En este año he publicado una crónica cada semana. Analizamos con saña logos, carteles, pancartas, vallas. Ha sido divertido. Y queda claro que hay patrones erróneos en el concepto y realización que se repiten todo el tiempo. No son muchos y precisamente por eso, empezamos a repetirnos.
Por otro lado me parece interesante que quienes leen estos textos tengan la oportunidad de conocer algo de la gráfica de este lado del charco. Que no todo es bonito o barato, ni mucho menos. Allá, en La Habana, donde he vivido toda la vida, se dejan ver diseños de altísima calidad, no sólo comparables a los del primer mundo, sino a sus mejores ejemplos. No hablamos de ellos, como hemos dicho más de una vez, porque preferimos ocuparnos de las malas prácticas. Porque se aprende más y se entiende mejor de qué va el asunto cuando exponemos las vergüenzas de los acusados. Es mucho más fácil comprender por qué algo está mal que por qué está bien.
Pasa por acá que convive la gráfica de las grandes cadenas con la de los pequeños negocios. Estas relaciones de vecindad hacen que el nivel suba. El buen diseño no se contamina así de fácil con los vapores de los que dan pena. Se aprende de lo que se respira en la calle. Otra diferencia es la atención que se le da al cliente. Si bien en Cuba la práctica dominante es zarandearlo y hacerle sentir como una cucaracha en un almacén de cemento, acá se les cuida y se les seduce, al menos, mientras no han mordido el anzuelo. Hay mucha competencia, demasiadas marcas, productos similares, opciones, es agotador. La vida va de prisa, vuela. Colores por todas partes, letreritos relucientes, logos, más y más colores, leves, saturados, todavía más letreros, todos brillantes y bonitos. He visto estallar en lágrimas a paisanos sensibles al entrar por vez primera en un almacén como Cotsco. Yo mismo, la primera vez que entré en un supermercado madrileño, en 1993, por poco vomito.
De modo que si no tratas bien a tu cliente, si no lo cautivas con una buena imagen, encontrará lo que busca sin tener que andar demasiado. Hay que vender. No se trata de revender por la izquierda: se trata de vender a toda costa. No de hacer trampas ingenuas. El diseño ha de ser preciso, atractivo, claro… no hay espacio para la metáfora.
Los diseños que cojean, a menudo se hacen así a propósito. Se adaptan al nivel cultural de su cliente promedio. Que puede ser perfectamente del tipo que no se fije mucho en esas cosas, casi siempre dirigido a trabajadores de servicio, latinos fundamentalmente. Por supuesto que las marcas nacionales también los tienen en cuenta, pero con estrategias diferentes. Obligan un poco a reconocerles… de la misma manera en que el medio nos fuerza a aprender el idioma.
Es otro mundo, sencillamente. Hay muchas cosas que ver, comentar, aprender. Cuando uno ha pasado su vida en la metatranca, la bobería, el hipertexto, de perroflauta, enfrentar este voltaje no es sencillo. La dinámica es feroz. Puedo intentar hablar de estas experiencias después de un año de vivirlas, medio aturdido todavía. ¿Me gusta este mundo nuevo, digo, en cuanto a imagen, diseño, reclamos, espíritu, alma? No mucho. Todavía no.
Veamos el primer ejemplo. Servicios odontológicos de ambos lados. Los de Cruces participan en la marcha del Primero de Mayo y hacen su promoción a su manera. El mensaje de base es que están ahí, que se levantaron tempranito, y participan, siguen la rima alineados con el sistema y que por ello ya los pueden dejar en paz buscándose la vida lo mejor que puedan. El slogan ‘Por una sonrisa feliz’ es vaguísimo, no aporta nada. Le sirve a un círculo infantil, a un parque de atracciones, a una tienda de juguetes, a todo el mundo. A la derecha ‘Cuida tu salud bucal’ traslada toda la responsabilidad y acción al usuario: lávate los dientes porque no va a ser fácil luego venir aquí, conseguir un turno y resolver el problema. El dibujo es básico, raruno. Le han puesto una gorra a una muela. Antihigiénico cuando menos. No es publicidad, es política. Nos da una idea de cómo se ven y nos ven a nosotros. Los de las caries. Los usuarios, jamás clientes.
El otro, aquí en Miami, es un expositor vertical ubicado en el jardín de una plaza que acoge una pequeña clínica dental, Smile Dentistry Associates. Minúscula. Su mensaje es potente, cristalino. Sin ambigüedades. Ni siquiera espera a que aparezca la carie. Se dirige directamente a tu autoestima, a la percepción que tienes de ti mismo. Ofrece un blanqueamiento dental eficaz y en una hora. Cualquiera tiene una hora que perder. Te deja ver cómo están tus dientes en este minuto y como quedarán dentro de 60. El precio, el sitio web y el teléfono. Simple, operativo. Gran diseño no es. Ni falta que le hace. Es atraer al cliente, seducirlo, hechizarlo con la promesa de un gran resultado en una sola hora.
Dos mundos. Una puerta se cierra. Otra se abre.