Heredó el nombre del padre, que fue un músico notable, maestro de varias generaciones y uno de los pioneros del jazz en Cuba. Su linaje está entre los pilares de la cultura nacional: sobrino de Fina García Marruz; Cintio Vitier y Eliseo Diego fueron sus tíos políticos. Entre sus primos se cuentan cineastas, escritores y músicos. Se trata de Felipe Dulzaides (La Habana, 1965), artista visual con una veintena de exhibiciones personales, formado en Artes Dramáticas en el Instituto Superior de Arte de La Habana (1988) y con una maestría en Bellas Artes, especialidad en Nuevos Géneros, por el Instituto de Arte de San Francisco, California (2001).
Su obra, que se adscribe a una de las tantas corrientes del conceptualismo, se expresa a través del video, la fotografía, la instalación, la investigación antropológica y el performance, en diálogo constante con la contemporaneidad.
Cercados por la COVID-19, con la manga al hombro a la espera de la vacuna que nos inocule aunque sea un poco de sosiego, conversamos a distancia: una charla en la que no faltan las provocaciones (de mi parte) y la lucidez (de la suya).
¿Existe alguna definición de arte que te satisfaga?
A Charles Mingus le preguntan: ¿Qué es el Jazz? Él responde: “I don’t know…and I don’t care”. A Mingus no le interesa dilucidar qué es el arte que practica. Yo me identifico totalmente con esas palabras. No me interesa deconstruir una actividad en la que uno no sabe qué es lo que hace. Otro grande de la música, Sergio Vitier, dice lo mismo de otro modo: “El arte es un misterio”. Y me parece que está hablando de poesía. Pero tu enunciado encierra un challenge.
Debido al momento que vivimos, es posible que entremos en el terreno de la ética. Digamos que el arte, entre todas las cosas, es mediación, comunicación, expresión, y tiene que ver con la expansión o creación de nuevos lenguajes. Como se dice: “Takes two to tango”. Si el espectador no dialoga con los códigos de lo que se le presenta como “arte”, la experiencia artística no sucede.
Creo que el arte enriquece la percepción de la vida; expande el pensamiento y la capacidad del ser humano de disfrutar emociones complejas. ¿Qué se daña o mutila en función de esa actividad?: es una importante pregunta de carácter ético. En algún momento, artistas como Eva Hesse (1936-1970) e Ives Klein (1928-1962) se hicieron daño a sí mismos experimentando, y eso les costó la vida, pero realizaron contribuciones muy importantes al arte. El arte también es una respuesta a la incertidumbre del aquí y el ahora. Y en pleno siglo XXI, el arte debe regenerar, sanar, “enriquecer”, expandir e influir positivamente en la percepción que cada individuo tiene del estar aquí, ahora. Cada obra de arte es —al mismo tiempo— una pregunta, una respuesta y una propuesta.
Contemporáneo significa que “existe al mismo tiempo que otra cosa”. Por esa línea de pensamiento podemos concluir que todo arte, en su momento, ha sido “contemporáneo”. ¿Te sientes cómodo trabajando bajo esa etiqueta? ¿Un pintor paisajista y tú son artistas contemporáneos por igual?
Como descripción de lo que hago, “arte contemporáneo” es un término con el que no estoy cómodo, pues delimita y encasilla un hacer, una forma de entender la producción del arte.
Un pintor paisajista es un artista contemporáneo. Usualmente los pintores no se describen a sí mismos como artistas contemporáneos, sino como pintores. Quizás porque se reconocen dentro de una especialidad que les permite desarrollar una exploración sin límites. En ocasiones, cuando me preguntan qué hago, uso el término de arte contemporáneo para referirme a algo para lo cual no conozco la respuesta.
Puedo decirte que mi trabajo surge de una escuela de pensamiento conceptual, interdisciplinaria, y esto me ubica en ese territorio expandido que ha ganado merecida presencia y reconocimiento internacional, y que nos confronta muchas veces con, incluso, lo que nos incomoda. Ahora, en particular, lo que hago como artista también es una actividad de auto reconocimiento. Por cierto, me interesa muchísimo el tema de cómo cada espectador percibe un paisaje. Todo artista siempre responde a líneas de pensamientos que condicionan su trabajo. Por ejemplo, he tenido la oportunidad de desarrollar proyectos que juegan con la percepción de los paisajes rurales, marítimos y urbanos, siempre en diálogo con el contexto a partir de mis inquietudes creativas.
