Los desafíos y empatías hacia las causas alternativas están instalados en la cultura política estadounidense, incluso en medio de la división y la polarización características del actual escenario.
Entre los factores que explican las protestas universitarias en curso, cabría mencionar sumariamente los siguientes.
El financiamiento/ayuda militar a Israel
Desde su fundación en 1948, Israel ha sido el mayor receptor de ayuda estadounidense. Es, además, su principal aliado en la región. Estados Unidos ha acordado darle casi 4 mil millones de dólares al año hasta 2028. Desde el 7 de octubre, la Administración Biden ha realizado más de cien transferencias de ayuda militar. Solo dos (por un total de unos 250 millones de dólares) han alcanzado la revisión del Congreso y se han hecho públicas.
El poderosísimo ejército israelí ha recibido entregas de armas de manera sistemática. Ha utilizado sistemas de armas estadounidenses, incluidos F-16, aviones F-35 y helicópteros Apache en su ofensiva militar en Gaza.
A finales de abril la Cámara de Representantes aprobó finalmente, con apoyo bipartidista, un paquete de 95 mil millones de dólares que brinda asistencia de seguridad a Ucrania, Israel y Taiwán. Esto incluyó 17 mil millones de dólares en ayuda militar a Israel y unos 9 mil millones en ayuda humanitaria a la población de Gaza. El Senado lo ratificó por mayoría.
En las últimas horas trascendió que el Gobierno de Estados Unidos detuvo la semana pasada el envío de 3500 bombas a Israel; para evitar que fueran usadas en Rafah, donde se encuentran hacinados 1,5 millones de desplazados. El cargamento retenido, detalla CNN, incluye 1800 bombas de 907 kilos y 1700 de 226 kilos, de acuerdo con fuente del canal, un funcionario estadounidense no identificado, quien añadió que la preocupación obedece sobre todo al uso final de las primeras (las 1.800 bombas más pesadas) y “el impacto que podrían tener en entornos urbanos densos como hemos visto en otras partes de Gaza”.
Un análisis de CNN de imágenes satelitales a principios de la guerra encontró más de 500 cráteres de impacto compatibles con el uso de bombas de una tonelada.
Marc Garlasco, ex analista de inteligencia de defensa de Estados Unidos y ex investigador de crímenes de guerra de la ONU, dijo en diciembre que la densidad del primer mes de bombardeos de Israel en Gaza “no se había visto desde Vietnam”.
La nueva generación
Una encuesta del Pew Research Center arrojó que los jóvenes estadounidenses consideran inaceptable la forma en que Israel está actuando en Gaza y que se oponen a que Estados Unidos le proporcione la ayuda militar mencionada.
Por su parte, una Encuesta de Jóvenes de Harvard, implementada en marzo pasado por el Instituto de Política, encontró que el 51 % de los jóvenes de entre 18 y 29 años apoyan un alto el fuego permanente en Gaza, política sustentada por varios demócratas en el Congreso.
Finalmente, una encuesta de Gallup, también de marzo pasado, encontró que el 55 % de los estadounidenses desaprueba la acción militar de Israel. Y ese porcentaje es mucho más alto entre quienes tenían entre 18 y 34 años (63 %).
Tomando en cuenta que los jóvenes han preferido a los demócratas por márgenes sustanciales sobre los republicanos, esas tendencias podrían ser una amenaza para las esperanzas de reelección del presidente Biden. Constituyen, por consiguiente, un factor de presión de abajo a arriba.
En medio de las protestas y la represión, la Casa Blanca acaba de anunciar nuevas medidas para contrarrestar el antisemitismo, particularmente en los campus universitarios. Estas incluyen nuevas directrices de la Oficina de Derechos Civiles del Departamento de Educación para todos los distritos escolares y universidades del país, proporcionando ejemplos de discriminación antisemita y otras expresiones de odio que podrían ser sometidas a proceso por violar la Ley de Derechos Civiles de 1964.
De acuerdo con un reporte de AP, las opiniones de los estudiantes judíos sobre el conflicto son diversas y a menudo matizadas, no van en un solo sentido. “Han tenido fervientes debates entre sí sobre si responder y cómo responder a medida que los campamentos pro palestinos se extienden de una universidad a otra, anota el texto.
Grupos de activistas y de derechos humanos
Opuestos a la política de eliminar a los palestinos, los jóvenes han sido especialmente sensibles a los bombardeos y las operaciones terrestres en la Franja de Gaza, que han causado la muerte a más de 33 mil personas, en su mayoría civiles y dentro de estos, mujeres y niños; cientos de trabajadores sanitarios y más de un centenar de periodistas. Más de 70 mil personas han sido mutiladas y muchas de ellas engrosan la cifra de más de un millón y medio de desplazados que están en el centro de una gran crisis humanitaria.
A fines de 2023 más de 200 organizaciones y redes de derechos humanos instaron al Gobierno israelí a respetar la Convención para la Prevención del Delito de Genocidio y solicitaron al Tribunal Internacional de Justicia de La haya una orden exigiéndole poner fin a sus actividades militares en Gaza. Estas posiciones de distanciamiento y de crítica y condena han incluido a organizaciones como Human Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional (AI).
