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Tal vez, al reducir el apoyo militar a Europa, incluyendo el suministro de armamento avanzado y la protección nuclear, Estados Unidos, sin proponérselo, estimule poderosas tendencias militaristas latentes, no sólo en Alemania y Francia, sino en varios países, y despierte la codicia del complejo militar-industrial europeo.
Las dos guerras mundiales, ambas originalmente europeas, estimularon poderosamente el diseño, fabricación y empleo de armas avanzadas. En ambos casos, aunque a la larga resultó derrotada, Alemania marchó a la vanguardia. De hecho, fue ella quien inició la búsqueda de la bomba atómica, aunque Estados Unidos ganó esa carrera.
Para gestionar el enorme esfuerzo que implicó proveer de armas a su ejército y al de sus aliados, la Alemania nazi creó en 1940 el Ministerio para Armamento y Producción Bélica; la Unión Soviética lanzó la consigna de “Todo para el frente” y Estados Unidos pasó la totalidad de su poderosa economía a las condiciones de guerra.
Por primera y única vez en la historia, en los juicios de Nuremberg a los que fueron sometidos los jerarcas nazis, fue juzgado y condenado el mayor fabricante de armas de Europa, Gustav Krupp, propietario del grupo de industrias Krupp que suministró el armamento pesado utilizado por Alemania en las dos guerras mundiales.
Debido a que el Tratado de Versalles sometió a Alemania a severas restricciones, entre ellas la prohibición a todas sus empresas alemanas de fabricar armas pesadas, Krupp burló las prohibiciones, transfirió tecnologías y capital, fabricó clandestinamente armamento pesado en varios países europeos y contribuyó decisivamente al rearme alemán con cañones, carros de combate y buques.
La alianza y/o sometimiento del gran capital industrial al fascismo hicieron posible el vertiginoso rearme alemán, esta vez empleando mano de obra esclava aportada por cientos de miles de prisioneros de los campos de concentración, incluyendo el tenebroso Auschwitz.
Aunque fue capturado y llevado a Nuremberg, debido a su avanzada edad, postración y condición senil, Krupp evadió la cárcel o la horca.
Nuevamente, las restricciones impuestas por la rendición incondicional y la ocupación aliada soviética y estadounidense, ochenta años después, Alemania fabrica todos los tipos de armas de última generación y posee una de las tres industrias nucleares más avanzadas e integrales del mundo, superada únicamente por Estados Unidos y Rusia.
Excepto las bombas atómicas, Alemania y no menos de diez países europeos son capaces de fabricar y operar todos los elementos de la investigación y la industria nuclear, tales como reactores y centrífugas, así como adquirir y enriquecer uranio y plutonio.
Está corroborado que, aunque a diferentes velocidades, todos los países europeos son industrial y financieramente capaces de avanzar en la carrera armamentista, incluida la nuclear.
A ello se suma lo que, en breves plazos, pueden hacer cuando se alían. La capacidad de actuación conjunta que proporcionan, entre otras asociaciones, la Unión Europea y la OTAN es impresionante.
Al liberarse de las obligaciones con la defensa de Europa, Estados Unidos la libera de compromisos que los vencedores le impusieron hace 80 años.
Por otra parte, desde que, en el siglo XIX, el más renombrado teórico militar alemán, Karl Von Clausewitz, y el caudillo francés Napoleón Bonaparte coincidieran en el decisivo significado del factor moral, todos los líderes y comandantes lo colocan como elemento de capital importancia en las correlaciones de fuerzas militares.
Además, en Europa están latentes otros factores subjetivos que Trump no debería dejar de considerar, algunos de los cuales incluyen cuentas por cobrar y que alimentan las reservas y los temores, no sólo frente a Rusia, sino también respecto a otros vencedores. La lista no es pequeña, ni son débiles los aludidos.
De hecho, antes de incentivar el militarismo, estimular la carrera de armamentos y renunciar a la no proliferación nuclear, deberían calcularse los efectos indeseados, antes de que se conviertan en daños colaterales. Así las cosas. Es preferible no sembrar vientos. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diario ¡Por esto! Se reproduce con la autorización expresa de su autor.