faltando el respeto al jazz. Son personas conservadoras a las que les resulta un poco complicado ver cómo otros rompen los límites. La canción se queda en un territorio complicado porque no es jazz ni reguetón. Precisamente eso era lo que nos llamaba la atención. La idea de este tema se me ocurrió un día viendo a Santiago Feliú hace años. Él empezó a jugar con el ritmo del reguetón. Se puso a irregularizarlo y me basé en eso junto a mi hermano, Ruy, para crear este tema. Se trata de irregularizar la célula principal del reguetón. Compartí la idea con Randy, a quien conozco desde niño porque iba la las fiestas que hacía en su casa cuando estábamos en el Amadeo Roldán y en la Escuela Nacional de Arte. A él le gusta mucho la música y salirse de su zona de confort. Realmente fue un reto y pensamos seguir experimentando este tipo de fusiones. Ha sido una de las cosas más arriesgadas que he hecho hasta ahora y la vamos a seguir desarrollando. Lo disfrutamos muchísimo y le pusimos mucho cariño a este tema. No es es un relajito. Hay un trabajo muy serio en armonía, ritmos”, apuntó Harold en su apartamento ubicado do en una populosa barriada de Nuevo Vedado, donde vive junto a su esposa y su pequeñas hijas.
“JazzTon” es uno de los temas de su nuevo disco, un álbum en el que el músico se dio el gusto de experimentar a fondo con diversos ritmos y poner en libertad un rosario de ideas que circulaban como un remolino por su cabeza. Para grabar este híbrido compuesto por afluentes del jazz y el reguetón habló también con el principal cantante de Gente de Zona, Alexander Delgado.
“A Randy le encantó la idea desde el principio. Yo también había pensado en Alexander pero él estaba temeroso porque no es como Randy, que tiene formación musical. Me dijo que a lo mejor no se sentía cómodo. Al final lo hicimos con Randy”, comenta Harold, que es uno de esos artistas que cree, por encima de todas las cosas, en la libertad de la música. Por eso la considera un campo de experimentación y de creación constante. Lo afirma mientras mueve las manos y el cuerpo como si cada palabra fuera un corrientazo. Ríe cuando recuerda el proceso de grabación de “JazzTon” y revela que ese experimento no quedó ahí.
“Ahora estamos trabajando en otra cosa dentro de esa misma línea dentro del jazz y el reguetón, que va a levantar más críticas”, bromea. “Me gusta experimentar y ahora que he tenido el tiempo de estar en casa se me ocurren locuras y tengo gente que me sigue”.
Harold tiene 37 años y, con 8 discos en su repertorio, es uno de los máximos representantes del jazz en la música cubana contemporánea. Siempre ha estado muy atento al sonido y al legado de sus raíces, algo que dejó claro en el disco en el que grabó un homenaje a Los Van Van con los temas “Van Van Meets New Orleans” y una versión de “El baile del buey cansao”. Para grabar este tema llamó a Cimafunk; el resultado fue una canción con una imponente puesta en escena y una contagiosa envoltura rítmica.
“Es un álbum con el que quise implicarme un poco más con la música popular cubana. Hay una canción llamada “Timbeando”, una especie de acercamiento entre el jazz y la timba. “El Buey cansao” es un homenaje que yo quise hacer personalmente a Juan Formell y a Los Van Van, una de mis agrupaciones predilectas. De hecho hay otro tema en el disco llamado “Van Van Meets New Orleans”. Es una fantasía acerca de qué hubiera pasado si en vez de nacer en la Habana los Van Van hubieran surgido en Nueva Orleans, una ciudad que me recuerda mucho a La Habana por su arquitectura, su gente. Siempre pensé en Cimafunk para grabar este tema”.
¿Cómo fue el proceso de grabación con Cimafunk? ¿Ya habían trabajado antes?