“En su intención declarada de utilizar todos los medios para destruir a Hamás, las fuerzas israelíes han mostrado un sorprendente desprecio por las vidas civiles. Han pulverizado calle tras calle de edificios residenciales, matando a civiles en gran escala y destruyendo infraestructura esencial […]. Gaza se está quedando rápidamente sin agua, medicinas, combustible y electricidad” dijo en febrero pasado un comunicado de AI.
“Según el Derecho internacional humanitario —continuó—, todas las partes en el conflicto deben, en todo momento, distinguir entre civiles y bienes civiles y combatientes y objetivos militares, y dirigir sus ataques únicamente contra combatientes y objetivos militares. Los ataques directos contra civiles o bienes de carácter civil están prohibidos y constituyen crímenes de guerra. También están prohibidos los ataques indiscriminados. Cuando un ataque indiscriminado mata o hiere a civiles, equivale a un crimen de guerra. También están prohibidos los ataques desproporcionados, aquellos en los que el daño previsto a civiles y bienes de carácter civil es excesivo en comparación con la ‘ventaja militar concreta y directa prevista’. Lanzar conscientemente un ataque desproporcionado es un crimen de guerra.
“Los testimonios de testigos presenciales y supervivientes pusieron de relieve, una y otra vez, cómo los ataques israelíes diezmaron a las familias palestinas, causando tal destrucción que los supervivientes solo tienen escombros para recordar a sus seres queridos”.
El voto árabe-musulmán
En las últimas primarias, las ciudades del estado de Michigan con grandes poblaciones árabe-musulmanas le mandaron un mensaje alto y claro al presidente Biden por su manejo del conflicto y el apoyo a Israel.
Si bien Biden se impuso en ese estado sobre otros candidatos demócratas con más de 623 mil votos, los resultados en centros urbanos como Dearborn, Dearborn Heights y Hamtramck denotan el desafío que enfrenta su campaña de reelección en un estado que debe ganar para retener la Casa Blanca en noviembre. Más de 100 mil votantes de esas primarias se pronunciaron por “no comprometerse”, de hecho una alerta que le enviaron al presidente.
En Hamtramck, “el 61 % de los votantes envió al presidente Biden un fuerte mensaje para que dejara de apoyar a Israel y la invasión de Gaza.. Cerca de 6 500 votantes de Dearborn hicieron lo mismo, es decir, el 56 %. Otro factor de presión de abajo a arriba.
Pero lo anterior no significa alineamiento con Trump. Como ha escrito una analista, “si bien muchos musulmanes estadounidenses han criticado profundamente a Biden, no le están extendiendo a Trump la alfombra de bienvenida. El republicano respaldó la ofensiva militar de Israel en Gaza, anunció planes para ampliar su prohibición musulmana (Muislim ban), condenó las protestas propalestinas y rechazó la idea de traer residentes de Gaza a Estados Unidos como refugiados”.
Las protestas en Columbia
“Cuando vas a Columbia, sabes que vas a una institución que tiene un lugar de honor en la historia de las protestas estadounidenses”, sentenció Mark Naison, profesor de Historia y Estudios Africanos y Afroamericanos en la Universidad de Fordham y participante en las manifestaciones de los 60. “Siempre que hay un movimiento, sabes que Columbia estará allí”.
Entre ellas se destacan las protestas por la guerra de Vietnam y por los derechos civiles (1968). Los Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS) estuvieron al frente de esos sucesos, oponiéndose a los vínculos de esa Universidad con el Instituto de Análisis de Defensa, grupo que investigaba y analizaba armas y estrategias en Vietnam. También perseguían prohibirle a la CIA y a los militares reclutar estudiantes.
De igual modo, la Sociedad de Estudiantes Afroamericanos (SAS) protestaba entonces porque la Universidad de Columbia seguía adelante con sus planes de apoderarse de parte de un parque público en Harlem para construir un gimnasio en detrimento de los afroamericanos allí residentes.
“Aunque la guerra de Vietnam continuó durante siete años más, los manifestantes tuvieron éxito en muchos sentidos”, escribió la historiadora Rosalind Rosenberg. “Convencieron a Columbia para que pusiera fin a la investigación clasificada sobre la guerra, cancelara la construcción del gimnasio de Morningside Park, y detuviera el reclutamiento militar y de la CIA”.
En 1984 hubo protestas contra el apartheid. Los estudiantes le pedían a Columbia suspender sus inversiones en Sudáfrica. Ocuparon el Hamilton Hall, uno de los edificios emblemáticos de aquellas primeras manifestaciones.
En 2019, las hubo contra el cambio climático. En marzo de ese año, los estudiantes llevaron a cabo una de las manifestaciones más grandes en la ciudad de Nueva York durante una jornada nacional por el cambio climático.
Y en 2014 encabezaron las protestas contra el genocidio en Gaza. Como en 1968 y 1984, le pidieron a la Universidad deshacerse de cualquier vínculo económico con los opresores (en este caso, con Israel) e instalaron de tiendas de campaña en el campus universitario.
Funcionó como la chispa que encendió expresiones de su tipo no solo en universidades estadounidenses de costa a costa, sino también en todo el mundo, especialmente en Francia.
Y, como en los 60, recibieron prácticamente los mismos anatemas que se ven estos días en las noticias. E idénticos tratos por parte de los aparatos del Estado: desalojos, agresiones, arrestos violentos…
“No queda más que lanzar la flecha, y eso es lo que importa, no dar en el blanco”, sentenció una vez un poeta. Han plantado las semillas del cambio. Ahí está el detalle.