Los reyes de España en Cuba

Al reunirse con el presidente Miguel Díaz-Canel, los reyes, a nombre del estado español, harán oído sordo a las presiones de la administración Trump y el exilio radical pidiendo cortar cualquier conversación con la isla de la que ellos no formen parte.

Foto: Carlos R. Alvarez/WireImage.

Las celebraciones por los 500 años de la fundación de la Habana constituyen un motivo ideal para que se produzca la visita de los reyes de España a Cuba. La visita ha sido gestionada por Cuba y los gobiernos españoles, desde la presidencia de Adolfo Suárez. Las últimas coordinaciones corrieron a cargo del presidente Pedro Sánchez y su ministro de exteriores, próximo comisario europeo para las relaciones exteriores, Josep Borrell.

El plan empezó a concretarse en la presidencia de José Zapatero, continuó en el gobierno de Mariano Rajoy, con sus cancilleres García Margallo y Alfonso Dantis, más allá de las divisiones partidistas. Ahora por fin se realizará.

Resulta que el viaje de los monarcas al Caribe, largamente planeado, ocurrirá justo el 11 de noviembre, apenas un día después de la realización de comicios generales en España signados por la incertidumbre en torno a cuál mayoría podrá gobernar.

Las expectativas sobre la visita real a la isla se ajustarán en horas al resultado de la jornada electoral. España es una monarquía constitucional. El rey no toma partido en cuestiones internas pero las prioridades del gobierno de turno moldean su proyección de política exterior como jefe de estado.

Si los pronósticos que dan al PSOE como primer partido se confirman, será un aliento a la relación bilateral. Sin embargo, también se pronostica una recuperación política del Partido Popular (PP) y el aumento del voto del ultraderechista Vox. El líder del PP, Pablo Casado, después de la revolcada electoral de los populares el 28 de abril pasado, tiene la cabeza en Mariano Rajoy, pero su corazoncito late por Aznar y Esperanza Aguirre, dos líderes ponzoñosos en el tema Cuba.

En ese cuadro complejo, la visita de los reyes afianza el respaldo español a la política europea de cooperación económica y diálogo político, como visión de estado.  En España, la relación con Cuba no es un tema de política interna “como en EE.UU”, pero es un tema de política interna, a la española.

Lo es porque atraviesa los partidos y tendencias ideológicas, y las regiones. Para demostrar eso están las relaciones especiales de Galicia con Cuba, las de los presidentes de la Xunta, en la cima del Partido Popular, Fraga Iribarne con Fidel Castro, Núñez Feijoo con Raúl. Demasiada historia común en la que se mezcla todo, sin reducciones absurdas: una relación tan especial como ninguna entre dos sociedades, incluyendo a los Castro de Láncara, Lugo y a Francisco Franco, negándose a apoyar cerco alguno contra Cuba.

¿No es una manifestación de apoyo a nada?

Alegadas fuentes diplomáticas cercanas al Palacio de la Zarzuela han dicho que “el viaje de los reyes no es una manifestación de apoyo a nada sino una normalización de relaciones con un miembro de la comunidad iberoamericana con el que se producía una anomalía”. Es un buen mantra diplomático, pero creer que los reyes no “apoyan nada”, es vivir en la luna de Valencia.

Los reyes van a Cuba en tiempos de Trump. El reforzamiento norteamericano de las sanciones secundarias a España por su relación con Cuba, y abrir el capítulo III de la Ley Helms-Burton, con las consiguientes reclamaciones en cortes estadounidenses contra empresarios españoles por sus inversiones en la isla caribeña, no descarrilaron la visita real.

Eso no puede haber sentado bien en los estómagos del senador Marco Rubio ni del director para América Latina en el consejo de seguridad nacional, Mauricio Claver-Carone. Este último vivió en España años centrales de su formación política, lo que le agrega sal a sus heridas. Sabe lo que significa como política de estado, el cuño real a un rumbo de intercambio constructivo, diálogo político y cooperación económica con el gobierno que Díaz-Canel inauguró.

Nadie como José María Aznar definió cuánto la visita real importa. “El rey irá a Cuba cuando toque”, dijo en 1998. Cuando Juan Carlos I, el padre del actual monarca visitó Cuba para asistir a la Cumbre iberoamericana de 1999, Aznar se trazó la tarea de bloquear la expresión de relaciones cordiales entre el jefe de estado español y Fidel Castro.

En su presidencia, Aznar bautizado por Fidel Castro como “el caballerito del bigotico”, bloqueó siempre la visita real a Cuba en el entendido de que tal hecho transmitiría, particularmente a Cuba y EE.UU. una posición del estado español de elevación y normalización de las relaciones bilaterales que él no compartía. De eso se trata entonces. Aquello a lo que Aznar, aliado incondicional de la derecha cubana exiliada, se aferró como obstáculo a una visita real ha sido removido.

Es cierto que los reyes van a la fiesta de la fundación de la Habana a su modo y se van antes de que llegue la tropa revolucionaria latinoamericana de Maduro, Ortega, entre otros. Sin embargo, no hay que ser tan suspicaz, vienen en visita propia y hasta cuándo se queden es menos importante que el respaldo real al compromiso y la participación empresarial española en la reforma económica cubana.