En este instante yo te diría que soy un artista al que le interesa generar diálogos transversales y horizontales a través de lo que la experiencia poética genera. Y si la poesía aparece en un espacio urbano, es decir, fuera de un espacio de exhibición predeterminado, ¡qué maravilla! Ahora, ¿te imaginas si tengo que explicar todo esto a una persona que recién conozco en una fiesta?
Ya sabes la significación que tiene el mar para los isleños en general y para los cubanos en particular: es, lo mismo, posibilidad y límite. A propósito de tu obra Un problema de perspectiva, que se emplazó transitoriamente en el malecón habanero, las anchas franjas de metal presentan pequeñas aberturas. En una lectura contenidista, tal vez grosera, pudiera pensarse que estás trabajando más con el concepto de límite. Para nosotros, los cubanos, presenta muchísimas dificultades salir al mundo y/o abrirnos a todas las influencias externas. ¿Te propusiste discursar sobre esto?
Un problema de perspectiva (2018) es una instalación que desarrollé dentro del proyecto expositivo Detrás del muro. Su equipo organizador generosamente me invitó a participar y asumir el reto de interactuar con el malecón. Analizando el contexto, me interesó fragmentar el área del paseo peatonal, la zona de tránsito pegada al mar. El malecón es una especie de agradable y romántica vereda. Ese recorrido, en el límite de la ciudad y el mar, es fragmentado por las vallas de metal situadas en ángulos. El material de planchas galvanizadas es el mismo que se utiliza para delimitar los edificios en construcción o en derrumbe. Fue un material que encontré emplazado en la zona de la instalación y que el espectador podía reconocer.
Mi propuesta era reorganizarlo de una forma que generara un juego con la percepción de la línea del horizonte, pero también con el tráfico de vehículos, de personas; que incluyera todo el rico paisaje arquitectónico, el entramado urbano del área y todo lo que “casualmente” pudiera entrar dentro de su perímetro de acción. La lectura de que es una propuesta que dialogó con temas relacionados con la emigración es individual y cabe, entonces, como una de las posibles interpretaciones de la pieza.
Me interesó explorar el hecho de que en el malecón se transita y la perspectiva cambia a cada paso que das. De pronto, esas barreras que delimitan espacios, que editan la visión del transeúnte, son arregladas en una composición que permite un juego en el que es posible esconderse, resaltar, enmarcar y así redescubrir este lugar común a todos los habaneros. La pieza fragmentaba la percepción del paisaje, y ofrecía privacidad a amantes, amigos y familias simplemente disfrutando de un aspecto específico del paisaje.
Un problema de perspectiva establecía diálogos con la instalación Sun tunnels (1973-1976), de la artista estadounidense Nancy Holt (1973-1976), y con la arquitectura de mi entrañable amigo, segundo padre y maestro Roberto Gottardi (1927-2017). Me interesa mucho explorar temas como la accidentalidad y el diálogo que una obra de arte puede establecer con otras que le preceden.
El italiano de la postguerra Piero Manzoni (1933-1963), en su polémica obra Mierda de artista (1961), empacó su excremento en latas de conserva y propuso venderlo como arte. Esta es una de las obras clásicas del conceptualismo, provocadora y, de hecho, muy honesta, que aborda el tema del mercado del arte en el siglo XX.
Wim Delvoye, un artista belga que admiro, con ayuda de científicos y especialistas creó una máquina llamada Cloaca, que se alimentaba normalmente y defecaba una vez al día dentro del espacio institucional que es el museo. La instalación Un problema de perspectiva, por default, proponía que el espectador también la asumiera como inodoro público. Tengo una extensa documentación de esta instalación enmarcando hermosos veleros, el faro del morro, el mar desbordado, etc., y, por supuesto, incluye fotos de la caca y la orina que aparecieron en el lugar.
Esto dio pie a una serie de fotos que titulé: Genuino homenaje le brindan los ciudadanos de La Habana a Piero Manzoni y Wim Delvoye en la primavera del 2018. ¿Alguien puede decir que es una lectura cínica de lo que es el arte? En este caso, la obra experimental enmarcaba la realidad, todo lo que entraba en su perímetro. Por suerte, y eso también fue parte de la obra, el mar convenientemente desbordaba y “limpiaba” la pieza. Pero a menudo la obra tenía un olor único a caca, orina y salitre. ¿Esto también nos describe? Como dirían David Calzado y su Charanga Habanera: “tú dices que no, yo digo que sí…”
El arte también es un espejo que nos confronta con la complejidad de lo que somos y cómo somos.
Una última cuestión para cerrar el tema de Un problema de perspectiva. ¿Cuál es la obra? ¿La que se emplazó en el malecón o la documentación que queda de la instalación, con imágenes y memorias? ¿Si se alzara ahora, digamos, en el malecón de Cienfuegos, seguiría siendo la misma pieza?
