Creo que lo primero sería ponernos de acuerdo en lo que se entiende por “sistema empresarial”, porque durante mucho tiempo lo definimos como aquel que estaba constituido por las empresas estatales que eran propiedad de todo el pueblo y a las cuales manejaban los ministerios correspondientes, de forma vertical y centralizada. Tal sistema era aquel conjunto de empresas cuya dependencia de la asignación centralizada de recursos —entendidos estos como recursos materiales, financieros e incluso de fuerza de trabajo— era casi absoluta; que padecían además de otra dependencia peor: la dependencia de las orientaciones de “arriba”, o sea, del conjunto de organizaciones e individuos cuyas ideas/decisiones/indicaciones no se cuestionaban, aun cuando el conocimiento específico que tuvieran sobre la actividad acerca de la cual emitían orientaciones se acercara peligrosamente a cero. Cumplir con lo indicado era el camino del éxito, cuestionarlo era acercarse peligrosamente a la boca de un “agujero negro” que podía trasladarlo a otra dimensión.
Muchas cosas han cambiado desde entonces y no por suerte, sino por necesidad y también por la voluntad política de querer hacer. Hoy el “sistema empresarial cubano” está estructurado al menos en varios conjuntos: la empresa estatal socialista, las empresas que en diferentes formas contractuales se relacionan con el capital extranjero —desde empresas mixtas hasta sucursales—, las formas no estatales de gestión (Pequeñas y medianas empresas o mipymes, trabajo por cuenta propia, e incluso los Proyectos de desarrollo local, y yo incluiría también la cooperativas todas, agropecuarias, de créditos y servicios e industriales y de servicios). Comparado con apenas una década atrás, hoy podemos decir que el sistema empresarial se ha diversificado, no solo porque le han nacido nuevos miembros como las mipymes, sino también porque otros no tan nuevos tienen espacios que apenas una década atrás no tenían.
También ha cambiado el rol marginal de esos nuevos actores, en especial en cuanto al empleo, pues la cantidad de empleados en el sistema empresarial estatal y la cantidad de empleados en el sistema empresarial que no es estatal es hoy bastante similar.
Que la empresa estatal debería ser esa locomotora que empujara/arrastrara al resto del sistema, no parece ser discutible como deseo, aunque hoy eso está lejos de ser una realidad. Si las empresas que tienen en sus manos más del 80% de la producción del Producto Interno Bruto (PIB) no logran operar con la eficiencia necesaria, con la productividad, si no logran respuestas ágiles a la demanda insatisfecha, si no logran capturar las oportunidades que constantemente aparecen tanto en la economía doméstica como internacional, entonces será muy difícil alcanzar los objetivos planteados.
Hoy tenemos empresas estatales con sobreutilidades excesivas aun incumpliendo el plan de ventas, empresas en pérdidas, y empresas perdidas. Si se desea algún liderazgo de ese segmento del sistema empresarial, primero hay que lograr sanearlo y hay que lograr un marco institucional que evite estas cosas.
Es cierto que hay obstáculos de todo tipo, desde aquellos que vienen impuestos por condiciones externas sobre las cuales poco se puede hacer, excepto tener la habilidad para adaptarse a ellas —crisis mundial, pandemia, bloqueo y Trump—, hasta otros que están asociados a fallas internas, a esas llamadas “resistencias” con las cuales lidiamos desde hace décadas y de las cuales pareciera que no es posible desprenderse. Por ejemplo:
1- Las empresas estatales todas están obligadas a servirse de una empresa estatal de comercio exterior para realizar tanto sus exportaciones como sus importaciones y/o requieren de alcanzar la “facultad de comercio exterior”.
2- Las empresas estatales, todas ellas, están obligadas a esperar por la decisión de otros para poder concretar un proyecto de inversión extranjera, por bueno que este pueda ser.