Al reunirse con el presidente Miguel Díaz-Canel, los reyes, a nombre del estado español, harán oído sordo a las presiones de la administración Trump y el exilio radical pidiendo cortar cualquier conversación con la isla de la que ellos no formen parte.

La de los reyes es una visita oficial de jefe de estado, de esas como la del presidente de Francia y el primer ministro italiano, y que al exilio radical de derecha atormentan. Por sociedad civil, la diplomacia española entiende, un espectro de actores mucho más amplio que la oposición política favorecida por Washington. Felipe VI y la reina Letizia se encontrarán con intelectuales, artistas, pequeños empresarios, activistas sociales, y posiblemente líderes religiosos que operan dentro del marco legal vigente.

Felipe VI se reunirá también con los empresarios españoles y con una representación de la comunidad de ciudadanos españoles en la isla –unos 200.000 cubanos-españoles. Para el encuentro con esta última, Felipe VI no lleva el anuncio de lo que podía ser su mejor carta, una ley de bisnietos que permitiría a miles de cubanos la elegibilidad para la ciudadanía peninsular. Con relación a los empresarios, en caso de que el lector no se acuerde, se trata de aquellos que han pedido reiteradamente la mediación del gobierno español para dinamizar su relación con Cuba, y que el gobierno cubano termine por realizar cambios que le permitan afrontar sus pagos. Son también aquellos a los cuales la política de la Ley Helms-Burton ha castigado y quiere castigar.

Irán a Santiago

Se ha anunciado que los reyes visitarán también Santiago de Cuba. Felipe VI tiene pensado rendir homenaje a los militares españoles caídos en el sitio de Santiago, uno de los episodios más dramáticos de la guerra hispano-norteamericana. En el desenlace de aquel asedio, la escuadra del almirante Cervera fue lanzada a una aniquilación segura, con los barcos españoles saliendo uno a uno por la entrada estrecha de la bahía, ya rodeada por los acorazados estadounidenses.

El “Desastre del 98”–como le han denominado muchos historiadores– representó el quiebre del vínculo colonial entre Cuba y España.  El 1 de enero de 1899, según el Tratado de París, del que la representación de Cuba fue excluida, se produjo el traspaso de la soberanía de Cuba de España a los Estados Unidos. Máximo Gómez anotó en su diario: “Los americanos han amargado con su tutela impuesta por la fuerza la alegría de los cubanos vencedores y no supieron endulzar la pena de los vencidos”.

El análisis de aquellos eventos desde Cuba difiere sustancialmente de la visión española por la cual una España decadente perdió sus posesiones coloniales ante el ascenso pujante de EE.UU. El hecho cierto es que precediendo el conflicto internacional entre estadounidenses y españoles, se libraba y continuó en la mayor de las Antillas, con intenciones también de abarcar a Puerto Rico, una guerra propia del nacionalismo cubano contra el coloniaje peninsular.

La decisión independentista de los cubanos derrotó la acción genocida del gobierno colonial bajo el general Valeriano Weyler. A pesar de que la reconcentración diezmó cerca de una quinta parte de la población cubana, y que España envió a Cuba el mayor ejército europeo que cruzara hasta entonces el Atlántico, Weyler no pudo pacificar un país que se mantuvo en pie de guerra.

España no aceptó pactar con los cubanos una salida honorable sino que insistió en gastar imperialmente “hasta el último hombre y la última peseta”. La autonomía otorgada a última hora, lejos de ser una propuesta de concordia puesta al ruedo por una visión de fraternidad hacia la isla, fue un intento desesperado de cerrar una brecha ampliada en la matanza que fue la reconcentración.

La terquedad española opuesta a una negociación realista de la independencia inmediata de Cuba abrió la puerta a la intervención estadounidense, que los mandos cubanos, a pesar de reservas y objeciones, terminaron apoyando.

Aunque los cubanos reconocen el honor militar y el sacrificio de Cervera y sus subordinados ante la aplastadora maquinaria de guerra estadounidense, sus héroes de aquella época fueron aquellos que se opusieron al coloniaje español. No es lo que se espera, pero si de rendir homenaje se trata, los reyes podrían reconocer la tragedia de la Reconcentración y el honor de aquellos peninsulares y canarios que en lugar de batallar del lado imperial echaron suerte con el ejército mambí. Por solo mencionar un par de nombres, allí están los generales José Miró Argenter, de Cataluña, y los canarios Matías Vegas, Julián Santana y Jacinto Hernández.

Santiago, como la Habana, que “es Cádiz con más negritos”, es también una ciudad donde fueron acogidos miles de españoles, escapados de la guerra civil. A Santiago no pudo ir Federico García Lorca, el admirado poeta granadino asesinado en 1936 por los falangistas de Franco.  ¿Hablarán los reyes con ese Santiago tan digno como el del sacrificio de la flota del almirante Cervera?

El rey Felipe VI y la reina Letizia tienen un espacio amplio para actividades que reivindiquen la cercanía cultural y social entre España y Cuba hoy, promoviendo también el acercamiento en términos de negocios e inversiones, proveyendo la sombrilla que solo un jefe de estado, más allá de los partidismos, puede proveer a la política exterior ibérica. 1898 y la cesión de soberanía en 1899 pueden ser un pretexto para reflexiones conjuntas o el esbozo de una interpretación histórica que acerque a los dos estados, y sobre todo a los dos pueblos.

 

Salir de la versión móvil