“Desde que lo vi por primera vez interpretando covers me encantó su trabajo y luego lo vi en Interactivo. Me parecía que podía dar el toque diferente y moderno que yo quería con mi versión de “El Buey cansao”. Fue una locura porque grabé el tema sin hablar con él. Pensé que lo podía cantar pero ni siquiera lo conocía. Hicimos el trabajo a distancia. Grabé la música y luego hablé con él para decirle que tenía la música y quería que cantara el tema. Se lo envié y le encantó. Se tomó su tiempo y me gustó mucho lo que hizo. Salió mejor de lo que había pensado”.
“Después, con el video, tuve la suerte de contar con los diseñadores Raupa, Mola y Edel. Somos amigos de hace muchos años y ellos hicieron mi primer video clip hace como 15 años. Son unos artistas increíbles. Estuvieron bastante tiempo dándole forma a historia y y en la posproducción del video. Estoy bastante feliz por el resultado de este trabajo particularmente en este año que ha sido tan frustrante para muchos. Para mí, en el principio fue muy duro, pero he tenido la suerte de que hayan salido estos proyectos que he venido trabajando desde antes y me han permitido buscar otras formas de crear”.
Según Harold, la creación y la familia lo han salvado del estrés, de su alejamiento de los escenarios y de la incertidumbre de la cuarentena. Ha aprendido, entre otras cosas, a usar las redes sociales y a editar sus propios videos.
Harold López-Nussa: Espero volver lo antes posible a los escenarios
“La última vez que toqué fue en el festival de jazz de La Habana. Llevó muchos años girando, haciendo conciertos en muchas partes del mundo. Estar lejos de eso me ha sido muy difícil realmente. La primera parte de la pandemia la pasé realmente mal. Por suerte estaba en mi casa, con mi esposa, mis hijas, que me ayudaron a salir de eso. He visto a otros músicos de jazz que han hablado de cómo los ha afectado no poder tocar y no ha sido fácil para nadie la verdad. Yo sigo extraño mucho los escenarios y me he adaptado a la fuerza a subsistir en medio de la incertidumbre del virus y la pandemia. Pero al principio fue muy difícil. He sacado cosas positivos como aprender a usar las redes y editar videos en la computadora, algo que jamás pensé que podría hacer. He inventado proyectos con músicos a distancia. De alguna manera he seguido creando y eso me alegra. Pero sigo extrañando mucho tocar”.
Los seguidores del jazz en Cuba lamentan que no cuentan con muchos espacios donde escuchar a los grupos y la mayoría de los que existen tiene un alto costo la entrada. ¿Qué opinas sobre este contexto?
“Realmente los consumidores de jazz en Cuba no son personas con un nivel adquisitivo alto. No pueden ir a lugares como La Zorra y el Cuervo donde el cover es muy elevado. Esos espacios están pensados para un mercado internacional. Es una pena porque uno toca en los teatros y se da cuenta que hay un público que le gusta el jazz y lo consume. Las alternativas de los lugares privados tampoco son accesibles para mucha gente por el mismo problema. Es una situación muy compleja”.
¿Qué crees se pueda hacer para cambiar este escenario desfavorable para el consumo del jazz cubano?
“Tendría que haber algún tipo de subvención como tienen muchos clubes en otras partes del mundo para poder subsistir, porque realmente no son solventes. Los clubes de jazz no son solventes porque tienen precios muy altos y no tienen mucha ganancia, pero tienen subvenciones de gente privada o cuentan con otro fondo que les permite mantenerse. Me gusta muchísimo hacer conciertos en teatros porque son accesibles para las personas, pero los músicos no ganamos dinero con esos espectáculos”.
“Cada vez que hago un concierto en un teatro tengo que invertir de mi bolsillo. Tengo que pagarle a un camión para que me lleve los instrumentos, si hace falta un micrófono tiene que salir el pago de mi bolsillo, si quiero hacer un spot también. No me pesa porque tocar es mi pasión pero todos los músicos no pueden hacer eso. Llega un punto que te satura un poco seguir insistiendo. Nosotros somos subvencionados y las empresas han tratado de crear estrategias para cambiar un poco eso y a veces pagan el proceso que conlleva realizar y promocionar un concierto. Y eso permite respirar al menos con los gastos de promoción. También pasa que a veces la empresa no me consigue trabajo y y tengo que pagarle de todas formas. Es un mecanismo injusto”.
