|
Getting your Trinity Audio player ready...
|
En el estado actual de cosas, ningún arma producida en los Estados Unidos puede impresionar a Rusia al punto de hacerla modificar sus políticas. Viceversa, ocurre lo mismo. No existe ni puede ser imaginada arma que supere la capacidad destructiva y la eficacia militar de las bombas atómicas, de las cuales cada superpotencia posee miles.
Entre 1945 y 1949, Estados Unidos ejerció el monopolio nuclear, lo cual no intimidó a la Unión Soviética que, en 1961, detonó la bomba atómica Zar, la mayor jamás fabricada con una potencia equivalente a 50 millones de toneladas de TNT y un inconmensurable potencial radiactivo, la cual no impresionó a sus adversarios, sino que corroboró que tal artefacto era inútil e impracticable. Fueron hitos.
Estados Unidos y la Unión Soviética, aliados en la II Guerra Mundial, fueron los principales adversarios en la Guerra Fría y los protagonistas de la carrera de armamento, todo subordinado a la economía, en lo cual Estados Unidos prevalece, no solo por sus capacidades industriales, sino porque, debido al monopolio del comercio de las armas en Occidente, el Tercer Mundo y las potencias emergentes, las ventas militares son para ellos un enorme negocio, mientras que, para los estados que no cuentan con tales posibilidades, se trata de enormes gastos.
En los 80 años de Guerra Fría se produjeron miles de bombas y ojivas nucleares, misiles y aviones estratégicos, así como submarinos que nunca entraron en combate y terminaron convertidos en chatarra.
Entre la primera prueba de un arma nuclear, en Alamogordo, Nuevo México, en 1945 y 1996, cuando se firmó el Tratado de Prohibición Completa de las Pruebas Nucleares, se efectuaron unos 2056 ensayos nucleares. Algunos países no firmantes, en abierta violación de la voluntad de la comunidad internacional, realizaron impunemente explosiones nucleares.
Con la abrupta salida de la Unión Soviética de los escenarios políticos, el fin de la Guerra Fría y la homologación de los sistemas políticos y los modelos económicos de Rusia, los ex países socialistas y los constituidos en los espacios ex soviéticos con Occidente, virtualmente se remitió la carrera armamentista, fenómeno favorecido por la reunificación alemana y los acuerdos sobre limitación de armas.
Esos procesos que suprimieron las barreras ideológicas, favorecieron el saneamiento de las relaciones internacionales que incluso abrió expectativas maximalistas que consideraron posible el ingreso de Rusia a la Unión Europea y la OTAN, la reducción de los gastos militares, el comercio y la cooperación a escala mundial, el multilateralismo, la integración europea y los tratados de libre comercio, sufrieron un duro revés con el desencadenamiento de la guerra en Ucrania que ha hecho retroceder a la humanidad a etapas superadas.
Aunque con menos aspavientos y sin agresividad ni propósitos políticos de conquistar relevancia internacional por medios militares, China es virtualmente empujada al desarrollo armamentista.
Tal vez debido a tales experiencias, a pesar de la presencia de halcones en ambas orillas de los espacios políticos globales, ambas superpotencias estén más cerca de las avenencias que de confrontaciones bélicas decisivas. La destrucción mutua asegurada no es atractiva ni inevitable.
No obstante, la conversión de los vastos espacios de Asia-Pacífico en escenarios y teatros de operaciones militares, la guerra en Europa, el rearme de la OTAN y la beligerancia de Estados Unidos empeñados en sostener a cualquier precio la hegemonía internacional relanzan la carrera armamentista.
Como para muestras basta con un botón, recientemente, personalmente, el presidente Putin, por lo general sobrio y poco dado a los alardes, ha presentado a dos imponentes medios militares.
Se trata del misil hipersónico Oréshnik, uno de los cuales, sin carga explosiva, fue probado en Ucrania, y más recientemente el Burevestnik, cuyas mayores peculiaridades son que puede permanecer indefinidamente en el aire, probablemente alcanzar la estratosfera y recorrer distancias prácticamente ilimitadas, llevando cargas convencionales o atómicas, todo ello debido a su motor nuclear.
Según la agencia rusa TASS, el Pentágono ha reconocido que, gracias a su extraordinario alcance y autonomía, el misil Burevestnik es capaz de “lanzar ataques desde cualquier vector y desde cualquier lugar” y, al presentarlo, el presidente Putin explicó: “…Se trata de un producto único, diferente a cualquier otro en el mundo”.
Ojalá regrese la cordura, se detenga la guerra y la paz llegue a tiempo para salvar la vida de miles de jóvenes rusos y ucranianos, y los misiles se conviertan en piezas de museos. Un mundo mejor es posible. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diario ¡Por esto! Se reproduce con la autorización expresa de su autor.












