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Considerado uno de los personajes más conspicuos del trumpismo, Stephen Miller (1985) parece dotado por la Providencia para encarnar el eterno rol de un Darth Vader de cuello y corbata plantado de pronto en el Reino de este Mundo como gladiador y cruzado.
Nacido en Santa Mónica, California, en el seno de una familia judía emigrada de Antopol, Bielorrusia, desde muy temprano comenzó a blandir el sable de Star Wars en un medio como Duke University, donde conoció a Richard Spencer, el connotado ideólogo del supremacismo blanco, mientras estudiaba Ciencias Políticas. Allí acusó a la poeta y activista de derechos civiles Maya Angelou de “paranoia racial” y caracterizó al Movimiento Estudiantil Chicano de Aztlán (MEChA) como un “grupo hispano radical que cree en la superioridad racial”.
Un personaje, por otra parte, meteórico. En menos de una década, Miller pasaría de moverse por los pasillos del Congreso a ser asesor de la campaña de Trump. Durante ese periodo sostuvo profundos vínculos con Breitbart News, uno de los espacios mediáticos por antonomasia de la llamada alt-right o derecha alternativa, creado por Andrew Breitbart (1969-2012) y continuado a su muerte por Steve Bannon, otro caminante que también llegaría muy lejos en el mundo del trumpismo al convertirse en “estratega en jefe” del presidente y continuar aportándole capital intelectual incluso después de haber sido defenestrado de la Casa Blanca ocho meses después.
En Breitbart, Miller dio rienda suelta a uno de sus platos fuertes: la propaganda nacionalista blanca, nativista y antinmigrante. Descubrió y desarrolló una de sus vocaciones predilectas elaborando desde ahí la plataforma sobre inmigración del entonces candidato presidencial Donald Trump, a quien andando el tiempo también le redactaría sus discursos. Todo esto en tesitura con la idea del jefe, ya se sabe, de que los mexicanos son ladrones, violadores y asesinos. Pero, en su caso, ni siquiera con la suposición de que “algunos, solo algunos, eran buenas personas”.
En el primer round
Con la victoria electoral de Trump, en 2016, Miller se convirtió en uno de sus asesores políticos principales. Durante este primer round en el poder ejecutivo ganó notoriedad por unas cuantas acciones, una de ellas fue chocar con otros funcionarios de la Administración debido a las políticas de inmigración restrictivas y extremas que le presentaba al presidente. Una en particular causó bastante ruido ambiental: la prohibición de viajar a Estados Unidos puesta sobre varios países musulmanes (el llamado Muslim ban, urdido junto a Steve Bannon) en medio de sus esfuerzos para acelerar los cambios de reglas de la burocracia federal o eludir los procesos legales tanto como fuera posible.
Fue, asimismo, uno de los principales arquitectos y defensores de las separaciones familiares forzadas que implementó la Administración Trump en la frontera sur.
Piden remover de su cargo al asesor principal de la Casa Blanca, Stephen Miller
Y como para poner otra banderilla, de su autoría fue también la idea de utilizar la autoridad de salud pública del Gobierno Federal como medio para lograr un sueño largamente perseguido: cerrar la frontera sur a los solicitantes de asilo. Como resultado de esa movida, las autoridades pudieron expulsar de manera sumaria a los migrantes sin brindarles la oportunidad de buscar protección.
El 20 de marzo de 2020, bajo la presión de la Casa Blanca, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades emitieron una orden de expulsión masiva de emigrantes bajo una disposición legal de su hechura. Desde entonces se le conoce como Título 42.

America First Legal
Con la derrota de Trump en las elecciones de 2020, Miller se refugió en una suerte de caverna de lujo y se dedicó a preparar el terreno ideológico-legal previendo una posible recurva de su jefe en un futuro no muy lejano. En abril de 2021 fundó America First Legal, un think tank conservador destinado, en primer lugar, a ayudar/organizar a los fiscales generales republicanos en su confrontación contra el poder ejecutivo demócrata. Bajo su batuta la organización vino a sumarse a un poderoso sistema de entidades legales de tendencia conservadora a la manera de Judicial Watch y Alliance Defending Freedom e Immigration Reform Law Institute.
Y, en segundo lugar, a nutrir y fortalecer un elemento conceptual de la mayor importancia, por sus implicaciones actuales: la “extralimitación ejecutiva” o “ejecutivo hiperventilado”, una doctrina políticamente motivada y criticada por expertos constitucionalistas por desconocer la separación de poderes, por darle al presidente facultades prácticamente omnímodas y romper con un dato que ha caracterizado al experimento estadounidense desde el principio de los tiempos.
Los intelectuales orgánicos de America First Legal —entre ellos, Brooke Leslie Rollins, su presidenta y actual Secretaria de Agricultura de Trump, y Larry Kudlow, exdirector del Consejo Económico Nacional— se convertirían, de hecho, en los verdaderos planificadores de la segunda Administración Trump, tal vez más que los del Project 2025 de la Heritage Foundation.
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Durante la transición en aquellas famosas reuniones de Mar-a-Lago, en las que se pavoneaban Elon Musk y otros multimillonarios del jet set, cumplieron numerosas funciones, en especial en materia de redactar el alud de órdenes ejecutivas que hoy padecemos, no pocas de la autoría del propio Miller.
La tarea consistía en proveer de hierros conceptuales y jurídicos a una administración que pudiera actuar con rapidez, a fin de borrar del mapa la labor del presidente Biden y evitar a toda costa el caos que afectó al equipo de Trump en buena parte de su anterior mandato.
En el segundo round
En 2024 Miller desempeñó un papel clave en la campaña presidencial de Trump. Entre sus apariciones apoyando al candidato republicano estuvo un discurso pronunciado nada menos que en la ciudad de Nueva York, uno de los focos del liberalismo estadounidense, en octubre de ese año. Allí dijo: “Estados Unidos es para los estadounidenses —y solo para los estadounidenses—”.
No hubo sorpresa alguna entonces cuando, poco después de ganar las elecciones, Trump anunció que Miller se desempeñaría como subjefe de gabinete para política y asesor de seguridad nacional, cargos que no requieren la confirmación del Senado. Y ahí está desde el 20 de enero de 2025.
“Las facultades del presidente para proteger a nuestro país son muy sustanciales y no serán cuestionadas”, había dicho en febrero de 2017 durante una entrevista en el programa Face the Nation.
Y en otro momento: “Esta es una buena oportunidad para exponer ese ridículo mito de la Estatua de la Libertad”. Se refería al poema “El nuevo coloso”, de Emma Lazarus, un canto a los inmigrantes colocado en la isla Libertad, donde se erige la famosa estatua de Frédéric-Auguste Bartholdi donada en 1886 por Francia a Estados Unidos:
Dadme a vuestros cansados, a vuestros pobres,
A vuestras masas apiñadas que anhelan respirar libertad,
A los miserables desechos de vuestras saturadas costas.
Enviadme a estos, los sin hogar, los azotados por la tempestad,
¡Levanto mi lámpara junto a la puerta dorada!
“El poema no tiene nada que ver”, concluyó Miller. De hecho, dos décadas después de ponerlo en donde está, [el presidente] Calvin Coolidge prohibió la inmigración”…
La poeta Emma Lazarus había abogado por una mayor aceptación de los judíos rusos que huían de los pogromos, justamente los antecedentes familiares de Miller. Tal vez el casco negro de Darth Vader le lleve a desconocerlo o ignorarlo deliberadamente. Nunca se sabe.