En una reciente conversación tu tío, Ernán López Nussa, me comentaba que mantenían una relación profesional muy estrecha entre todos los músicos de la familia. ¿Puedes explicarme cómo es ese proceso de interacción o consulta cuando alguno tiene un nuevo proyecto en el horizonte?
“Tenemos una comunicación musical muy fuerte. A mi último disco Ernán y mi papá le dieron vuelta mil veces. Cuando tenemos algún proyecto lo consultamos entre todos. Esa dinámica no falla. Confiamos mucho en el criterio del otro. Yo confió mucho en el criterio de mi papá, de Ernán, de mi hermano. La música es una carrera de mucho esfuerzo. No es un camino en un solo sentido. Tiene muchos altibajos. Frustraciones. He tenido la suerte de tener un apoyo familiar muy fuerte. Recuerdo cuando salí de la escuela e iba para al servicio militar y decidí experimentar con otra música que no era la clásica. Tuve críticas de los profesores porque era buen estudiante y no querían que me desligara. A los 4 años mi hermano tocaba el piano y a los 8 improvisaba en la batería. En cambio, yo tocaba exactamente como me enseñaron en la escuela. En esa etapa tuve mucho apoyo de mi familia y de mis amigos, que estaban más adelantados que yo. Vivo en un constante estado de inconformidad. Nunca estoy conforme con lo que hago. Siempre pienso que hay algo que mejorar. A veces esa búsqueda de la perfección me puede asfixiar, pero es lo que me anima a seguir mejorando y aprendiendo. Ese es uno de los puntos de referencia con mi familia”.
Un café con Alicia: Harold López-Nussa y la impronta de una familia de músicos
¿Crees que algún disco que hayas publicado resuma mejor tu personalidad creativa?
“Herencia es tal vez uno de mis discos más personales. Lo grabé en Francia en el 2008. Creo que es más íntimo por las composiciones y define bastante bien lo que soy“.
No son pocos los músicos de tu generación que han emigrado y desarrollado sus carreras en otros países. ¿Has pensado alguna vez seguir esos pasos?
“Siempre me ha gustado la idea de vivir en Cuba. He tenido mucho miedo de alejarme de esta tierra, de la gente que está aquí, de mi familia. Tengo un apego muy fuerte por Cuba. Me he planteado algunas veces estar un tiempo en Europa, por ejemplo. Otras veces he pensado en Estados Unidos. Pero nunca el impulso ha sido suficiente para dar ese paso, que para mí es grande. Lo veo como algo muy difícil de hacer. Cuba tiene sus cosas malas y buenas. Me interesa ser un músico que se expresa desde Cuba. Radicar en Cuba y participar en festivales internacionales tiene sus ventajas y desventajas. Hasta el momento he elegido vivir aquí y me ha ido bastante bien”.
Muchos artistas hablan de sus historias de éxito y prefieren obviar los momentos más oscuros o terribles ¿Durante tu carrera recuerdas algún momento marcado por la frustración?
“Viví varios momentos en los que pensé dejar la música, sobre todo cuando era estudiante. Recuerdo que una vez fui a un concurso en Italia cuando tenía como 14 años. Había ganado todos los concursos en Cuba y fui y quedé como en lugar 14. Fue una frustración tremenda para mí. No lo entendía. Cuando vi a aquellos muchachos tocando de una forma increíble fue frustrante. Me planteé si realmente valía la pena tanto esfuerzo si no lograba estar a la altura del mundo”.
¿Consideras que los músicos que viven fuera de Cuba mantienen un estilo diferente de defender el jazz?
