La economía y la esperanza

El 2019 ha sido el más difícil desde el Período Especial: malos desempeños precedentes, reducción sistemática de los ingresos por exportaciones, bajísima participación de las inversiones en el PIB... ¿Qué podemos esperar?

Foto: Kaloian.

Se habían pasado varios meses trabajando duro en su proyecto. La idea la venían discutiendo desde antes graduarse de sus carreras en la Universidad. Cada uno provenía de especialidades diferentes: ingeniería industrial, economía, derecho, ciencias agropecuarias, mecánica, automática, todos amigos desde antes de entrar en la Universidad, todos entusiasmados con la idea de aquel proyecto que prometía, al menos en sus papeles y sus mentes, ser un buen negocio.

El mercado todos los días lo demostraba. Una enorme demanda insatisfecha de una parte, de la otra los recursos más importantes (tierra y trabajo), ambos, casi sin restricciones y las señales desde el liderazgo político muy claras, “producir, abastecer el mercado interno, exportar”.

Su proyecto satisfacía plenamente esas demandas y seguro sería bien acogido y apoyado. Habían discutido el proyecto hasta el cansancio, habían preguntado buscando experiencias, y hasta algún ejercicio de simulación del negocio ensayaron.

Entonces, armados de entusiasmo, juventud y su proyecto, intentaron llevarlo a cabo: ¡crear una cooperativa agropecuaria! en donde podrían aplicar todo lo que habían aprendido en sus carreras y en todo ese otro curso que fue la investigación para su proyecto. Y surgió la pregunta: ¿cómo un grupo de jóvenes universitarios cubanos, casi recién graduados, con un proyecto en la mano para producir y vender productos agropecuarios pueden crear una cooperativa agropecuaria en la capital de la República?

Alguien que conoció del proyecto, detrás de un buró, esbozando una sonrisa y con un tono de indulgencia, les anticipó que sería un fracaso, que era imposible lograrlo, que aquello era una locura, que eso no se podía hacer, que no estaba establecido y… cerró la puerta a la esperanza. Pero la esperanza es muy resistente.

En apenas unos días despediremos el año 2019. Nada descubro si digo que ha sido uno de los años más duros y difíciles que haya tenido que enfrentar Cuba toda, la población y el gobierno. Razones recientes y de más larga data están en la raíz del asunto. El crecimiento, si lo hay, apenas será perceptible, la presión en la balanza de pagos sigue limitando la capacidad de pago y los ingresos por exportaciones apenas permiten mantener volúmenes de importación mínimos.

Desde mi perspectiva, el 2019 ha sido el más difícil de todos los años que se haya tenido que enfrentar en Cuba desde el Período Especial. Lo precede un acumulado de malos desempeños, una tasa promedio de crecimiento del PIB que ronda el 2% en los últimos cinco años, la reducción sistemática de los ingresos por exportaciones de bienes y servicios, una muy lenta mejora de la participación de las inversiones en el PIB, pero a la vez se sigue arrastrando una ineficiente ejecución del proceso inversionistas que impacta en un bajo rendimiento de los fondos, un mal secular de nuestra economía, baja dinámica de crecimiento en sectores decisivos como la producción azucarera, el níquel y el turismo.

Ha sido también el más duro de todos los años porque nunca antes ninguna administración de Estados Unidos ha hecho tanto por ahogar la economía del país y empujarlo a una situación política insostenible, repitiendo aquella vieja fórmula del gobierno de Eisenhower. De hecho, las medidas que ha aplicado la administración Trump sobrepasan incluso lo establecido en la Ley Helms-Burton; son medidas sin dudas quirúrgicas. Pero igual volverán a perder. Apostar a la yegua equivocada, ha sido un error sistemático de las administraciones norteamericanas, en el caso de Cuba.

Sin embaro, el 2019 también ha sido un año en el que, al menos yo, he podido percibir una mayor intención por impulsar este proceso de cambio que se inició hace ya tanto tiempo. Todas esas decisiones han provocado reacciones y reflexiones de distinto tipo, muchas han sido publicados en las redes, criterios a favor, en contra, análisis mejor fundamentados y otros no tanto, pero lo que no puede decirse es que haya existido indiferencia. Y eso, esa tremenda participación, discrepancias y divergencias incluidas, creo que es de lo mejor que ha ocurrido, para todos.

Listaré algunas de las medidas tomadas en 2019:

Algunas de esas medidas tienen un impacto directo sobre los equilibrios macroeconómicos y comportan riesgos como inflación, migración laboral de un sector a otro, redolarización de los circuitos económicos, devaluación del CUC en el mercado informal, generación de más deuda externa.

Otras,como el nuevo decreto sobre las cooperativas no agropecuarias siguen debiéndole a las necesidades de nuestra economía y nuestra sociedad actual. También habría que decir que todo esta se está haciendo cuando menos ideales son las condiciones del país para ello.

Otra es la discusión sobre la coherencia, la consistencia, la transparencia, el orden, la secuencia, etcétera. Todos ellos son temas importantes o, mejor aún, decisivos, para que el esfuerzo de transformación de los resultados a los que se aspira puedan ser alcanzados.

Es muy probable que si ese mismo grupo de jóvenes entusiastas le hubiera presentado estas ideas como suyas a aquel funcionario, también las hubiera calificado de la misma manera que calificó el proyecto que le presentaron.

Es cierto que muchos aspiramos a más, pero sería faltar a la realidad decir que nada se ha hecho, o que lo que se ha hecho se mantiene dentro de lo que algunos denominan “zona de confort” de los decisores.

Faltan, sin dudas, muchos asuntos que es necesario abordar. Menciono algunos:

Pero todo lo que se haga será en vano si mentalidades como las de aquel funcionario siguen decidiendo en asuntos que, aun pequeños, tienen tremenda trascendencia.

Pareciera que de lo posible, tal como dijo el poeta, se sabe demasiado. Imposible parecía también unir a todos los cubanos de nuevo en una guerra contra el poder español, y se hizo; locura fue iniciar una guerra con doce hombres y siete fusiles y pasó; imposible parecía poder sobrevivir a la desaparición de la Unión Soviética y aún estamos aquí.

Hace mucho, mucho tiempo, en la escuela primaria donde estudié, mi profesora de Ciencias Naturales nos descubrió algo que a todos nos pareció magia. Metió un hueso de un muslo de pollo en salfumán por un rato y luego lo sacó y lo dobló sin que el hueso se partiera. Todos no quedamos boquiabiertos al ver la flexibilidad que el hueso había alcanzado gracias al salfumán.

¿Cuánto salfumán necesitaremos hoy para que mentes repletas de calcio no maten la esperanza, obliguen para que se convierta en cordura la “locura” y dejen de asustar con el miedo a un posible fracaso?

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