Un problema de perspectiva (2018) es una composición algo laberíntica hecha con módulos. Estos se arreglan de acuerdo al contexto. Pudiese funcionar en el malecón de Cienfuegos, pero también, por sólo citar ejemplos, sé que funcionaría muy bien dentro de un recinto ferial de arte contemporáneo, en cualquier desierto. En Roma, posiblemente en Miami Beach o en Moscú, en el patio del museo de “Bellas Artes” o dentro del “cubo blanco” de las galerías. El aquí y ahora de la obra cambiaría pero sería la misma obra. Algo tiene que “pasar” para que la pieza funcione. Y para eso su autor debe estudiar el sitio de su emplazamiento y diseñar la instalación de la pieza de acuerdo a las especificidades del espacio. De la intervención en el malecón tengo una extensa documentación que es parte de la obra, pero también hay material para un libro pues hice un ensayo fotográfico acerca de las barreras que hay por toda La Habana.
¿Bandera de mi tamaño alude a un concepto íntimo de patria? ¿Quiere responder de algún modo a la frase “Hemos hecho una revolución más grande que nosotros mismos”?
Si un espectador encuentra en la obra una alusión a esa frase, entonces puede ser una posible lectura. Pero estamos conversando y esclareciendo los procesos creativos de distintos proyectos. Mi intención con Bandera de mi tamaño (2007) fue responder a la inquietud de entender la experiencia individual como resultado de una experiencia social. El material es neón, creado en Estados Unidos. Las dimensiones son las mías y es un intento de trascender barreras políticas. Estudié minuciosamente las representaciones que han hecho otros artistas de su bandera. Esta obra se mostró en la primera exposición personal que realicé en “Galería Habana” en el 2007; se tituló Recordar es construir. Para esta exhibición hice el experimento de pasar seis meses en Cuba después de 14 años viviendo principalmente en San Francisco.
Buscando paralelos al parecer se inserta en un propósito mayor titulado FD plays FD, exhibido en Bogotá, San Francisco y La Habana. FD son las iniciales del nombre de tu padre, que heredaste. ¿En qué consiste el proyecto? ¿Cómo recuerdas al Felipe Dulzaides músico y padre? ¿Qué vínculos puedes establecer entre tu expresión artística y el jazz?
Esta acuarela muestra la relación entre dos círculos del mismo tamaño. ¿Qué te puedo decir sobre mi padre? Cada día que pasa lo redescubro, y me doy cuenta de lo afortunado que soy. Muchos aspectos de su vida eran un misterio para mí. Me interesó desarrollar un proyecto que reflejara la necesidad individual de completar una especie de rompecabezas.
Me di cuenta de que a través del arte podía establecer otro diálogo con él. Estoy muy contento por cómo se desarrolló ese proyecto en el marco de la Bienal de la Habana del 2015. La muestra se hizo en un penthouse del Focsa e incluyó una intervención-performance en el Bar Elegante.
Seleccioné como escenario para exponer el proyecto un espacio con vista a La Habana y al mar, pues me interesaba mucho que el espectador sintiera el olor del mar (algo que me recuerda a mi padre) y disfrutara de las vistas de la ciudad, donde se apreciaría la arquitectura de los 50, década que marca la estética de su música.
El proyecto incluyó una intervención que consistió en lo que ahora se pudiese describir como una mágica descarga de jazz en el Bar Elegante, organizada por Ernán López-Nussa. ¡Qué lujo colaborar con grandes músicos y amigos! Algunos de ellos empezaron sus carreras con mi padre. Existe una video documentación de esa noche que utilizo para el video 3’x11” x 3’26” de espacio vacío (2015).
3’x11” x 3’26” es la medida del escenario donde mi padre actuó hasta el año 1984 en El Elegante. Increíblemente, ese espacio aún es visible en este bar.
Por una noche, El Elegante del Hotel Riviera estuvo habitado por el sonido y tipo de música que él hacía. Espacio donde actuó —por más de 10 años— seis noches de la semana y en el que, sin pretenderlo, posiblemente desarrolló su mayor contribución a la cultura cubana. No exageraría si describiese el espacio como una de las escuelas de músicos más importantes en el Siglo XX en Cuba.
Fue un artista muy trabajador, inteligente, práctico, disciplinado, generoso; un líder de grupo fuera de serie. Mirando todo desde la distancia, lo que más me impresiona de él es su dimensión ética. Su sinceridad y capacidad de hacer lo suyo aún cuando la corriente del agua no iba en su dirección. Tuve la suerte de crecer en el seno de una familia donde la poesía, el amor por la belleza y el actuar de forma consecuente, acorde a esos impulsos creativos, eran una misma cosa.