“Creo que tienen diferentes formas de tocar. Estar en un lugar condiciona tu manera de pensar, de vivir, de comer, de tocar. Ellos tocan con músicos de otros lugares e interactúan con otras culturas. También miran su herencia desde otra perspectiva. Posiblemente nosotros aquí estamos mirando más para afuera que los músicos que viven en otros países. Cuando te vas miras más para adentro, para tus raíces. Eso también lo dijo una vez Paquito de Rivera y tiene mucha razón. Hay diferencias que me parecen muy positivas. Casi todos los que conozco que viven fuera de Cuba están haciendo carreras con logros y han hecho muy buena música. Sigo mucho lo que hacen mis colegas en el exterior. Me inspiran muchísimo. Hay varios pianistas de mi generación con una calidad excepcional como David Vírelles, Axel Tosca, Abel Marcel, Alfredito Rodríguez.
En los últimos años has tocado con frecuencia en Europa. ¿Crees que tienes más público en esos países que en Cuba?
“En los últimos años he trabajado más fuera de Cuba. Mis discos desgraciadamente no salen en mi país aunque yo siempre estoy dispuesto a publicar con disqueras cubanas, pero me cuesta mucho trabajo. Te lo dije es mi tercer disco con una disquera norteamericana. De esos tres he podido licenciar solo uno en Cuba. He hecho 7 u 8 con otras disqueras extranjeras. No soy famoso en esos países pero sí he tocado con frecuencia en algunos lugares de Estados Unidos y de Europa, como es el caso de Francia, Alemania”.
¿Por qué no has podido presentar tus álbumes con disqueras cubanas?
“No me canso de hablar con a las disqueras cubanas para que los graben y los pongan en la tienda. No quiero dinero ni nada, solo que el disco este ahí, al acceso de los cubanos. Pero no les interesa. No ha sido por falta de ganas mías. He intentado con varias. He grabado con disqueras que tienen el derecho de mis discos para el mundo menos para Cuba. Y me he esforzado para que salgan aquí pero no he tenido resultados. Primero estuve grabando mis primeros discos con una disquera francesa y luego con una norteamericana. Me fue difícil dejar los discos libres para Cuba porque en ese momento había un acercamiento con Cuba y pensaban que podían vender sus discos aquí. Pero lo logró. Después tuve el disco y en Cuba nadie me lo grabó”.
¿Los festivales de jazz en Cuba cumplen con las expectativas de los músicos y el público?
“Me gusta pensar que el Jazz Plaza es un festival importante. Seguramente tiene sus fallas pero en sus últimas ediciones la programación ha sido bastante importante y respetada. Ha propuesto conciertos especiales y han venido artistas internacionales, sobre todo de Estados unidos, de gran empuje. La gente se lo está tomando en serio. Es una plaza que hay que defender y mejorar. Espero que algún día puedan pagar a los músicos. En el festival todo el mundo cobra, menos los músicos”.
¿Cómo crees que ha incidido en las nuevas generaciones de músicos la censura histórica a varios grandes artistas que se fueron?
“Me parece un gran error la censura a los músicos que se fueron. No se puede mezclar la política con la música. Han estado borrados. Por ejemplo, yo conocí la música de a Bebo Valdés en un viaje a Panamá. Pusieron un disco suyo y me quedé maravillado. A partir de ahí comencé a buscar toda su obra. Ahora es un poco más suave la política con los músicos que se van mientras no arremeten con las políticas de aquí. Eso me parece que ha hecho daño a nuestra historia musical porque ha provocado que los jóvenes no conozcan algunas obra”.
¿Hasta dónde te gustaría llegar con tu música?
“Hasta lo más alto que se pueda llegar. Soy un enfermo a la autocrítica. Siempre quiero más. No sé si hay un tope pero creo que tengo mucho que hacer y decir todavía”.
Cuba vive en un momento de crisis e incertidumbre por la grave crisis económica y los nuevos cambios monetarios del país, entre otras causas. ¿Te preocupa algo en particular del contexto cubano?
“Me preocupa la situación económica del país. Estar viviendo de cola en cola y esa ansiedad por comprar algo me parece terrible. Hay mucha incertidumbre. Y eso no es bueno para nadie. Ojalá estos cambios sean para mejor”.