3- Las empresas estatales, ninguna de ellas, tiene seguridad de que los bancos nacionales que les prestan servicio paguen en tiempo y forma sus adeudos a los acreedores o proveedores extranjeros.
Es cierto que todavía hoy esa parte constituida por el sistema empresarial estatal es la más poderosa de todo el sistema, al menos en términos de infraestructura física y de capacidad de producción instalada, aun cuando una parte de esa capacidad de producción es más bien “teórica” que “real”, entre otras cosas por los años de obsolescencia acumulada, el desfase tecnológico, el alto consumo de energía, la imposibilidad de acceder a suministros, la escala productiva, etc. etc.
También lo es que en los últimos tres años se han adoptado más medidas para “estimular” el buen desempeño de la empresa estatal que nunca antes. Sin embargo, ejercer el liderazgo necesario y atraer al resto del sistema, empujarlo y halarlo, requiere de mucho más.
Requiere dilucidar asuntos “no empresariales”, responde preguntas que permanecen en el viento, como el polvo en aquella canción.
La primera de todas las preguntas a responder sigue siendo la misma que nos ha acompañado por los últimos cincuenta años: ¿qué es lo que debe seguir siendo estatal dentro del sistema empresarial cubano?
La manera en que todavía hoy se entiende el socialismo nuestro nos ha llevado a conservar, mantener y alimentar un sistema empresarial estatal muy numeroso en términos de cantidad de empresas y a la vez poco eficiente. ¿Puede y debe un Estado pequeño, altamente dependiente de condiciones externas que están fuera de su control, con compromisos de tipo social muy altos, seguir desgastándose y enterrando recursos en empresas perdidas?
A estas preguntas desde la economía se anteponen otras, tan o mas decisivas que las anteriores: ¿existe alguna certeza de que la reducción del sistema empresarial estatal garantice “per se” mayores niveles de eficiencia del sistema? ¿Acaso la reducción de una parte sustancial del sistema empresarial estatal no tendrá un impacto indeseado en el equilibrio y control político? ¿Cuales son los costos de oportunidad de hacerlo y cuales los de no hacerlo? Renunciemos a las respuestas, conservemos ese sistema tal y cual está, paguemos los costos que ello implica.
Lo cierto es que aun sin resolver asunto tan esencial, ya viene ocurriendo esa relación entre empresas estatales y no estatales. Ambos buscan y alcanzan mutuos beneficios. Mejorar el marco regulatorio para que esas relaciones se multipliquen es la labor que hay que seguir haciendo.
No hace falta responder a la pregunta de ¿quién ayuda a quién?, menos aun a ¿quién complementa a quién? La historia de los últimos tres años parece demostrar que todos somos necesarios y que encontrar el mínimo común múltiplo sigue siendo más importante que cultivar el máximo común divisor.
Hacen falta ejemplos triviales e ilustrativos como:
¿Por qué un recién renovado restaurante de lujo estatal no tiene como ponerte panecillos y por mi casa pasa todas las tardes un vendedor ambulante ofertando pan? ¿Encadenamiento?
Como siempre Profesor, excelente análisis, seguimos arando en el agua y el mundo cambiando a gran velocidad
La política, según pensadores marxistas, es la expresión concentrada de la economía.
Si la economía está en crisis, cae en barrena, la política también está en crisis y cae en barrena.
(Continúa)
Se dan palos a ciegas en la economía. Se dan palos a ciegas en la política.
Nuestra economía es ecléctica. La política seguida también es ecléctica.
(Continúa)
NO HAY SOLUCION DE LA ECONOMIA, MIENTRAS EXISTA UNA ESTRUCTURA ESTATAL CERRADA Y POCO CONFIABLE, LOS INVERSORES EXTRANJEROS NO MUESTRAN INTERES.
Profesor, mientras sigan los mismos seguirán los mismos resultados. Yo perdí toda ilusión de una mejoría económica a nivel de país,lo que me interesa es mejorar yo y mi familia.