En materia de estrategias de mercado, no hay nada escrito que pueda considerarse definitivo. Se han visto ideas estrambóticas que terminan conquistando el aplauso de la clientela. El mercado, como todo lo demás, tiene sus leyes. Excepto las nucleares, todas estas se reescriben constantemente. Se trata de oferta y demanda, no es mucho más que eso. De necesidades y de productos o servicios. Obviedades, y las que no, quizás sean confusas para un neófito como yo.
Aquí hablamos de comunicación visual básica. Apuntamos más a analizar cómo —a través de la gráfica que modela el entorno— se manifiestan las particularidades ideológicas y culturales de los diversos actores que concurren en el suceso económico. A menudo, por ejemplo, utilizamos ganchos de intención humorística para convocar la simpatía del cliente, en un ambiente relajado y de confianza que propicie que bajando la guardia acepte lo que le ofrecemos.
El papel de las estrategias de comunicación visual, de persuasión y del diseño gráfico, en nuestras circunstancias (en Cuba), está por estudiarse con un poco más de atención. En el mundo real, estas buscan diferenciación y posicionamiento. No se empeñan en señalar el punto geográfico donde se ofrece físicamente el producto. En algún momento de principios del siglo pasado, por ejemplo, el nombre de La Bodeguita del Medio señalaba efectivamente el lugar donde estaba emplazado el establecimiento. Tiempo después, a nadie le importa demasiado el dónde, sino la calidad de su comida, su historia y la atmósfera que conquista el lugar. El logo y su cartel son de lo más anodino que se pueda imaginar. ¿A quién le importa? Todos queremos ir a La Bodeguita. Todos quisiéramos o quisimos, mejor dicho. El cartel no añadió nada al corpus simbólico del restaurante. El diminutivo puede que sí. No es lo mismo “La Bodega del Medio” que “La Bodeguita”. Un nombre cariñoso, como los “fulanitos” y los “menganitos”. Cercano, cálido y acogedor. Funciona a nivel representativo y posiblemente marcó la diferencia. El mismo arroz con frijoles sabe mejor en “La Bodeguita” que en “La Bodega”.
No sé cuándo Ángel Martínez adoptó oficialmente el nombre, porque fue la Casa Martínez por un tiempo. Parece que el vecindario la llamaba así. Y estoy convencido de que fue la cocina de Silvia Torres, la China, la clave de éxito. Rematado por un nombre prodigioso. La pátina del tiempo, el peso de la historia, consagrado por las miles de firmas recientemente borradas, sazonaba el establecimiento con un sabor inigualable y definitivamente perdido.
Cerca de mi casa natal abre todas las mañanas la panadería y dulcería Jurassic Pan. No encuentro otra justificación para el nombre que la semejanza fonética entre Park y Pan. El Jurásico terminó hace 145 millones de años. Viejo, fue brutal, caluroso, atestado de dinosaurios que no dejaban de comerse los unos a los otros. El pan del ensueño en cambio, es fresco, reciente, perfumado. Más allá de la chanza fonética, ¿qué más? ¿Que le caemos a mordidas al pan como un Tiranosaurio Rex? Aceptable, ¿qué más? Una cosa es cierta. El chiste me pareció siempre tan forzadito que nunca me decidí a asomarme al mostrador. A otros seguro les encanta. Se llama: nicho de mercado.
La idea parece ser pegajosa porque también la encontramos en Ajalvir, en la Comunidad de Madrid. Mucho mejor resuelta gráficamente. Menos tonta. Porque, a pesar de que la imagen de nuestro local es demasiado pequeña, si se fijan bien, su TRex está en los puros huesos. Y su expresión delata que acaba de robar el pan que lleva tanto en la boca como en sus pequeñas garras. Y, encima, es el propio panadero. En fin. La variante castellana apunta más, si leo correctamente, a la pasión por la carne. Relacionar un carnívoro con una hamburguesa no está del todo mal. Tiene sentido. Y probablemente desate, a nivel subconsciente, ese instinto primario de desgarrar y tragarse la vida ajena. No hay que ir más allá de la expresión brutal de la bestia. A pesar de que es el mismo chiste… este va un par de pasos adelante. ¿Por qué? Porque seguramente enfrenta competencia y mucha. Con este logo nadie puede esperar un paraíso de hamburguesas veganas. Entre las variedades ofrecen la Carneasaurus, la Velociraptor, la Especial Jurassic y el Pollotaurus. Ya ven cómo lo llevan hasta el fondo. Dientes, sangre, carne… y el pan también, que casi se nos va de la mente.
Puede que el mundo necesite esta clase de chistecito, de meme de físico mundo. Memes los hay excelentes y muy graciosos, por cierto. Hablábamos de las estrategias. Y por ellas conocemos a los estrategas. Muchas de nuestras proyecciones hacia el mercado carecen de significado y de propósito. Comunican, no obstante. Porque comunicación no implica necesariamente contenido. Hablan de intentos de representación fallidos, de consumar sin deliberación los pasos del manual. No se trata solamente de los recursos o los medios disponibles; sino de la posibilidad de la excelencia, donde se requiera un resultado. La intención también se agradece.
Tanto el cartel habanero como el madrileño me parecen igual de tonto e infantil