Mi padre tenía una interesante curiosidad por la fotografía, por registrar y sopesar la importancia de los registros. Creo que esa curiosidad por explorar los documentos fotográficos me la pasó él. Una anécdota que me parece oportuno compartir es que, cuando era niño, me encontré una dedicatoria de un libro del tío Eliseo Diego a mi padre (Eliseo era el esposo de Bellita, hermana de papi). Hallar esa dedicatoria fue un hecho que me marcó, pues aún no sabía leer y no podía entender lo que decía, pero me impactó la delicadeza y belleza de su caligrafía. Muy temprano percibí el encanto de un gesto, y que la poesía tiene una dimensión visual.
Ahora, accidentalmente, la conversación completa un círculo. Lo circular es un elemento recurrente en mi obra. Empezamos nuestra plática con una frase del importante músico de jazz Charles Mingus. El jazz siempre fue parte de la atmósfera de mi casa, y todavía lo es. El jazz es una forma de vivir, es un lenguaje incluyente, consciente de sus raíces y en constante expansión. Sucede lo mismo con todo tipo de arte y actividad creativa: si no conoces sus códigos, no los puedes descubrir.
Para acceder a esos lenguajes se necesita una especie de “iniciación”. No pasa en un día, o en un solo momento. Es un viaje continuo dentro de una espiral. La calidad de esa “iniciación personal” puede determinar el tono y la duración de la búsqueda. Necesito consumir arte, sumergirme y expresar ideas a partir de un impulso vital. Necesito hacerme preguntas, indagar, dialogar, compartir; tanto como necesito alimentarme o respirar. Una de las obras más emblemáticas de la historia del arte conceptual pertenece al artista estadounidense Bruce Nauman (1941). Es un neón en espiral que dice: The true artist helps the world by revealing mystic truths (1967). Me encanta esa pieza porque, de una forma muy directa, enuncia una de las mejores descripciones de lo que hace un artista. Pero estoy seguro que nadie se presentaría de esa forma en una fiesta.
¿De qué trata la obra en que trabajas en este momento?
Lírica de calle es un proyecto que se realizó gracias a la Fundación Botín, y explora el llamado de los amoladores de tijeras de La Habana, algo que heredamos de España y, por cierto, uno de los sonidos ambientales más bellos que circulan por nuestra ciudad.
Por otra parte, Centro bahía es uno de los proyectos que más ha demandado mi energía recientemente. Es el proceso de restauración del inmueble donde tengo el taller. La arquitectura es el punto de partida. En Centro Bahía exploro la dimensión del emplazamiento del mágico emboque de Regla, es decir, del centro de la Bahía de La Habana. Mi estudio tiene paredes del siglo XVII —es un espacio que rescaté—, y ese es su primer logro, ya que se trata de una construcción con valor patrimonial.
Aparte de ser un ámbito para desarrollar mi trabajo, espero enriquecer su entorno utilizándolo de manera flexible. Un proyecto con un programa que, al abordar problemáticas locales, intente estimular el intercambio de conocimientos.
Centro Bahía se sitúa en el cruce entre arte, urbanismo, sociología, educación y ambientalismo. Como se encuentra ubicado dentro de una bahía, busca retroalimentarse del intercambio. Estamos bien entusiasmados con el programa interdisciplinario que vamos diseñando para el 2021-2022. Éste incluye proyectos bien interesantes, que abordan distintos temas relevantes de la zona. Contamos con la colaboración de artistas, arquitectos, historiadores, sociólogos, ambientalistas, vecinos, instituciones y trabajadores del área. Es una zona con mucho potencial, y nunca pensé que me conectaría con el entorno. Menos mal que no razono el por qué creo en el arte.
SIEMPRE FUI Y SOY UN SIMPSTIZANTE DEL GRAN MUSICO FELIPE DULZAIDES Y TENGO TODOS O CASI TODOS SUS DISCOS,LASTIMA QUE NO LO HAYA CONOCIDO PERSONALMENTE AUNQUE LO VI EN EL ELEGANTE DEL RIVIERA,PARA SU HIJO Y SU FAMILIA TODO MI RESPETO SIEMPRE HE PENSADO QUE NO SE LE HZO JUSTICIA PERO LOS MUSICOS INCLUYENDO A CHUCHO VALDES HABLA MUY BIEN DE EL Y ESO ME COMPESA UN POCO LA ANSIIEDAD,EMILIO ROBAYNA FIGUEROA.